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El 'Discurso de Sportpalast': el día en que Goebbels declaró la Guerra Total

El ‘Discurso de Sportpalast’: el día en que Goebbels declaró la Guerra Total

El 18 de febrero de 1943, Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de la Alemania nazi, pronunció su discurso más largo y famoso, el ‘Discurso de Sportpalast’, en donde insta a los alemanes a no rendirse jamás pese a estar perdiendo la guerra.

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A pocos meses de que los Aliados llegaran a Berlín, Goebbels, el líder nazi más cercano y leal al Führer, pronunció un discurso que tenía como misión levantar los ánimos del pueblo y promover el espíritu de lucha. Ante la derrota en Stalingrado, la complicada situación del ejercito en África y el anuncio de los Aliados de que solo aceptarían la rendición incondicional, lograr su objetivo no era nada menos que difícil.

La mente maestra de Goebbels eligió el Palacio de los Deportes en Berlín para que fuera el escenario, y seleccionó cuidadosamente al público que le escucharía y le brindaría la reacción deseada.

Gracias al Discurso de Sportpalast, en el que el ministro persuade a la audiencia y logra que se olvidé de las recientes derrotas y el desánimo, Goebbels consiguió que Hitler le otorgara mayores poderes para administrar la economía de guerra.

Por otro lado, el pueblo alemán estaba convencido de llegar hasta las ultimas consecuencias y enfrenar una guerra que, si se observaba objetivamente, ya estaba perdida.

El Discurso de Sportpalast

“¿Quieren ustedes la guerra total?

(Clamor: “Sí, sí, sí” – Aplausos)

Si fuera necesario, ¿quieren ustedes una guerra más total y más radical que lo que hoy no podríamos ni siquiera imaginar?

(Clamor: “Sí” Aplausos)

Los ingleses afirman que el pueblo alemán ha perdido la fe en el Führer.

(Clamor: “¡Guerra, guerra, guerra!”)
(La muchedumbre se levanta como un solo hombre. Demuestra un entusiasmo sin precedentes.
Una ola con un sólo clamor de “¡Sieg Heil!” fluye por el recinto. Como si fuera una orden, las banderas y los estandartes ondean en lo alto como la más grande explosión de un momento en que la muchedumbre honra el Führer).

Miles de voces se unen y gritan: “¡Führer ordena, te seguiremos!”

Yo les pregunto: ¿Es la confianza de ustedes en el Führer más grande, más fiel e inquebrantable que nunca. Están ustedes completa y absolutamente listos para seguirlo donde quiera que él vaya y hacer todo lo que sea necesario para llevar la guerra a un victorioso final?

Yo les pregunto: Están ustedes listos para de ahora en adelante hacer todo el esfuerzo necesario para proporcionar al Frente del Este todos los hombres y municiones para darle al Bolchevismo el golpe mortal?

Yo les pregunto: ¿Toman ustedes el sagrado juramento ante la Patria de mantenerse firmes detrás de ella y que darán todo lo que sea necesario para lograr la victoria final?

Yo les pregunto: lo juran ustedes, especialmente las mujeres, que quieren que el gobierno haga todo lo posible para estimular a las mujeres alemanas a poner todo su esfuerzo en el trabajo para apoyar el esfuerzo de la guerra, y a alentar a los hombres para que vayan al frente cuando sea necesario, ayudándoles así en su lucha en el frente?

Yo les pregunto: Aprueban ustedes las más radicales medidas en contra de ese pequeño grupo de farsantes traficantes quienes pretenden hacer creer que hay paz en medio de la guerra y que usan las necesidades de las naciones para sus egoístas propósitos personales? Están ustedes de acuerdo que aquellos que menoscaban el esfuerzo de la guerra deban perder sus cabezas?

Yo les pregunto: que por sobre todo en la guerra, de acuerdo con la plataforma del Partido Nacionalsocialista, ¿los mismos derechos, las mismas obligaciones se les deben aplicar a todos, que la patria deba soportar las pesadas cargas de la guerra y que todo el peso deba ser compartido por todos, por igual, altos y bajos, ricos y pobres?

