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Pasados incómodos de los gigantes de la automoción en la Segunda Guerra Mundial

Por Michel Rodriguez | Las guerras siempre han expuesto el lado más oscuro e irracional del hombre. Lo mismo pasó con la Segunda Guerra Mundial, no solo porque fue un “todos contra todos”, sino porque además mostró la crueldad de la que eran capaces numerosas empresas y figuras públicas al velar por sus intereses. Dentro de este grupo destacan algunos de los grandes de la industria automotriz del momento, quienes salieron casi indemnes del caos. Aunque de este tema se ha dicho bastante, como fanático de la historia considero importante volver sobre el horror, para no repetirlo. Por eso esta entrega va dedicada a los pasados incómodos que cargan en su historial varios gigantes de la automoción, por su rol en la Segunda Guerra Mundial.

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Contexto

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) estalla con la invasión alemana a Polonia el primero de septiembre de 1939, luego de una intensa pelea por parte de Alemania para recuperar su “espacio vital”; un proceso que comenzó con la anexión de Austria el 12 de marzo de 1938, con la idea de crear un solo Estado germánico.

Se trataba de un concepto similar al de la Confederación Germánica (1815-1866) –solo que en osta ocasión eran los alemanes los que mandaban y no los austríacos–, que llevó al conflicto de Danzig; pequeña ciudad en Prusia Oriental, que Hitler deseaba anexar a Alemania.

Lo de Danzig desata la invasión a Polonia y el estallido de las hostilidades, en las que los alemanes tuvieron una supremacía total hasta 1943.

El principal aporte de BMW en la guerra, además de motores de avión, son sus motos – Imagen: Static.-

Zwangsarbeit: la política de la mano de obra forzada

Durante los tres primeros años de la guerra, Alemania, estando en su mejor momento, logró varias conquistas: Dinamarca, Noruega, Francia, Holanda, Bélgica y África en 1940, y Grecia y parte de la URSS en 1941. Todo esto gracias a la doctrina militar conocida como Blitzkrieg (o Guerra Relámpago), que consistía en ofensivas rápidas organizadas con la participación de todas la fuerzas militares de forma simultánea.  

Pero con el tiempo el Blitzkrieg comenzó a perder efectividad. Además, para 1942 más del 60% de la mano de obra alemana masculina estaba en la guerra, por lo que se necesitaban otras alternativas para mantener la capacidad productiva del país, a riesgo de no poder continuar luchando.

Fue entonces cuando los nazis decidieron hacer uso de los 1,2 millones de prisioneros (entre judíos y de otras “razas”; entre civiles y disidentes) que habían capturado para 1941. Esta política de trabajo forzado se conoció como la Zwangsarbeit.

Así, desde su aplicación, los nazis pasaron a identificar la mano de obra extranjera como fremdarbeiter, la mano de obra no germánica como fremdvölkisch, la mano de obra civil forzada que no estaba en campos de trabajo como zivilarbeiter, y a la mano de obra forzada de los territorios ocupados en la URSS como ostarbeiter.

Daimler-Benz fabricó motores para los aviones de la Luftwaffe – Imagen: Imgur.-

La industria automotriz, la gran beneficiada

Durante este período muchas empresas automotrices hicieron fortunas con contratos para las Fuerzas Armadas del Tercer Reich; fabricándole vehículos y armamento. Algunas de estas empresas ya no existen, pero otras sí. ¿Cuales son algunas de esas empresas automotrices?

1. BMW

Según el libro BMW – Eine Deutsche Geschichte (BMW – Una historia Alemana), la firma germana utilizó un total de 50.000 personas como esclavos. En 1959 la empresa sería comprada por Hebert Quandt, quien, junto a su padre Günther Quandt, miembro del Partido Nazi desde 1933 y exesposo de Magda Goebbles, harían de la suya una de las familias más ricas de Alemania gracias a la guerra. En los 90, BMW comenzó un proceso de sinceración y apertura respecto a la materia. Hoy en día la familia Quandt posee un 25% de BMW aproximadamente.

2. Daimler-Benz

La firma utilizó 40.000 esclavos en la fabricación de armamento, vehículos militares. Daimler-Benz no solo produjo vehículos militares, sino que además fue el gran proveedor de automóviles de lujo y flotas de uso civil para diversos estratos del Gobierno alemán, incluso los vehículos personales de la Cancillería del Reich.

3. Auto Union (Audi)

El historiador económico Rudolf Boch y el Jefe del Dpto. Histórico de Audi, Martin Kukowski indicaron en su libro Economía de guerra y uso de mano de obra esclava de Auto Union Chemnitz AG durante la 2da Guerra Mundial dejó en claro que Auto Union utilizó más de 20.000 esclavos. Arrancando con 3700 internos de campos de concentración, después de un primer acuerdo con el ala militar del Partido Nazi. Luego se sumarían otros 16500 esclavos.

4. Volkswagen

Finalizadas las hostilidades, los aliados hicieron un lavado de cara a la Volkswagen, una empresa creada por una de las organizaciones del Partido Nazi. En 1934 el Frente Obrero Alemán, ente militante del Partido Nazi, fundó la Gesellschaft zur Vorbereitung des Volkswagens mbH (Sociedad para el desarrollo del Volkswagen mbH). Durante la guerra la empresa se enfocó principalmente en crear vehículos como el vehículo táctico y de reconocimiento Kübelwagen, o el Schwimwagen, la versión anfibia del Kübel. Para esto Volkswagen usaría unos 20.000 esclavos.

