Ricardo I de Inglaterra nació en el Palacio de Beaumont, Oxford, el 8 de septiembre de 1157 y falleció en Châlus, Limousin, Francia el 6 de abril de 1199. Conocido como Ricardo Corazón de León, fue rey de Inglaterra entre 1189 y 1199, siendo el tercer hijo del rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania.
En su época, el trovador Bertran de Born lo apodó “Òc e non” (‘sí y no’). Durante su reinado, solo visitó Inglaterra en dos ocasiones: las correspondientes a sus dos coronaciones. En total, no llegaron a seis los meses que pisó su suelo como rey. Tomó parte en la Tercera Cruzada, con campañas en Sicilia y Chipre en el camino y, posteriormente, pasó un período arrestado por Leopoldo V, duque de Austria.
Fue un hombre con una buena educación, que compuso poesía en francés y en occitano. Se decía que era muy atractivo, con un cabello entre pelirrojo y rubio, ojos claros y tez pálida. Al parecer, tenía una estatura superior a la media: 1,96 m. Sin embargo, no se conoce su estatura exacta porque sus restos, ya en tiempos de la Revolución francesa, se habían perdido.
Desde temprana edad pareció tener habilidades políticas y militares destacadas y se volvió notorio por su valentía y disposición al combate, librando duras campañas para controlar las rebeliones de los nobles en su propio territorio. Como sus hermanos, Ricardo desafiaba constantemente la autoridad de su padre y su sentido de responsabilidad se volvía cuestionable.
Ricardo Corazón de León ¿Un rey antisemita?
Cuando Ricardo I fue coronado rey de Inglaterra, excluyó a todos los judíos y las mujeres de la ceremonia (aparentemente porque su coronación no era meramente como rey, sino también como cruzado), pero algunos líderes judíos llegaron a presentar regalos al nuevo rey. Según Ralf de Diceto, los cortesanos de Ricardo desnudaron y flagelaron a los judíos y luego los echaron de la corte. Cuando se extendió el rumor de que Ricardo había ordenado asesinar a todos los judíos, en la población de Londres comenzó una masacre.
Muchos judíos fueron golpeados hasta la muerte, saqueados y quemados vivos. Sus casas fueron incendiadas y muchos de ellos fueron bautizados a la fuerza. Algunos buscaron refugio en la Torre de Londres y otros lograron escapar. Entre otros, fue asesinado Jacobo de Orleans, reconocido ampliamente como uno de los más prominentes de la época. Roger de Howeden, en su Gesta Regis Ricardi, expuso que la revuelta fue iniciada por los ciudadanos viciosos e intolerantes y que Ricardo I castigó a los perpetradores y permitió a los judíos conversos a la fuerza volver al judaísmo. El arzobispo de Canterbury Baldo de Exeter reaccionó diciendo que «Si el Rey no es un hombre de Dios, entonces más bien es del Diablo».
Al darse cuenta de que los asaltos desestabilizarían su reino en vísperas de su partida a la cruzada, Ricardo I ordenó la ejecución de los responsables de los asesinatos y persecuciones más notables (muchos de ellos ya habían sido colgados al incendiar hogares cristianos por error durante la revuelta). Distribuyó un escrito real ordenando que se dejara en paz a los judíos. Sin embargo, el edicto no fue puesto en práctica en forma estricta y en marzo siguiente hubo más violencia, incluyendo una masacre en York.
El León que fue asesinado por la Hormiga
Al atardecer del 25 de marzo de 1199, Ricardo caminaba por el perímetro del castillo sin su cota de malla, investigando el progreso de las obras militares en los muros. Ocasionalmente, se verificaban lanzamientos de flechas desde las murallas del castillo, pero se les prestaba poca atención.
Un defensor en particular divertía mucho al rey: un hombre parado sobre la muralla, ballesta en mano, sostenía con la otra una sartén que usaba como escudo contra los proyectiles. Apuntó una flecha deliberadamente al rey, a lo cual éste aplaudió. Sin embargo, otra flecha lo hirió en el hombro izquierdo cerca del cuello. Intentó sacarla dentro de su tienda, pero no tuvo éxito. Un cirujano le extrajo la flecha, produciéndose posteriormente una gangrena, complicación habitual en la época debida a la inexistencia de medidas de asepsia y tratamientos antibióticos.
Ricardo hizo traer al ballestero ante él, llamó a Pedro Basil, Juan Sabroz, Dudo y Bertrán de Gurdun alternativamente, según los cronistas. El hombre resultó ser un niño, el cual alegó que el rey había asesinado a su padre y dos de sus hermanos y que había disparado a Ricardo en venganza.
El niño esperaba ser asesinado. Ricardo, como último acto de piedad, lo perdonó diciendo: «Continúa viviendo y por mi recompensa contempla la luz del día», antes de ordenar que lo liberaran y despidieran con 100 chelines. Ricardo, entonces, puso sus asuntos en orden, legando todos sus territorios a su hermano Juan y sus joyas a su sobrino Otón.
Ricardo Corazón de León murió el martes, 6 de abril de 1199, en brazos de su madre. Más tarde se afirmaría que «Cuando el día terminaba, terminó su vida terrenal». Su muerte fue referida como «el León [que] fue asesinado por la Hormiga». Su último acto de caballerosidad fue infructuoso: tan pronto murió, su mercenario más infame, el capitán Mercadier, tomó al niño que había disparado la flecha fatal, lo despellejó vivo y luego lo colgó.
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