He preguntado. Ustedes me han dado sus respuestas. Ustedes son parte del pueblo, y sus respuestas son las respuestas del pueblo alemán. Ustedes les han dicho a nuestros enemigos lo que deben oír para que no se hagan falsas ilusiones.

Ahora, como en las primeras horas de nuestro gobierno y a través de los diez años que siguieron, estamos firmemente unidos en hermandad con el pueblo alemán. El más poderoso aliado en la tierra, el pueblo mismo, se para detrás de nosotros y está determinado a seguir al Führer, pase lo que pase. El pueblo acepta los peores peligros para lograr la victoria. Qué poder en la tierra puede impedirnos alcanzar nuestros propósitos. Ahora debemos, podemos y tendremos éxito. Yo me paro ante ustedes no sólo como el vocero del gobierno, sino como el vocero del pueblo.

Mis viejos amigos del partido están aquí a mí alrededor, unidos con los altos oficiales del gobierno y del pueblo. El camarada del partido Speer está sentado cerca de mí. El Führer le ha dado la gran responsabilidad de movilizar la industria alemana de armamento y suministrar al frente todas las armas que necesita. El camarada del partido, Dr. Ley estás sentado cerca de mí. El Führer le ha encargado el liderazgo de la fuerza de trabajo alemana, enseñándoles a trabajar infatigablemente por el esfuerzo de guerra. Nos sentimos profundamente agradecidos con nuestro camarada de partido, Sauckel, quien ha sido encargado por el Führer de llevar cientos de miles de trabajadores del Reich a respaldar nuestra economía nacional, algo que el enemigo no puede hacer. Todos los líderes del partido, el ejército y el gobierno se unen a nosotros también.

Nosotros somos hijos de nuestro pueblo, forjados juntos para esta crítica hora de nuestra historia. Nosotros les prometemos, nosotros prometemos al Frente, nosotros le prometemos al Führer, que juntos convertiremos nuestra patria en una fuerza en la que el Führer y nuestros aguerridos soldados pueden confiar ciegamente. Nosotros empeñamos nuestra palabra, que haremos todo lo que sea necesario con nuestra vida y trabajo por alcanzar la victoria. Nosotros llenaremos nuestros corazones con la pasión política, con el fuego inextinguible que flameó durante las grandes luchas del partido y del estado. Nunca durante esta guerra caeremos presa del falso e hipócrita objetivismo, que trajo a nuestra nación alemana tantos infortunios a lo largo de toda su historia.

Cuando la guerra comenzó, volteamos nuestros ojos a nuestra nación. Todo aquel que lucha por el triunfo es bueno y debe ser alentado. El que impide el triunfo es malo y debe ser eliminado y desechado. Con los corazones encendidos y la cabeza fría, nos sobrepondremos a nuestros mayores problemas en esta fase de la guerra. Estamos en el camino de la eventual victoria, esa victoria descansa en nuestra fe en el Führer.

Esta noche, una vez más, le recuerdo a toda nuestra nación, cuál es nuestro deber. El Führer espera de nosotros que desechemos todo lo que en el pasado nos llevó a las sombras. Nosotros no queremos fallarle. Así como nosotros estamos orgullosos de él, él estará orgulloso de nosotros.

La gran crisis y perturbación de nuestra vida nacional, nos muestra quienes son los verdaderos hombres y mujeres. Nos otros no tenemos derecho de hablar más de sexo débil, porque ambos sexos están mostrando la misma determinación y fuerza espiritual. La nación está lista para todo.

El Führer ha ordenado y nosotros le obedeceremos. En esta gran hora de contemplación y reflexión nacional, nosotros creemos en la firme e inquebrantable victoria final. La vemos ante nosotros, la vemos y sólo tenemos que tocarla. Debemos estar resueltos a subordinar todo ante ella. Esa es la obligación de todos en esta hora crucial. Hagamos que nuestra consigna sea: ¡Pueblo levántate y haz que la tormenta se desate!”

Las palabras finales del Ministro de Propaganda se perdieron en el estruendo de aplausos y clamores interminables.

Con información de: Exordio / La vanguardia.

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