Las personas que viven en la pobreza podrían enfrentarse a algo más que a la falta de dinero. Un estudio reciente sugiere que quizás también podría desangrar su potencia cerebral.
Un equipo internacional de investigadores halló que la pobreza y los problemas relacionados consumen tanta energía mental que los pobres tienen menos habilidades de pensamiento restantes dedicadas a la toma de decisiones, lo que los deja más propensos a cometer errores que tanto provocan como perpetúan las dificultades financieras.
«El sistema cognitivo humano es limitado. Cuando alguien no tiene suficiente recursos (dinero, tiempo y otras formas de afrontar los problemas) hay una compensación con el pensamiento», señaló la coautora del estudio, Jiaying Zhao, profesora asistente de psicología de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver. «Lo que planteamos es que estos problemas relacionados con la pobreza consumen recursos mentales y afectan a las habilidades de resolución de problemas… y, como resultado, los pobres cuentan con menos recursos mentales para otros problemas».
El estudio aparece en la edición del 29 de agosto de la revista Science.
Alrededor del 20 por ciento de la población mundial se enfrenta a la pobreza, y más o menos el 15 por ciento de los estadounidenses encajaban en esa clasificación en 2010, según el Centro Nacional sobre la Pobreza de la Universidad de Michigan. Investigaciones anteriores han vinculado la pobreza con conductas contraproducentes, como una mala gestión financiera, pero el nuevo estudio es el primero en sugerir que la pobreza en realidad provoca una disminución en la función mental.
Zhao y colegas realizaron una serie de experimentos en dos continentes, y hallaron que las personas preocupadas por los problemas financieros demostraban una reducción en la función mental equivalente a trece puntos en el coeficiente intelectual (CI). Los autores del estudio aseguraron que los resultados ayudan a explicar por qué los pobres con frecuencia se consideran como menos capaces en ciertas tareas.
En el primer grupo de experimentos participaron unas 400 personas en un centro comercial de Nueva Jersey que tenían unos ingresos anuales promedio de alrededor de 70,000 dólares. El nivel más bajo de ingresos era de unos 20,000 dólares. Se pidió a los participantes que pensaran en cómo resolverían problemas financieros, como una reparación repentina para el coche, y se les asignó al azar a un escenario en que el costo era bajo o alto, por ejemplo, una reparación de 150 dólares o una reparación de 1,500 dólares.
Los grupos fueron divididos en «pobres» y «ricos» según los ingresos. El estudio indicó que los pobres y los ricos tenían el mismo buen rendimiento en las pruebas cognitivas cuando los escenarios eran «fáciles», como en la reparación del coche con un costo de 150 dólares. Pero cuando consideraban el escenario «difícil» de la reparación del coche con un costo de 1,500 dólares, los que estaban en el extremo inferior de la escala de ingresos rindieron significativamente peor en las pruebas de inteligencia fluida y de cognición, mientras que los participantes ricos rindieron igual de bien ante la decisión más difícil.
En el segundo grupo de experimentos participaron unos 500 agricultores de caña de azúcar en India que dependían de la cosecha anual para al menos el 60 por ciento de sus ingresos, y que eran pobres antes de la cosecha y ricos después de la cosecha. Se les administraron las mismas pruebas antes y después de la cosecha, y los agricultores rindieron mejor en ambas pruebas después de la cosecha, en comparación con antes de la cosecha.
Los autores del estudio descartaron el estrés como causa de la reducción cognitiva de los participantes pobres, anotando que con frecuencia el estrés puede provocar un mejor rendimiento mental. En lugar de ello, plantearon, la disminución cerebral, que es reversible, ocurre debido a que los problemas relacionados con la pobreza simplemente consumen las capacidades mentales, dejando menos capacidad para otras tareas.
«La idea es que las personas tienen solo una cierta cantidad de energía para tomar decisiones… y vencer las tentaciones», señaló Kathleen Vohs, profesora de mercadeo en la Universidad de Minnesota. Vohs escribió un comentario que acompaña al nuevo estudio.
«Tiene todo el sentido», aseguró Vohs. «Los que se enfrentan a la pobreza tienen constantemente que luchar contra las tentaciones y elegir opciones».
Aunque el estudio encontró una asociación entre la pobreza y una reducción en las habilidades de pensamiento, no estableció causalidad.
Zhao, que participó en la investigación mientras estudiaba para recibir su grado doctoral de la Universidad de Princeton, apuntó que los legisladores pueden utilizar los hallazgos para ayudar a las personas pobres a utilizar programas sociales como Medicare y los cupones alimentarios de forma más efectiva.
«Tener que rellenar unos formularios largos, prepararse para una entrevista larga o descifrar las reglas de un programa consumen recursos cognitivos, y son recursos que los pobres no tienen», apuntó, y anotó que los formularios se deben simplificar y se deben ofrecer recordatorios para reforzar los recursos mentales de los destinatarios. «Reducir las ‘cargas cognitivas’ de los pobres es una implicación inmediata para la política pública».
Fuente: HealthDay, traducido por Hispanicare
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