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El conflicto entre Rusia y Ucrania: Despiertan los vientos de la Guerra Fría

Por Crónicas de Ares | [ Este episodio fue grabado a finales del mes de enero de 2022, antes de la invasión de Rusia en Ucrania, sin embargo, la explicación histórica sigue vigente] La escalada de las tensiones por la movilización de tropas rusas a la frontera con Ucrania prende las alarmas de Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y la OTAN. Los viejos fantasmas de la Guerra Fría parecen haber despertado después de un largo tiempo. Mientras Occidente busca un frente común en el que se debate entre una respuesta militar y sanciones, Rusia impulsa su fortalecimiento como potencia. El conflicto arrastra implicaciones históricas, geopolíticas y económicas, cuyos vientos de guerra soplan más allá de sus fronteras. Explicamos, qué es lo que ocurre entre Ucrania y Rusia.

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Ucrania es hoy el centro noticioso. Desde ese país se ha generado un conflicto que va más allá de ser entre dos países: ha provocado una creciente tensión entre Rusia y Occidente. El enfrentamiento potencialmente más peligroso con Moscú desde la Guerra Fría amenaza con generar consecuencias globales.

Desde la última escalada de 2014, Kiev y Moscú han estado técnicamente enfrentados, luego de que Vladimir Putin anexionara a su país la provincia de Crimea, en ese momento ucraniana, en la conocida Crisis de Crimea.

Si bien la presencia militar rusa en la zona limítrofe ha sido frecuente desde entonces, el aumento en los últimos meses de las tropas del Kremlin a lo largo de la frontera ha sido exponencial.

Ahora bien, ¿por qué motivo Rusia se anexionó Crimea en 2014? Crimea pertenece oficialmente a Ucrania, pero desde 2014 está de facto en manos de Rusia. Aunque la península ha cambiado de manos numerosas veces a lo largo de la historia, y en un último intento por hacerse con su dominio, Rusia optó en febrero de 2014 por invadirla y posteriormente anexionarla.

Al calor de las protestas del Euromaidán (nombre dado a una serie de manifestaciones y disturbios heterogéneos de índole europeísta y nacionalista en Ucrania que en su clímax derrocaron al presidente electo prorruso Víktor Yanukóvich, quien había rechazado el acuerdo de asociación con la Unión Europea que se había venido negociado), la península fue invadida por Rusia y posteriormente anexionada ante la impotencia del Gobierno de Kiev y del resto de la comunidad internacional.

Vladímir Putin ha construido todo un entramado narrativo para justificar esta vulneración de la legalidad internacional basándose en una interesada reinterpretación de la historia crimeana. Tras la caída de Yanukóvich y ante la posibilidad de que el nuevo Gobierno ucraniano se alejara de la influencia de Moscú, Putin decidirá hacerse con el control de la península de Crimea.

La península de Crimea es un enclave geopolítico por el que a lo largo de la historia se han enfrentado numerosas naciones e imperios: el control del mar Negro es un activo fundamental si se quiere dominar Europa del Este, el Cáucaso y la península de Anatolia. Sin embargo, no solo el factor estratégico es el que dicta la pugna por esta tierra. Cuestiones relacionadas con el pasado nacional, la etnia o las motivaciones religiosas han jugado también un papel importante en el devenir de Crimea.

La historia de Crimea —y en general la de Ucrania— está estrechamente vinculada a la de Rusia. En 1783, después de independizarse del Imperio otomano bajo el nombre de Kanato de Crimea, es conquistada por vez primera por la Rusia imperial de Catalina “la Grande”. Crimea servirá en un primer momento como destino vacacional de las élites imperiales a lo largo del siglo XIX y, más importante, será el lugar donde se asiente la base naval rusa de Sebastopol, un emplazamiento portuario clave para el Imperio ruso a nivel comercial y militar.

