El caso de Ed Gein, conocido como «El Carnicero de Plainfield», representa uno de los episodios más macabros de la historia criminal estadounidense. Sus crímenes, descubiertos en 1957, incluyeron la profanación de tumbas y la creación de objetos domésticos con restos humanos, inspirando clásicos del cine de terror como Psicosis y El Silencio de los Inocentes…
En una fría noche de noviembre de 1957, el silencio de Plainfield, Wisconsin, se desgarró para siempre. La policía local, linternas en mano, buscaba a Bernice Worden, propietaria de la ferretería del pueblo, quien había desaparecido misteriosamente. Lo que encontraron dentro de la granja de Ed Gein superó cualquier pesadilla: el cuerpo descabezado de la mujer colgaba de los tobillos como un ciervo sacrificado, mientras que el resto de la casa revelaba un museo de horror construido con restos humanos. Aquella noche no solo se descubrió un crimen, sino que el mundo conoció al hombre que inspiró a Norman Bates, Leatherface y Buffalo Bill: Edward Theodore Gein, el «Carnicero de Plainfield».
Los primeros años: Una infancia marcada por la obsesión religiosa
Augusta Wilhelmine Gein no era una madre común. Nacida en 1878, esta mujer profundamente religiosa y autoritaria se convirtió en la figura más influyente —y destructiva— en la vida de Ed. Desde muy pequeño, Ed y su hermano Henry crecieron bajo el yugo de una educación basada en el miedo al pecado y la demonización de las mujeres.
Augusta, quien había perdido la confianza en su esposo alcohólico George, tomó las riendas completas del hogar familiar. En 1914, decidió que la ciudad de La Crosse era demasiado «inmoral» para sus hijos y vendió su pequeña tienda de comestibles para trasladar a la familia a una granja aislada en Plainfield. Allí, sin electricidad ni agua corriente, Ed creció en un mundo de lecturas bíblicas obsesivas, donde su madre le recitaba historias sobre el diluvio universal, profetizando que las mujeres pecadoras serían castigadas nuevamente por Dios.
Las reglas de Augusta eran inflexibles: los niños no podían tener amigos, no podían socializar fuera de la escuela, y cualquier contacto con el mundo exterior era visto como una contaminación. Ed, tímido y retraído por naturaleza, nunca cuestionó estas normas. En su mente infantil, su madre representaba la perfección moral, la única pureza en un mundo corrupto.
La tragedia familiar y el colapso mental
La muerte comenzó a acechar a la familia Gein en la década de 1940. Primero falleció George Gein en 1940, seguido de Henry Gein en 1944 bajo circunstancias sospechosas durante un incendio. Sin embargo, el golpe más devastador llegó en diciembre de 1945, cuando Augusta sufrió un segundo derrame cerebral y murió, dejando a Ed completamente solo a los 39 años.
La muerte de Augusta fue, literalmente, el fin del mundo para Ed. Durante meses, el hombre selló la habitación de su madre como si fuese un santuario, conservando todo exactamente como ella lo había dejado. Su ya frágil psique comenzó a desmoronarse lentamente, y pronto desarrolló una obsesión enfermiza: convertirse en su madre.
Según confesó más tarde a los investigadores, Ed creía que al usar piel de mujeres que se parecieran a Augusta, podría «transformarse» en ella o, al menos, estar cerca de ella nuevamente. Esta perversa lógica lo llevó a una espiral de comportamientos cada vez más macabros.
Los años de profanación: El comienzo del horror
Entre 1947 y 1952, Ed Gein comenzó sus incursiones nocturnas a tres cementerios locales. Armado con una pala y utilizando los obituarios del periódico local como guía, seleccionaba cuidadosamente a sus «víctimas»: mujeres de mediana edad que físicamente le recordaban a Augusta.
El proceso era meticuloso y ritual. Ed esperaba hasta altas horas de la madrugada, desenterraba los cadáveres y los transportaba en su camioneta Ford de 1949 hasta su granja. Una vez allí, curtía las pieles y utilizaba los huesos para crear sus macabras «obras de arte». Según sus propias declaraciones, exhumó entre nueve y diez cadáveres durante este período.
En su mente perturbada, cada profanación lo acercaba más a su objetivo final: resucitar a su madre o convertirse en ella.

