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‘Baco’: el retrato de Caravaggio sobre la fugacidad de los placeres

‘Baco’: el retrato de Caravaggio sobre la fugacidad de los placeres

Baco, conocido como Dioniso por los griegos, era el dios del vino, el teatro y las fiestas, pero también el dios de la emoción. Caravaggio nos ofrece una mirada seductora, desmesurada y fascinante del dios, dejando de lado la realidad idealizada y aristocrática del arte renacentista.

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Caravaggio, el maestro lombardo

Michelangelo Merisi, mejor conocido como Caravaggio (1571-1610), es el artista del barroco italiano más influyente de la historia del arte, y es considerado uno de los mejores pintores de todos los tiempos.

Caravaggio, cuya obra destacó por el magistral empleo de luces y sombras en función de la fuerza psicológica de sus personajes, se resistía a llevar a cabo proyectos sustentados en temas religiosos. Incluso, cuando le fue encargado pintar para la alta sociedad, y fue introducido en el círculo del cardenal Del Monte, el maestro lombardo se decidió por retornar a los clásicos, y abordar de forma transgresora la figura del dios del vino.

Baco y la desacralización del dios de la emoción

Baco es una pintura de 1596, perteneciente al barroco italiano, realizada en óleo sobre lienzo, y actualmente ubicada en la Galleria degli Uffizi, en Florencia, Italia.

‘Baco’ es un pintura de Caravaggio de 1596 – Fuente: Wikipedia.-

En Baco, Caravaggio se encargó de desafiar el idealismo del arte tradicional, desde una perspectiva sensual y exuberante. El retrato no solo encarna el magistral manejo de la tridimensionalidad, el naturalismo radical y el carácter sensorial de todos los elementos que acompañan la composición, sino que permite al espectador sumergirse en la verdad que se encuentra detrás de los ojos del protagonista.

El Baco representado bajo la mirada de Caravaggio no corresponde ni a la tradición iconográfica e idealizada del dios romano, ni a la visión aristocrática renacentista. La desacralización del dios -que de acuerdo con la mitología griega es hijo de Zeus y Sémele-, no es más que la intención del artista barroco por aterrizar, en plano terrenal, a uno de los personajes más fascinantes del mito clásico.

El retrato de Baco es realmente el de la capital italiana durante el siglo XVI. Lo que Caravaggio contempla, por medio de su lienzo, es a un muchacho de la época, probablemente uno de los «castrati» que vivía en el palacio del cardenal, fungiendo sin obligación como el anfitrión de una fiesta, ofreciendo una de muchas copas de vino.

Caravaggio y la fugacidad de los placeres

Al igual que en muchas de sus otras obras, Caravaggio se sustenta sobre la fuerza psicológica de los elementos que componen la escena, entre ellos, los bodegones. En Baco, en particular, el cesto de frutas nos refiere a una ofrenda divina, que, a pesar de su colorido, refleja la plenitud y voluptuosidad de una belleza que comienza a extinguirse, a marchitarse. De este modo, Caravaggio juega con la metáfora entre lo divino y lo terrenal, la realidad y la ilusión, en la que Baco, el dios de la emoción, nos contempla en medio del éxtasis y el placer.

Con información de: Grandes maestros de la pintura, Editorial Sol90. / Historia-Arte! / Arte Historia / Foto: Wikimedia

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