En 1853 estallará la guerra que sería bautizada con el nombre de la misma península: la guerra de Crimea (1853-1856), pues será esta la zona donde se desarrollen gran parte de los enfrentamientos. La contienda, de dimensiones internacionales, implicaría a numerosos actores en ambos bandos: por un lado, Francia, Inglaterra y el reino de Piamonte-Cerdeña se aliaron para hacer frente a Rusia con el objetivo de frenar su expansión imperial por Europa. También se les sumó el Imperio otomano, con la esperanza de poder recuperar algunos de los territorios que había perdido frente a los rusos.

El transcurso de la guerra decantó la balanza a favor del bando turco-occidental. El Tratado de París, que puso fin al conflicto, estableció una serie de sanciones a la Rusia zarista de Nicolás I entre las cuales estaba la desmilitarización del mar Negro y el abandono de la base de Sebastopol.

La presencia rusa nunca terminó de extinguirse en Ucrania y tampoco en Crimea. El final del siglo XIX traería el desarrollo industrial a Ucrania fomentado por el capital ruso. Es en este momento cuando empiezan a crecer las industrias extractivistas de carbón en la región del Donbás o las canteras en la península de Crimea, dado que Ucrania siempre ha sido una tierra rica en minerales y de suelo muy fértil. Fruto de esa íntima relación, la población de Crimea tiene un origen multiétnico. La mayoría es de origen ruso (más del 65% en 2014), pero también hay una importante población que se identifica como ucraniana y una pequeña minoría de tártaros de Crimea. La presencia de estos se remonta a los tiempos del Kanato de Crimea en el siglo XVIII, pero su número se redujo enormemente cuando Stalin decidió deportarlos a Asia Central acusándolos de cooperar con el nazismo.

Con el estallido de la revolución bolchevique en 1917, Ucrania cae dentro de la órbita soviética. Crimea será de los últimos bastiones de los que será expulsado el Ejército Blanco, bando que apoyaba al zar Nicolás II durante la guerra civil rusa. Una vez conquistada por el Ejército Rojo, su estatus pasará a ser el de república autónoma dentro de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia dentro de la URSS. Pero entre 1941 y 1942 volverá a cambiar de manos: esta vez será la Alemania nazi la que, motivada por las reservas de crudo del mar Caspio y, una vez más, por el control del mar Negro, se hará dueña de la península. La base naval de Sebastopol sería el último puesto soviético en caer y el sitio duraría hasta 1944, cuando la península fue recuperada por los soviéticos.

En 1954, Nikita Kruschev —entonces presidente del Politburó soviético— teniendo en cuenta el carácter integral de la economía, la proximidad territorial y las relaciones económicas entre el óblast de Crimea y Ucrania, transfirió la península de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania, que desde entonces la ha considerado parte de su territorio.

En el trasfondo del conflicto, algunos expertos políticos destacan sus antecedentes como naciones, pues Kiev es considerado el lugar donde nació la república rusa. De hecho, el mandatario Vladimir Putin ha ahondado públicamente en su discurso de que rusos y ucranianos representan “un sólo pueblo”.

Putin ha enmarcado la anexión de la península dentro del paradigma del eurasianismo, la doctrina que propugna una recuperación de los territorios que antaño pertenecían a la Rusia zarista o a la URSS. Esta teoría, una vuelta de tuerca al expansionismo ruso adaptado al siglo XXI. La anexión de Crimea fue vista por los prorrusos como la recuperación de un territorio que les pertenecía y el idioma compartido fue una de sus justificaciones.

Y es que durante varias décadas lo fueron. El origen de Rusia y Ucrania se sitúa hace más de 1.200 años en la llamada ‘Rus de Kiev’, enorme federación de tribus eslavas que dominó el noreste de Europa durante la Edad Media y tenía su epicentro en la capital ucraniana. Los eslavos orientales tuvieron una cultura común en la que prevaleció el cristianismo ortodoxo y el idioma ruso. Sus bases se fortalecieron con el nacimiento de la Unión Soviética en 1922, pero más tarde llegó la ruptura con la caída de esta en 1991.

