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¿Por qué nos seguimos contando Caperucita Roja?

¿Por qué nos seguimos contando Caperucita Roja?

Ya en la década de los 70 del pasado siglo el gran escritor y pedagogo italiano Gianni Rodari afirmaba en su Gramática de la fantasía que con oír tan solo estas cinco palabras “niña, bosque, flores, lobo y abuela” todo el mundo evocaba el mismo cuento. No es de extrañar, ya que si hay un cuento de hadas por excelencia que se ha transmitido de generación en generación en las sociedades occidentales, ese es el de Caperucita Roja.

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Ilustración de autor desconocido del manuscrito de Histoires ou contes du temps passé, avec des moralités, avec cet autre titre au dos : Contes de ma mère l’Oye de Charles Perrault, 1695. Wikimedia Commons / Morgan Library and Museum

Para muchos de nosotros se trata del primer cuento que nos contaron nuestros padres o abuelos, y es probable que también sea uno de los primeros que hayamos contado. No obstante, pocos recordarán que fue Charles Perrault quien en 1697 publicó la primera versión escrita del cuento (en la que abuela y nieta son devoradas por el lobo), y que no fue hasta 1812 cuando los hermanos Grimm dieron vida al cazador, salvando así a la joven de las fauces del lobo.

Cientos de versiones en el siglo XX

Caperucita Roja ha sido uno de los cuentos de hadas más compartidos y reinterpretados del siglo XX, con más de un centenar de versiones diferentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Caperucita Roja es un referente literario mundial que ha sabido adaptarse a las inquietudes sociales, morales, políticas, educativas y literarias de cada época, hasta el punto en el que hoy en día es considerada un icono universal.

Tal y como dijo Miguel de Unamuno: “El progreso consiste en renovarse”. La forma en la que Caperucita Roja, al igual que el género de los cuentos de hadas, se ha ido transformando durante las últimas décadas es un ejemplo de cómo la literatura infantil ha evolucionado con el cambio de siglo.

La importancia de las ilustraciones

Una de las principales características de la narrativa infantil contemporánea es que, tras su consolidación como literatura escrita, incorpora el código visual –es decir, la imagen o las ilustraciones– en la construcción narrativa y semántica.

Actualmente podemos encontrar un sinfín de versiones e interpretaciones ilustradas de este cuento, algunas de las cuales contienen únicamente ilustraciones, como es el caso del álbum sin texto de Adolfo Serra titulado Caperucita Roja (Nórdica Libros, 2019) o el de Lorena Martínez Oronoz titulado A (Cénlit, 2018).

Este tipo de libros silentes requieren una lectura más participativa por parte del lector, ya que no existe ninguna voz narrativa que interprete la historia; ofreciendo, de este modo, un ejercicio de lectura activa que permite al lector desarrollar su competencia literaria y avanzar en su formación lectora.

Carga moral

Portada de Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite (Siruela, 1990).

A pesar de las novedades que han supuesto las tendencias culturales postmodernas, algunas de las adaptaciones de Caperucita Roja publicadas últimamente continúan teniendo una fuerte carga moral, especialmente aquellas que no dulcifican el final del cuento de Perrault.

Ese es el caso de la versión de Caperucita Roja (Juventud, 2019) escrita por Beatrix Potter hace más de un siglo y recientemente ilustrada por Helen Oxenbury. La combinación del trabajo de estas autoras –dos de las más prestigiosas de la literatura infantil inglesa– sitúan la trama en la campiña inglesa.

Por otro lado, actualmente podemos encontrar Caperucitas en las que se evidencia una caracterización más psicológica de los personajes como, por ejemplo, en La ladrona de sellos de Txabi Arnal con ilustraciones de Julio Antonio Blasco (Edelvives, 2014), donde Caperucita no consigue superar la muerte del lobo e intenta comunicarse con él a través de cartas.

Portada de La niña de rojo, de Frisch e Innocenti y traducción de Carlos Heras Martínez (Kalandraka, 2013). Kalandraka

Además, también existen versiones de Caperucita en las que subyace una crítica social al estilo de vida moderno, como en La niña de rojo (Kalandraka, 2013) ilustrada por Roberto Innocenti y escrita por Aaron Frisch, quienes convierten el peligroso bosque en una gran ciudad –un recurso que había sido empleado ya a finales del siglo XX en la conocida Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite (Siruela, 1990)–.

Versiones humorísticas

Por último, otro rasgo propio de la narrativa infantil contemporánea que también han adoptado las nuevas adaptaciones del cuento clásico es el humor y la parodia como juego literario, como ocurre en La verdadera historia de Caperucita Roja de Agnese Baruzzi y Sandro Natali (Ediciones B, 2008), en la que el lobo se convierte en un ser educado, servicial y amado por todos los personajes excepto por Caperucita, que ha perdido su papel principal.

Otra divertida versión es Lo que no vio Caperucita Roja de Mar Ferrero (Edelvives, 2013), en la que el lobo, la abuelita y los animales del bosque son quienes nos cuentan qué pasó realmente ese día.

No es de extrañar el inagotable interés que suscita Caperucita Roja, ya que a través de la oposición de arquetipos aborda algunas de las preocupaciones fundamentales de la humanidad como lo son la familia, la moralidad, el crecimiento y el envejecimiento o las relaciones entre los sexos. Unos arquetipos que se han reinventado y han sabido adaptarse a los cambios sociales que se han dado a lo largo del tiempo.

Karla Fernández de Gamboa Vázquez, Doctora en Educación y profesora adjunta de Didáctica de la Literatura, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Xabier Etxaniz Erle, Profesor de Literatura Infantil y Juvenil, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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