El Museo macabro: Un inventario del horror
Cuando las autoridades registraron la casa de Ed Gein la noche del 16 de noviembre de 1957, se encontraron con una colección de horrores que desafía la imaginación. El contraste era escalofriante: mientras la planta baja parecía un depósito de pesadillas, la habitación de Augusta permanecía inmaculada, como un altar sagrado.
El Inventario Macabro
La policía documentó meticulosamente cada objeto encontrado:
- Diez cráneos humanos con la parte superior removida, convertidos en tazones y ceniceros
- Sillas tapizadas completamente con piel humana
- Una pantalla de lámpara hecha con rostro humano
- Un cinturón confeccionado con pezones de mujeres
- Guantes hechos con la piel de las manos de cadáveres, conservando hasta las uñas
- Máscaras elaboradas con rostros completos que Ed se ponía para «convertirse» en mujer
- Un corsé construido con un torso femenino completo
- Cucharas y platos hechos con fragmentos de cráneos
- Tiradores de cortinas fabricados con labios humanos
- Una caja de zapatos conteniendo nueve vulvas
- Leggings confeccionados íntegramente con piel de piernas humanas
- El «traje de mujer»: una grotesca creación hecha con piel completa que Ed se ponía para simular ser su madre

Todos estos objetos fueron fotografiados por el laboratorio criminalístico del estado antes de ser destruidos. Los oficiales que participaron en el registro reportaron que varios de ellos vomitaron en la escena, incluyendo al sheriff del condado.
Las víctimas confirmadas: Mary Hogan y Bernice Worden
Aunque la casa contenía restos de aproximadamente 40 víctimas, Ed Gein solo confesó el asesinato de dos mujeres:
Mary Hogan (1954)
Mary Hogan era una tabernera local de 51 años que desapareció en diciembre de 1954. Su establecimiento fue encontrado con rastros de sangre y una bala en la pared, pero su cuerpo nunca apareció hasta el registro de la casa de Gein. Ed confesó haberla matado porque «se parecía a su madre».
Bernice Worden (16 de noviembre de 1957)
Bernice Worden, de 58 años, era la propietaria de la ferretería de Plainfield. Su desaparición fue lo que finalmente llevó a la captura de Gein. El último registro de venta en su tienda mostraba anticongelante vendido a Ed Gein, lo que condujo a la policía directamente a su puerta. Su cuerpo fue encontrado decapitado y eviscerado, colgando en el cobertizo de Gein como si fuese un animal de caza.
El juicio y el final de una era
Ed Gein fue declarado mentalmente incapacitado para enfrentar juicio inmediatamente después de su arresto en 1957. Pasó más de una década en hospitales psiquiátricos hasta que en 1968 fue considerado competente para comparecer ante un tribunal.
El juicio fue breve y concluyente. Aunque fue encontrado culpable del asesinato de Bernice Worden, también fue declarado no culpable por razones de demencia mental. Esta decisión legal dual reconoció tanto los hechos criminales como su estado mental al momento de los crímenes.
Ed Gein pasó el resto de sus días en el Instituto de Salud Mental de Mendota en Wisconsin, donde murió el 26 de julio de 1984 a los 77 años debido a insuficiencia respiratoria causada por cáncer metastásico. Fue enterrado en el cementerio de Plainfield junto a su familia, aunque su tumba permanece sin nombre hasta el día de hoy.
La psicología del monstruo: Más allá de la esquizofrenia
Los psiquiatras que evaluaron a Ed Gein quedaron fascinados por la complejidad de su caso. Inicialmente diagnosticado con esquizofrenia, su condición presentaba elementos únicos que combinaban necrofilia, fetichismo y transvestismo de una manera nunca antes documentada.
La relación edípica con Augusta había creado un complejo psicológico donde Ed no podía distinguir entre el amor y la posesión, entre la vida y la muerte, entre él mismo y su madre. En su mente perturbada, usar la piel de otras mujeres era la única manera de estar cerca de Augusta nuevamente.
Los expertos señalaron que Gein nunca mostró remordimiento por sus actos, sino que los veía como una expresión natural de su amor maternal. Esta desconexión total con la realidad y la moralidad convencional es lo que lo convirtió en un caso de estudio fascinante para la psiquiatría forense.
La herencia cultural: El nacimiento del ‘Horror Moderno Americano’
El impacto de Ed Gein en la cultura popular es inmensurable y duradero. Su historia marcó un antes y un después en el género de terror, transformando los monstruos europeos de castillos góticos en villanos estadounidenses de granjas aisladas.