Un hecho que Putin incluso ha llegado a describir como “la más grande catástrofe geopolítica del siglo XX”. Mientras, algunos veían en la separación una victoria de la democracia, para Moscú millones de personas de habla rusa quedaron “atrapadas” bajo estados no rusos como Ucrania, Lituania y Kazajistán.

La demografía ha resultado ser un factor clave para el conflicto. Alrededor del 17% de la población ucraniana se identifica con la etnia rusa y para un tercio ese es su idioma nativo. La mayoría se encuentra en Crimea.

Su importancia estratégica es significativa, dado que es la sede de su flota del mar Negro y sirve como muro de contención frente a las costas de Rumanía, Bulgaria y Turquía, todos ellos miembros de la OTAN.

Cabe destacar la importancia que tiene la posibilidad de explotar el rico fondo marino del mar Negro. Rusia se ha hecho con el control de la petrolera Chornomornaftogaz, subsidiaria de la estatal ucraniana Naftogaz en la península. Una vez que Chornomornaftogaz fue incorporada a Gazprom, el gigante gasístico ruso, se instalaron dos plataformas de perforación en las aguas del mar Negro. Este movimiento por parte del Kremlin formaría parte de la lógica geopolítica eurasianista: un aprovisionamiento en materias energéticas, distanciarse poco a poco del mercado europeo y acercarse más a China mediante acuerdos comerciales con alto valor estratégico.

Su vinculación a Rusia mediante un referéndum considerado ilegal por Kiev generó una fuerte oposición de la mayor parte de la comunidad internacional, que pronto emitió sanciones contra Moscú, pero que no lo han hecho desistir de sus objetivos.

¿Cómo invadió Rusia a Crimea? Se valió de una estrategia de guerra híbrida, evitando el enfrentamiento directo entre las tropas de los dos países. La primera fase tuvo como objetivo sitiar la península utilizando proxies del Kremlin como la banda de moteros Night Wolves, así como soldados rusos sin distintivo nacional. Estos, que serán bautizados como los “hombrecillos verdes”, se adentraron en la península tomando los principales enclaves: el aeropuerto de la capital en Simferópol, el cuartel y la base naval de Sebastopol. Estos hombres negaron en todo momento su vinculación con Rusia, argumentando que, ante la amenaza de los nacionalistas ucranianos, formaban parte de unas milicias locales de autodefensa y desde Moscú, Putin se apresuró a decir que no había soldados rusos en Crimea.

En un proceso lleno de irregularidades, se convocó el referéndum del 16 de marzo de 2014 por el cual los crimeos iban a decidir si deseaban seguir formando parte de Ucrania o, por el contrario, si iban a anexionarse a Rusia. La jornada tampoco estaría exenta de controversia: mientras que no hubo apenas observadores cualificados. En la misma línea, se volvieron a denunciar irregularidades en el voto, poniendo trabas a la población tártara para votar, así como una fuerte presencia de personal ruso armado.

Finalmente, el resultado fue favorable a la anexión y Crimea se convirtió de facto en un territorio más de la Federación Rusa. El marco legal en el que se sostuvo el proceso fue inexistente. A nivel nacional, la Constitución ucraniana prohíbe la secesión a no ser que el referéndum se realice en la totalidad del país.

La reacción internacional no se hizo esperar. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el mismo día 16 para tratar el asunto. 13 de los 15 países respaldaron una resolución condenando el referéndum. Igualmente, el 17 de marzo el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE se reunió para condenar el referéndum, aclarando que no reconocería su resultado. Más tarde, la UE impondría sanciones económicas y de limitación de los intercambios comerciales con Rusia y Crimea. En cambio, junto a Rusia se alinearon Armenia, Corea del Norte, Nicaragua o Venezuela, justificando la anexión del mismo modo que Putin: en términos de antiexpansionismo estadounidense y europeo. 

