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Reflexión: Incondicional

Reflexión: Incondicional

«Ámame cuando menos lo merezca, que es cuando más lo necesito»

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He leído esa frase infinitas veces en posts de facebook o en algunos blogs. A veces estaba a favor, otras veces quizás un poco en contra. Hasta que llega la experiencia a enseñarnos lo que debemos aprender. En el momento justo.

Aunque mi madre es un ser humano genial para todo el que la conoce, desde que recuerdo, mi relación con ella ha sido un poco complicada. Puede que sea por aquello de que las hijas solo llegan a entender a las madres en el momento que también se convierten en madres. Mami siempre se preocupó por nosotros, por nuestro futuro, por nuestra educación, por nuestro comportamiento, incluso por nuestra apariencia (aunque sigo preguntándome cómo rayos sometían a uno a la tortura de usar vestidos con cretona en nombre del buen vestir). Ella siempre tenía grandes planes para nuestro futuro pero a veces olvidaba que éramos niños, o que éramos adolescentes. Olvidaba que estábamos en edades propensas a decir estupideces de las que luego nos retractaríamos. El problema con todo esto es que si estabas en medio de alguna actividad en la que ella te apoyaba y surgía alguna diferencia de opinión o ella entendía que le estabas faltando el respeto en algo, hasta ahí llegaba el apoyo. El respaldo estaba condicionado por la relación con ella y, como yo era propensa a tener diferencias con mami porque nuestros puntos de vista siempre han estado un tanto divorciados, esperé hasta poder trabajar para desarrollar algunas actividades porque, para planes a largo plazo, no sabía hasta qué punto podía contar con su apoyo.

Con mi papá, la historia fue distinta. No era una persona de complacer caprichos, pero si te decía que sí, era sí. No importa lo que pasara, no importa las estupideces que dijeras. Imagino que muchas veces tuvo que contar hasta 10,000 para no decirme un par de verdades con el tono justo, esperó que fuera la vida que me enseñara las lecciones, y todavía las estoy aprendiendo. Aunque muchas veces no merecíamos su dedicación, siempre supimos que contábamos con él sin condición y eso nos ha enseñado también a ser incondicionales con los nuestros ahora.

«Si me quieren, yo quiero. A quien no me quiere, no lo quiero»

Esta frase se ha vuelto muy común en estos días. Pero, saben qué? No debe ser así, no estamos llamados a esto. Si nos acogemos a esta receta, el amor pasa de ser un acto de entrega a ser un mero intercambio.

30 años de amistad, 50 años de matrimonio, una larga trayectoria de trabajo en equipo… Cuando escucha estas cosas, cree que todo ha sido bueno a lo largo del camino? Que los amigos siempre han sido leales, que los dos en el matrimonio han cooperado para superar con éxito sus diferencias, que los miembros del equipo siempre han sorteado con éxito los errores? Pues no. Todos flaqueamos.

Puede que un día tu amigo de siempre esté pasando por un momento difícil en su vida que lo lleve a hacer cosas que laceren la amistad. Es posible que por las razones que sea tu pareja te sea indiferente en algún momento y eso te haga sentir mal, también se da el caso de que un miembro de tu equipo de trabajo cometa un «horror» que traiga consecuencias imprevistas para la compañía. Aunque cortar la amistad, terminar la relación y despedir al empleado sea la salida menos traumática, es bueno tomar el cuenta que un voto de confianza, a veces, es el gran milagro que estas situaciones necesitan.

No es fácil ser pacientes, no es fácil perdonar, no es fácil dar una segunda oportunidad y seguir apostando al potencial de tu gente. Si, tu gente. Porque ya sea el amigo, la pareja o el empleado, lo has seleccionado tú. Habrá momentos en que las personas con las que te relacionas no merezcan tu amor, ni tu paciencia, ni tu presencia. Pero serán esos los momentos en que más necesiten de ti y que ni siquiera ellos lo sepan. Nuestra actitud ante las diferentes situaciones de la vida no solo determina nuestro éxito, también determina el éxito de los otros, el de ambas partes al continuar haciendo historia juntos.

Todavía sigo pensando si en algún momento llegaré a ponerme realmente de acuerdo con mi mamá, pero tengo la seguridad de que hay alguien en casa que me dejó pasar muchas hasta que por fin aprendí. El hecho de entender lo errada que estuve y lo paciente que tuvo que ser conmigo, me hace quererlo más.

Por FioresFiorentino @Fioresita

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