Por Cosas Muy Importantes | Albert Einstein es sin duda uno de los científicos más importantes de todos los tiempos. Entre sus logros está su teoría del movimiento browniano, que explica el movimiento aleatorio de partículas suspendidas en un fluido; su explicación del efecto fotoeléctrico y, sobre todo, sus teorías de la relatividad, que sentaron las bases para la compresión de las características esenciales del universo. Sin embargo, más allá de sus aportes y logros en el ámbito científico, Einstein tenía una cuestionable conducta en el plano amoroso y familiar. Hoy te contamos más al respecto.
En su libro ‘El club de los execrables’, los autores Malcolm Otero y Santi Giménez, hacen un recorrido sobre la vida personal del físico y exponen las particulares condiciones que este le dictó a su esposa para permanecer a su lado.
El científico opinaba que la ciencia agriaba a las mujeres y de su boca salieron frases como: “Muy pocas mujeres son creativas. No enviaría a mi hija a estudiar Física. Estoy contento de que mi nueva mujer no sepa nada de ciencia”. Según un reportaje en The New York Times, cuando su amante Mileva se quedó embarazada sin estar ellos casados, la envió a Serbia con su familia. Allí nació su hija, a la que nunca fue a ver. Contra todo pronóstico, a pesar de cómo abandonó a Mileva al quedarse embarazada, la pareja terminó casándose en 1903, no sin antes ponerle una serie de condiciones a su mujer.
Entre todas ellas, están estas:
“Tendrás que encargarte de que:
El hogar y mi ropa estén siempre en orden.
Me sirvan tres comidas diarias en mi habitación.
Mi dormitorio y mi estudio estén siempre ordenados y que nadie toque mi escritorio, que es para mi uso exclusivo.
Renunciarás a todo tipo de relaciones personales conmigo, excepto las necesarias para mantener las apariencias sociales.»
Tienes que comprometerte explícitamente a observar los siguientes puntos:
«No esperarás afecto de mi parte y no me reprocharás nada por este motivo.
Responderás inmediatamente cuando te dirija la palabra.”
“Abandonarás mi dormitorio o mi estudio en el acto cuando yo te lo pida.
Prometerás no denigrarme cuando así te lo pida yo o ante mis hijos, ya sea de palabra o de obra.»
En las cartas que Einstein enviaba a su amante/prima, hablaba de su mujer en estos términos: «Es un tipo de trabajadora a la que no puedo despedir. Tengo mi propio dormitorio y evito encontrarme con ella a solas.» Estamos hablando de una mujer que años antes había conquistado a Einstein por su inteligencia (no era especialmente guapa y era coja debido a una artritis congénita), a la cual había llamado «gatita mía» y le había dicho: «Soy muy feliz de haber encontrado alguien tan parecido a mí en todos los aspectos.» La madre de Albert no podía ni verla y decía a su hijo que la dejara y se buscara a una mujer de verdad. «Es un libro, igual que tú. Cuando tengas treinta años, ella será una arpía.» Fragmento de: Malcolm Otero. “El club de los execrables”.
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