Psycho (1960)
Robert Bloch, escritor de Wisconsin y vecino relativamente cercano de Plainfield, se inspiró directamente en el caso Gein para escribir su novela Psycho en 1959. Bloch había seguido de cerca las noticias sobre el caso y quedó fascinado por la relación madre-hijo y la preservación del cuarto materno. Alfred Hitchcock adaptó la novela al cine un año después, creando lo que muchos consideran la primera película de terror psicológico moderno.
En la novela original, Norman Bates incluso se compara directamente con Ed Gein cuando es capturado. La icónica escena de la ducha, la casa gótica y la personalidad dividida de Norman son elementos directamente inspirados en la historia real de Gein.
The Texas Chain Saw Massacre (1974)
Tobe Hooper reconoció abiertamente que las máscaras de piel humana de Leatherface y la estética general de la película estaban inspiradas en los hallazgos de la casa de Gein. La imagen del asesino usando máscaras hechas con rostros humanos se convirtió en un tropo recurrente del cine de terror.
The Silence of the Lambs (1991)
Buffalo Bill, el antagonista de la película, representa quizás la adaptación más fiel de Ed Gein. Su obsesión por crear un «traje de mujer» con piel humana refleja directamente las confesiones de Gein sobre su deseo de transformarse en su madre.
El legado continuo
El caso de Ed Gein redefinió el concepto del mal en la cultura estadounidense. Como señala el experto Harold Schechter, «antes de Psycho, todos los monstruos cinematográficos provenían de otros lugares: vampiros de Transilvania, momias de Egipto, marcianos del espacio. Norman Bates marcó el surgimiento del primer monstruo verdaderamente americano».
Esta transformación coincidió con un cambio generacional en el horror: las criaturas fantásticas de los años 1940 y 1950 dieron paso a los asesinos psicópatas de los años 1960 en adelante. Gein demostró que la realidad podía ser más aterradora que cualquier ficción.
El impacto en Plainfield: Una comunidad marcada para siempre
Para los habitantes de Plainfield, el caso Gein representó la pérdida definitiva de la inocencia rural.
La atención mediática nunca abandonó Plainfield. Durante décadas, la ciudad ha llevado el estigma de ser conocida como «el lugar donde creció el monstruo Ed Gein». Los habitantes reportan que, incluso hoy, el foco no está en las personas que viven en la comunidad, sino en el legado siniestro de su residente más infame.
La casa de Gein fue misteriosamente incendiada poco después de su detención, probablemente por vecinos que querían borrar cualquier rastro del horror. Su camioneta fue subastada y posteriormente exhibida como una atracción macabra, con el comprador cobrando entrada para ver su interior «decorado» con sangre falsa.
El monstruo que vive entre nosotros
La historia de Ed Gein trasciende el simple recuento de crímenes para convertirse en una profunda meditación sobre la naturaleza del mal.
Ed Gein personifica el mal banal: no era un genio criminal ni un sociópata carismático, sino un hombre ordinario cuya mente se fragmentó bajo el peso de una educación tóxica y el aislamiento social. Durante años, cuidó a los niños del pueblo, realizó trabajos ocasionales y participó en la vida comunitaria sin levantar sospechas. Esta normalidad aparente es, paradójicamente, lo que lo convierte en una figura más aterradora que cualquier villano de ficción.
Su legado perdura no solo en la cultura popular, sino en nuestra comprensión colectiva de los límites de la monstruosidad humana. Ed Gein nos recuerda que el horror no siempre llega con advertencias evidentes, sino que puede vivir silenciosamente en la casa de al lado, alimentándose de obsesiones secretas hasta que la realidad y la pesadilla se vuelven indistinguibles.
En la era moderna, cuando los asesinos en serie se han convertido en figuras casi míticas, Ed Gein mantiene su posición como el prototipo del horror psicológico estadounidense. Su historia nos obliga a confrontar una verdad incómoda: los monstruos son reales, y se parecen exactamente a nosotros.
La próxima vez que escuchemos el crujir de una puerta en una casa vacía, o que sintamos una presencia en la oscuridad, recordemos que el verdadero terror no proviene de lo sobrenatural, sino de lo demasiado humano. Ed Gein nos enseñó que la línea entre la cordura y la locura, entre el amor y la obsesión, entre la vida y la muerte, puede ser mucho más delgada de lo que nos gustaría admitir.
Con información de: Playbuzz / People / Time / Britannica / Biography / Wikipedia
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