En la posguerra, la fábrica pasó a manos de los ingleses, que la llamaron Wolfsburg Motor Works. Pero En 1949 el Gobierno británico entregó la empresa a la administración fiduciaria del Estado de Baja Sajonia, con la condición de que los derechos de propiedad se ejercieran conjuntamente con el gobierno federal y que los demás estados federales y los sindicatos tuvieran una gran influencia. A partir de entonces, la empresa se convirtió en la Volkswagenwerk GmbH, con Herman Münch como primer Director General, y reconocido por ser disidente del régimen nazi.

El Kübelwagen y el Schwimwagen son los aportes principales de la Volkswagen de pre-guerra – Imagen: Pinimg.-

Empresas que jugaron para ambos equipos

La parte más interesante de esta historia es que cuenta con empresas estadounidenses que se lucraron de sus operaciones en Alemania, recibiendo ingresos incluso luego de que EE. UU. entrara a la guerra. ¿Cuáles fueron?

1. Ford Motor Company

Empecemos por el hecho de que Ford y Hitler se admiraban, de hecho, Hitler tenía una foto de Ford en su oficina privada en Munich. Ford, a su vez, tenía fábricas en Berlín, Colonia y Hamburgo en Alemania. Dichas fábricas colaboraron produciendo vehículos y armas para la reconstrucción de las fuerzas militares alemanas, y a partir de 1940, se les sumaría otra planta de Ford ubicada en la Francia ocupada.

Todo esto con el visto bueno de la casa matriz en EE.UU. Según un informe del Wahisngton Post de 1989, Ford incluso recibió ingresos cercanos a los 60 mil dólares por mes entre 1940 y 1943. Es decir, que durante los tres años en que EE.UU. estuvo en guerra  contra Alemania, Ford –cuyo aporte al bloque de los Aliados fue enorme– siguió recibiendo ingresos generados por trabajo de mano de obra esclava; aún cuando desde diciembre de 1941 estaba prohibido el contacto de negocios con el “enemigo”.

Camión Ford Maultier, fabricado en Alemania al servicio de la Wermacht alemana – Imagen: Pinimg.-

2. Opel (General Motors)

Subsidiaria de GM desde 1926, Opel produjo una variedad de vehículos militares antes y durante la Segunda Guerra. La inclinación por colaborar con el Partido Nazi de esta compañía fue tan notoria que en 1938 James Mooney, uno de sus directivos,  recibió la Medalla por Servicios Distinguidos al Reich. En 1940 Mooney dijo que no rechazó la medalla porque eso hubiese implicado perder una inversión de 100 millones de dólares.

Según el Washington Post, luego de la Guerra, tanto Ford como GM, demandaron al gobierno de EE.UU., por daños y perjuicios a las instalaciones de ambas empresas en Alemania. Ford obtuvo cerca de un millón de dólares y GM 32 millones.

El camión Opel Blitz tuvo un papel fundamental en las campañas militares alemanas – Imagen: Pinimg.-

3. Standar Oil

Otro caso interesante es el de la Standard Oil. Se trató de una compañía estadunidense con patente para fabricar combustible y caucho sintético, que contrabandeaba combustible a los alemanes a través de Suiza, en convenio con la Vacuum Company; una subsidiaría de la Estándar Oil que tenía a Adolf Eichmann entre sus directivos. Además, desde 1935 la Estándar Oil compartía con Deutsche Petroleum –propiedad de Deutsche Bank– y la Royal Dutch Shell la concepción para perforación de nuevos pozos, y los ingresos  que resultaban de tales operaciones.

Finalmente la presión de Roosevelt llevó a la Standard Oil a reconocer su colaboración con el bando opuesto, y a pagar una multa de cinco mil dólares.

Pragmatismo

Gracias al pragmatismo de los Aliados –quienes buscaban reformar al Estado Alemán; para hacer de Alemania una nación fuerte y sólida económicamente– todo este pasado oscuro quedó atrás. Fortalecer a Alemania era, después de todo, una tarea importante, ya que, con la Guerra Fría en ciernes, los países del bloque occidental y soviético entendieron la necesidad de establecer una zona franca en medio (cuya principal insignia sería el Muro de Berlín).

Es discutible si fue correcto o no permitir que las empresas colaboradoras siguieran adelante sin mayor castigo; más aún cuando estas se escudaron alegando que nadie podía imaginar lo que los nazis harían realmente.

Lo que sí es seguro es que resultó ser una solución muchísimo más eficiente que la que implementaron los países aliados (en especial Francia e Inglaterra) en contra de Alemania, al final de la Primera Guerra Mundial. Ya que ahora sabemos que fue esta vieja discordia (a la que hay que sumarle los estragos del Crack del 29) la que facilitó el surgimiento del ambiente hostil que sería aprovechado por Hitler, como caldo de cultivo, para que el populismo de extrema derecha se hiciera con el poder.

Para el final de la Segunda Guerra, el objetivo principal no era obtener venganza, sino reconstruir para seguir adelante, y funcionó.

Con información de: Daily Mail / Gaby Weber / The Nation / Washington Post / War History Online / Zwangsarbeit Archiv / Imagen de portada: Rasset

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