Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti.
Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado), los shabtis comienzan a aparecer en las tumbas de la clase pudiente desde finales del Reino medio (hacia 1700 a.e.c.) y se generalizan a partir del Segundo periodo intermedio (1650-1550 a.e.c.). Con el tiempo, llegará a haber un shabti para cada día del año o incluso más: en la tumba de Tutankamón aparecieron 414. Cuando son muchos, suelen guardarse en cajas de madera.
Su color verdeazulado y forma de momia hacen que se parezcan a Osiris, el dios de los muertos, el rey difunto que ha triunfado sobre la muerte y cuyo hijo, Horus, hereda el trono sobre la tierra de los vivos.
Instrucciones para un shabti
La primera referencia escrita que tenemos a estas figurillas apunta hacia otro lado. Se trata de la fórmula 472 de los Textos de los Ataúdes, que se conserva en dos ataúdes procedentes de Dayr el-Barsha, la necrópolis de la antigua Jemenu (Hermópolis), centro fundamental de creación de nuevos textos mortuorios durante el Reino Medio (2050-1650 a.e.c.). El título de la fórmula explica el objetivo de los shabtis, pero no su identidad: “Fórmula para hacer que los shabtis hagan el trabajo de su señor en la necrópolis”.
A continuación, se indica que el oficiante (normalmente, el primogénito del difunto) habla a los dioses:
¡Miradlo bien, nobles, dioses, espíritus y muertos que estáis en el cielo y en la tierra! Ha recuperado su poder, se ha hecho con sus tronos y ha gobernado los rebaños (humanos) creados para este N (= el difunto) siguiendo la orden de los dioses.
Después, se dirige a cada shabti:
Si este N es reclutado para reparar canales, nivelar explanadas, patrullar las orillas o cultivar nuevos campos para el rey reinante, ‘¡Aquí estoy yo en su lugar!’ –le dirás a todo mensajero noble que venga contra este N–.
Por último, a todos los shabtis:
¡Tomad pues vuestros picos, azadas, azuelas y capazos, como hace todo el mundo para su señor! ¡Oh, shabtis! ¡Ayudad a este N! Si este N es reclutado para su servicio y le es penoso como le ocurre a todo el mundo, “¡Aquí estamos!” –diréis–. Si este N es reclutado para vigilar a un trabajador en el cultivo de nuevos campos, repoblar las orillas o transportar arena remando desde el oeste al este del río y viceversa, “¡Aquí estamos!” –le diréis respecto a ello–.
La fórmula acaba con unas instrucciones en el colofón: “Recitar sobre un dibujo del señor vivo hecho en tamarisco y azufaifo, colocado en la capilla del noble espíritu (es decir, el difunto)”.
¿Textos antes que objetos?
Lo primero que sorprende es que el texto es algo anterior a la aparición de los shabtis. Como es un texto antiguo es normal que use el término shabti, el más antiguo, que significa “trozo de madera”, y no ushebti, que significa “el que responde”, y que aparecerá mil años más tarde (dinastía XXI).
También es llamativo que el texto presente a los shabtis respondiendo ante las órdenes de reclutamiento por parte de los emisarios reales.
Por último, el texto parece ser un encantamiento que se recitaba sobre un dibujo del difunto, para que los shabtis reaccionasen cuando llegase su momento, tal como nos indica el colofón. Esto implica que los shabtis tenían que estar ya en esa época (dinastía XII) en alguna parte de la tumba. Pero no los encontramos hasta el final de esa dinastía.
¿Objetos del difunto o sus avatares?
La referencia a la pieza de madera cuadra bien con los primeros shabtis, que son palos de madera poco tallados, sin inscripción o con ella.
A veces colocados en sus propios ataúdes, se ha interpretado que eran sustitutos de los trabajadores del señor de la tumba, un recuerdo de aquellos que pudieron tener que enterrarse junto al rey al comienzo de la historia egipcia (dinastía I).
Sin embargo, el hecho de que estos palitos de madera den paso a las figuras mumiformes de fayenza verdeazulada y similares podría hacer pensar que los shabtis son, propiamente, los elementos del ajuar funerario que tienen la función de sustituir al difunto en los trabajos reales. Cumplirían un papel parecido a las sandalias, por ejemplo, un artículo frecuente en los enterramientos que sirven al difunto para caminar por el otro mundo y que deben activarse mágicamente.
Los shabtis se transforman en trasuntos del difunto, sus avatares. Son figuras que imitan al difunto, identificado con Osiris, con la forma de este y el nombre de aquel, como indica la forma de tratamiento del difunto omnipresente en los Textos de los Ataúdes: “Este osiris N” (siendo N el nombre del difunto en cuestión y “Osiris”, una forma de tratamiento, como si dijéramos “señor difunto”).
Da la impresión de que, por medio de la repetición (un shabti para cada día) y de la imitación (todos los shabtis son como el difunto), se pretendía engañar a esos emisarios reales para que pensaran que el propio difunto estaba cumpliendo con sus obligaciones para con el rey.
Al igual que en vida, quien tenía sus propios trabajadores estaba exento de sus obligaciones, y también podía construirse una tumba con, entre otras cosas, numerosos shabtis.
Carlos Gracia Zamacona, Investigador Atracción de Talento (modalidad 1), Egiptología y Lingüística, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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