Pónganse a Leer con Pedro Julio | …“Los adultos no conocen a sus semejantes más que por pequeños fragmentos mal unidos, mal iluminados por una luz dudosa. Pero el niño los ve bajo una luz absoluta, con la misma claridad que el Ogro a la Bella Durmiente”…
Esto lo expreso Léon Werth, el gran amigo grande al que Antoine de Saint-Exupery dedicó el libro al que le dedicamos este espacio, El Principito.
León Werth fue un crítico y ensayista que pasaba por un momento difícil en Francia cuando Saint-Exupery le dedicó la obra para consolarle, como dice al inicio del libro. Para León, el aviador francés no había extirpado de sí mismo su infancia, por lo que su visión de la vida era más luminosa que la de todo el mundo, porque cuando se es niño ve la vida con otros colores.
De El Principito se ha dicho mucho, de manera que me limitare a hacerles una invitación a su lectura, a darse banquete con una obra que alimenta. Y lo haré a través de mi experiencia con un libro fundamental y especial para mí.
Ha llegado hasta nosotros gracias a la traducción magistral de Bonifacio del Carril, publicada por la editorial argentina Emecé Editores en septiembre de 1951. Esta es la edición que yo tengo y me llena de orgullo.
La obra
Es una obra importantísima por su influencia para los seres humanos, desde su publicación el 06 de abril de 1943 ha sido traducida a más de 300 idiomas y dialectos, ha sido adaptado de muchas formas: en audiolibros, obras de teatro, películas, ballets, obras de teatro, óperas, series animadas, anime y hasta un parque temático en una ciudad de Ungersheim en la región de Alsacia en Francia.
Saint-Exupery escribió la obra en un momento difícil de su vida, se sentía profundamente triste, se sentía aislado en un país que no era el suyo, vivía en Estados Unidos y nunca se adaptó a la forma de vivir ahí; tenía problemas matrimoniales; le angustiaba no tener noticias de su familia; le preocupaba la situación de Francia que había sido invadida por los alemanes y sus paisanos le habían acusado de colaboracionismo con el gobierno francés, y en este momento de tanta inestabilidad emocional fue capaz de escribir su obra culmen, el diría «Es muy curiosa la desesperación. Necesito renacer», y renació a través del Principito.
Las lecciones
“Lo esencial es invisible a los ojos”
Esta es quizá la frase más famosa del libro, y la más citada sin dudas.
Esta frase la encontramos en el capítulo 21, cuando El Principito se encuentra con el zorro y conversan acerca del verdadero valor de las cosas y de cómo muchas veces no nos damos cuenta de ello porque no siempre esto es evidente. El autor nos propone empezar a darle importancia a esas cosas que no podemos ver sino sentir, como el amor o la amistad.
Es una reflexión acerca de la prioridad que deberíamos dar a las cosas, acerca del verdadero valor de ellas, a sopesar la verdadera esencia de las mismas. Y es que los ojos pueden llegar a engañarnos pero el corazón no, lo que sentimos nos presenta una verdad que no podemos refutar.
Todos tenemos una rosa o somos la rosa de alguien
La rosa es un personaje complejo, tiene muchos matices, en la rosa encontramos vanidad y orgullo pero el amor puro y desinteresado.
Para el Principito, la rosa es única y todos tenemos una rosa y hemos sido la rosa de alguien.
Y por esto mismo muchas veces no nos hemos dado cuenta de que la importancia de esa rosa (seamos nosotros o no) radica en los cuidados que le prodigamos, así como el Principito a su rosa. Porque es que la rosa depende de esos cuidados para vivir, sin esos cuidadnos esa rosa morirá.
Buscando domesticación
El zorro es mi personaje favorito del libro después de su protagonista, es el primer amigo que encuentra El Principito en su viaje.
El zorro le explica al principito que es la amistad y aquí entra el concepto de domesticación, Saint-Exupery reflexiona y expone que solo se conocen bien las cosas que se domestican, porque en ese sentido domesticar significa experimentar, dedicar tiempo y ser paciente para alcanzar el acercamiento al principio sin decir nada, porque según el zorro la palabra es fuente de malos entendidos.
La domesticación implica también que cuando el proceso termina, se siente un vacío inmenso, mucha tristeza.
Bueno gente, si sigo hablando nos agarra el sereno, dejaremos esto hasta aquí, espero de haberles picado la curiosidad para que se vayan todos corriendo a buscar un ejemplar de este libro que es oro molido.
A los que aún no lo han leído tienen ante ustedes una experiencia maravillosa y a los que lo leyeron ya, repítanlo, que el principito es como el helado, nunca es suficiente.
Imagen portada: Shutterstock
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