El compostaje es una de las prácticas más antiguas de la naturaleza: consiste en la descomposición de elementos orgánicos por medio del trabajo de bacterias aeróbicas y anaeróbicas.
El resultado de este proceso permite la liberación de nutrientes y minerales que por medio de la acción microorgánica están nuevamente a disposición para incorporarse al suelo y, por ende, para que nuevas plantas puedan aprovecharlo y nutrirse con ellos. Como el desarrollo de grandes ciudades hace difícil ver este proceso de manera natural, a continuación verás cómo compostar los residuos orgánicos que generes en tu hogar.
¿Por qué un compost?
Por medio del compostaje logramos aprovechar las sobras de nuestra cocina que, de otra manera, irían a las bolsas de basura generando malos olores, contaminación y atracción de roedores indeseados. Una vez descompuestos los restos orgánicos, tenemos una fuente renovada de energía para enriquecer la tierra de nuestras plantas. Por otro lado, el compost nos permite apreciar y valorar el proceso natural en casa: ¡da satisfacción cosechar un compost, sabiendo que esa tierra fértil proviene de lo que podría ser basura!
Lugares para hacer compost
Cualquier recipiente con drenaje y tapa será suficiente: desde un tacho de pintura hasta una elaborada compostera de madera reciclada podrán cumplir con la función. Lo importante es que tenga una capacidad adecuada para la cantidad de residuos que tú generas. Es aconsejable que esté ubicada cerca de la cocina para poder trasladar los restos de comida de manera cómoda. Respecto a la exposición solar, es mejor generar una protección con media sombra, ya que en verano el sol podría levantar mucho la temperatura e interferir en el desarrollo de las actividades de los microorganismos.
Lo que sí puedes compostar
Los residuos para la compostera se dividen en dos grandes grupos: húmedos y secos. El primero incluye los restos de cocina más comunes, como cáscaras de frutas, borra de café, hierbas de té, yerba mate, cabos o piel de verduras, semillas, cáscaras de huevo, verduras y frutas en mal estado. Los secos que puedes incorporar son cosas de uso cotidiano como el pasto cortado, la viruta o aserrín de maderas, hojas de árboles caídas, papel de diario con tinta negra, tierra común en desuso, pelos, heces de animales herbívoros de granja y cenizas. Todos estos elementos beneficiarán el producto final con su descomposición y enriquecerán la mezcla.
Lo que no debes incluir
Hay algunas cosas que contaminan el compost o no logran descomponerse correctamente. Las cenizas o aserrín que provengan de maderas tratadas químicamente contienen tóxicos que no se eliminan fácilmente. Las carnes, los lácteos, el pescado y los huesos no se descomponen de la misma manera que el resto de los desechos y es mejor no incorporarlos. Cualquier desecho inorgánico como el vidrio, el plástico o el aluminio deben separarse y reciclarlos en plantas especiales.
Comenzando a reciclar
Para comenzar, es importante generar un colchón de residuos secos, formando una primer capa que ayudará a absorber la humedad y permitirá el ingreso de oxígeno. Luego deberás intercalar una capa de residuos húmedos con otra de residuos secos hasta llenar el recipiente. De esta manera, te podrás asegurar que no habrá exceso ni falta de humedad para poder dar hábitat a todos los microorganismos que necesitas atraer. No te preocupes si vives en un departamento o lugar cerrado: todo compost bien realizado atrae por sí solo a los microorganismos y no genera ningún tipo de olor desagradable.
Controlando el desarrollo
Dependiendo de las condiciones de calor y la composición de los elementos, el proceso de compostaje puede durar entre dos y seis meses. Para saber si el compost está funcionando, deberás controlar que tenga una humedad media constante sin llegar a acumular líquidos – para ello se utiliza el drenaje inferior – y de a poco verás que la temperatura interior comienza a subir. Si está seco, puedes regarlo un poco. Si sientes un olor a podrido o desagradable, es que está muy húmedo y las bacterias aeróbicas no pueden actuar debido a la falta de oxígeno: deberás airearlo un poco e incorporar residuos secos.
Listo para utilizar
Es muy fácil darte cuenta del momento en el cual el compost está listo para ser utilizado. El resultado de la descomposición será una tierra negra, suelta, húmeda y ligera. Los sentidos te indicarán su punto justo: podrás tocarla para sentirla pura y fresca, podrás olerla y sentirás el aroma a tierra fértil; al mirarla, verás un color homogéneo, entre negro y marrón oscuro. Cuando creas que es el momento, es aconsejable tamizar el compost con una malla de alambre o lo que tengas a disposición ya que es posible que ciertos elementos como ramas o carozos frutales no se hayan descompuesto del todo. Si aún quedan cosas por descomponer luego del tamizado, simplemente tienes que separarlas y ponerlas de vuelta en la compostera para comenzar de nuevo el proceso.
Incorpora lombrices rojas
Las lombrices rojas o californianas son las mejores amigas del compostaje. Su ciclo vital permite acelerar el proceso de descomposición y mejorar su resultado. Las lombrices pasan el día desplazándose y comiendo, lo que permite una mejor aireación en el sustrato y además su fertilización, ya que el resultado de su digestión es el abono natural más fértil que se conoce. Con unas pocas lombrices bastará para que puedas tener una gran colonia: se reproducen rápidamente gracias a su condición de hermafroditas. Ten cuidado con el calor y el frío extremo, ya que no les gusta estar tan expuestas. Asegúrate de que nunca les falte alimento para descomponer porque sino buscarán otro lugar del cual conseguirlo.
Observa y mejora tu experiencia
Día a día podrás ver el desarrollo de tu experiencia. Es importante que practiques tu capacidad de observación y puedas comprender el proceso, viendo qué necesitas cambiar si algo no anda bien. Poco a poco, te darás cuenta cuál es el mejor lugar para conservar la compostera, el espacio que requiere, los elementos que mejor le hacen, y comenzarás a disfrutar de este ciclo vital tan hermoso que llena de vida tu hogar. Recuerda que este círculo virtuoso no se detiene nunca, de las plantas y la cocina tienes los desechos que podrás reciclar y convertir en tierra para tus plantas que te darán alimento y amor.
Por Ezequiel Waldmann
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