Ahora bien, ¿qué está pasando? El Kremlin afirma que teme que Ucrania intente recuperar las áreas rebeldes por la fuerza, lo que califica de «aventurerismo peligroso». El actual presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, rechaza las acusaciones y en repetidas ocasiones ha pedido infructuosamente conversaciones directas con Moscú para poner fin a una guerra que según las estimaciones de Kiev ha matado a al menos 14.000 personas.

La furia de Moscú estalla ante los planes de Kiev de unirse tanto a la OTAN como a la Unión Europea (UE). Si bien Ucrania no es miembro de la alianza militar, sí ha mostrado su inclinación hacia la organización que le ha ofrecido completo respaldo para preservar la soberanía de la exrepública soviética, así como la promesa de una eventual adhesión.

Ucrania resuena como el centro del tablero geopolítico entre el este y el oeste. Ante su ubicación, a las puertas del territorio ruso, es vista por Estados Unidos y la Unión Europea como un aliado estratégico y militar.

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La tensión en el mar Negro se recrudece con Europa y Estados Unidos en guardia ante la posibilidad de que Rusia decida escalar la guerra en Ucrania para recuperar las riendas de su influencia en el país invadiendo su territorio. En los últimos meses, las fuerzas internacionales han debatido largo y tendido, tras mensajes cruzados entre Joe Biden y Vladimir Putin en los que han salido a relucir las líneas rojas que quiere imponer cada administración sobre la cuestión de conflicto, sobre la posibilidad inminente de que las tropas rusas que se han acumulado cerca de la frontera ucraniana desde el mes de diciembre emprendan una avanzada para hacerse con el control del país más allá de Crimea y Sebastopol, la región no reconocida internacionalmente que se anexionó a Rusia de forma ilegal, según Ucrania y la comunidad internacional, en marzo de 2014 y el área del Donbás, conformado por las provincias de Donetsk y Luhansk, donde se posicionan estratégicamente independentistas prorrusos.

Rusia exigió a Washington y la OTAN garantías de seguridad, que prevén, en primer lugar, un veto a la ampliación de la Alianza hacia las fronteras rusas y el cese de sus actividades en las antiguas repúblicas soviéticas, que Moscú ve como su área de influencia.

En este sentido, Moscú espera de la OTAN un documento por escrito con su postura sobre la futura arquitectura de seguridad en Europa, que debe incluir garantías de que las exsoviéticas Ucrania y Georgia nunca ingresarán en la Alianza, pese a sus anhelos de hacerlo.

Rusia niega planes de atacar o invadir Ucrania pese a un aumento sustancial de tropas en la frontera con el país vecino. Hasta 100 mil soldados han arribado a la frontera con Ucrania. Según Moscú, el desplazamiento de las unidades militares dentro de las fronteras rusas es el derecho soberano del país, que no incumbe a otros estados. En medio de tensiones con Ucrania y Occidente, Moscú continúa los ejercicios militares de sus tropas a lo largo de su frontera occidental.

Por su parte la OTAN ha anunciado el movimiento de barcos y aviones de combate al este de Europa parar reforzar el flanco oriental de la Alianza para «mejorar la disuasión y la defensa» de la zona.

El Ejército ucraniano está mejor preparado que en 2014 para hacer frente a una agresión desde Rusia, pero ante un eventual ataque espera reforzar más su defensa con las armas que le han enviado EEUU y el Reino Unido y las que han autorizado Lituania, Letonia y Estonia. Hoy llegó a Kiev un nuevo avión con asistencia militar estadounidense para las Fuerzas Armadas de Ucrania, que aterrizó en el aeropuerto capitalino de Boríspol.

La tensión es palpable justo en el lugar donde el conflicto se recrudece que es en el sur de Ucrania. Por ello, muchas familias están optando por marcharse hacia el centro del país por lo que pueda ocurrir en las próximas jornadas.

Imagen portada: Shutterstock

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