La Real Academia Española define apotropaico como un rito, sacrificio, fórmula, etc.: que, por su carácter mágico, se cree que aleja el mal o propicia el bien.
El término deriva del griego ἀποτρόπαιος apotrópaios ‘que aleja el mal’.
Dentro de la cultura
A lo largo de la historia humana se han creado numerosas palabras, gestos y acciones con intención apotropaica. Por ejemplo: tocar madera, cruzar los dedos o bendecir luego de estornudar.
El Udyat “el que está completo”, conocido como el «Ojo de Horus», es uno de los símbolos egipcios al que se le atribuían propiedades mágicas, protectoras, purificadoras y sanadoras.
También representa la estabilidad cósmico-estatal, el símbolo solar que encarnaba el orden, lo imperturbado y el estado perfecto.
La variante del udyat es el nazar boncuğu “ojo turco u ojo griego”. Según los escritos, la palabra «nazar» deriva del árabe نظر, «vista» o «ver». En Turquía, también se le llama munçuk.
El talismánse podía observar sobre los barcos en la antigua Grecia y Anatolia, antes de la conquista turco-musulmana.
Los marinos lo utilizaban como amuleto para pedir protección en sus expediciones, principalmente a tres deidades: Poseidón (dios de los mares), Zeus (dios del trueno), y Hermes (dios de los viajeros).
En la cultura occidental –y en el cristianismo- una de las figuras apotropaicas más reconocidas es la cruz, que se utiliza como protección ante malos espíritus.
Mosaicos romanos
Cuando los romanos fueron conquistando a lo largo del siglo II a. C. las regiones de Asia Menor y de Grecia, los mosaicos ya eran comunes en todo el mundo de habla griega.
El arte del mosaico pasó con facilidad al orbe romano comenzando así un género artístico-industrial, del que hicieron una verdadera especialidad. Se extendió de tal forma que puede decirse que no hubo casa o villa romana donde no hubiera mosaicos.
Aparte de la finalidad estética, los mosaicos romanos tenían un efecto apotropaico, es decir, funcionaban como un mecanismo de defensa para ahuyentar a los malos espíritus o a esa especie de efluvio sobrenatural que se transmitía con la mirada.
Los antiguos romanos creían que una persona consumida por la envidia o los celos tenía la capacidad de lanzar un mal de ojo al envidiado y causarle todo tipo de males. No era una habilidad propia de magos y brujas, sino un poder sobrenatural dañino que se transmitía con la simple mirada, a veces incluso de forma involuntaria.
Entre las imágenes más frecuentes figura la representación de un ojo atravesado por una jabalina y rodeado de diferentes animales.
Además, los romanos emplearon otras representaciones más comunes para proteger sus viviendas, como por ejemplo las imágenes de Medusa, el Minotauro y Escila, y motivos geométricos como la esvástica.
Diego Mata | Culturizando
Con información de DLE | Wikipedia | Nat Geo
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