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Microrrelatos, el arte de narrar con poco

Microrrelatos, el arte de narrar con poco

Por Pónganse a Leer con Pedro Julio | “Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son”. Esto es “Amor 77” de Julio Cortázar, mi microrrelato favorito en el mundo y de eso vamos a hablar hoy en pónganse a leer con Pedro Julio, de microrrelatos y el arte de narrar con poco.
Hola gente, esto es pónganse a leer con Pedro Julio, un espacio de divulgación de la lectura en el que nos encontramos para hacer apología de ese vicio que nos une y nos consume a todos los que andamos por aquí, la lectura.
Y en este episodio vamos a compartir un género literario al que le préstamo poca atención, tan poca como las palabras que en este género se necesitan para contarnos una historia. Los microrrelatos son magia.
El microrrelato como género literario
Según la Real Academia de la Lengua Española, el microrrelato es un relato muy breve, que se caracteriza por: un vocabulario muy preciso y la capacidad de generar intensidad suficiente para turbar al lector.
A los microrrelatos, también se les llama: minicuentos, minificción, o cuento brevísimo.
Estamos frente a un tipo de texto narrativo que es en extremo breve, generalmente son historias de ficción, y logran condensar en muy pocas frases, cuidado si no hasta en palabras, lo suficiente para causar como dice la RAE, emociones en el lector. Si nos ponemos puntillosos, los expertos dicen que, con poco, un microrrelato debe causar en el lector una impresión estética.
El asunto es que no hay un límite exacto para las frases o palabras que debe contener un microrrelato, solo se debe partir de la premisa de que la densidad y precisión del lenguaje debe ser minimalista, al punto de que condense, insisto en muy poco una gran carga de emotiva.
Los microrrelatos no son precisamente novedosos, es decir, que la escritura con la brevedad de la que estamos hablando se practica desde tiempos inmemoriales. Basta echar un vistazo a los aforismos, los haikus japoneses, los epigramas, las fabulas o una de mis favoritas: las adivinanzas. Sin embargo, el género ha sido cultivado especialmente en el siglo XX.
Cuando hablamos de microrrelatos, estamos hablando de textos escritos u orales cortos, sí, pero no necesariamente tienen que ser de ficción.
Por ejemplo, si hacemos un viaje a las antiguas civilizaciones sumerias y egipcias, que fueron de los primeros que empezaron a escribir, nos dejaron pequeños textos contentivos de instrucciones. A ver que esta gente daba orientaciones para realizar ciertas labores o acciones, lo hacían echando mano de la narrativa y de forma breve y concisa. Basta darle un vistazo a las Instrucciones de Shurupak o al continuum de la escritura mínima egipcia.
También están las fábulas griegas, relatos cortos y con una alta carga moral, siempre hay moraleja y los personajes son animales humanizados.
Los epitafios, porque desde que los humanos empezaron a morirse, empezaron a dejar constancia de la vida del finado, entonces escribían pequeños párrafos en los que narraban la vida del difunto. Un texto que me parece genial y que contiene epitafios, es Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters, este autor, por cierto, fue calificado como “un hijo natural de Walt Whitman”, y Ezra Pound lo aclamó.
En esta obra, el autor recoge los epitafios de las tumbas del cementerio del pueblo de Spoon River, cada uno es una oda a la persona que reposa bajo esa lapida. Hay unos preciosos y muy tiernos, otros son realmente graciosos. Yo creo que uno debería dejar su epitafio escrito, para que no le vayan a poner ahí las generalidades que la gente pone.
Otro antecedente del microrrelato es la parábola, especialmente las parábolas de Jesús, en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana, si los vemos de forma individual, veremos que representan pequeñas narraciones separadas del texto que las contiene. En su estructura narrativa, las parábolas son completas y breves.
En la Europa medieval nos encontramos con los bestiarios, que eran recopilaciones de animales y criaturas mitológicas que por lo general eran monstruosas, quiméricas e irreales.
Los bestiarios son obras preciosas porque tienen ilustraciones hermosas y fantásticas. De aquí tenemos la imagen por ejemplo del unicornio, ese caballo blanco con un cuerno en la frente y que ahora hay un montón de muchachitas usando unos cintillos con un cacho en la cabeza porque según son unicornios, tú has visto.
Luego aparecen las sentencias de El conde Lucanor, que tienen un carácter más pedagógico, es como didáctica la cuestión y muy moralina.
Pero, como decíamos antes, es en el siglo XX cuando el género cobra notoriedad, empieza a ser cultivado por algunos de los autores más prodigiosos del mundo. Los microrrelatos están de moda. Y esto es comprensible, porque pensemos, ¿a quién no le gusta descubrir una nueva historia en unas pocas frases?
Por lo menos para mi es una ventura poder leer algo rápidamente y que en poco tiempo pueda tener un panorama que se auto concluye.
Por ejemplo, si uno lee “Ángeles” de la escritora española Espido Freire se encuentra uno con eso. A ver se los leo:
“Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir. Una vez quisieron mostrarse. El niño rompió a gritar y su madre trató de convencerle de que los monstruos no existían. Ellos bajaron la cabeza, avergonzados, y ocultaron su fealdad tras sus alas”.
Es un texto cerrado, es decir, esto arranca, tiene un nudo y termina de manera asombrosa, Eso precisamente es uno de los requisitos esenciales del microrrelato, la auto conclusión.
Características del microrrelato
Algunas de las características del microrrelato son, por ejemplo:
La brevedad, ya hemos hablado de esto, es importante que la historia sea narrada con una extensión mínima, hay unos que pueden abarcar una página o dos, y otros que abarcan una línea, como el mítico microrrelato de Augusto Monterroso que se llama “El dinosaurio” y dice:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Esto es una obra maestra de brevedad, es un texto condensado y minimalista que con muy poco dice muchísimo.
Otra característica del microrrelato es la intertextualidad, es decir, que en el microrrelato hay una referencia a otros textos, y esto permite establecer una red de significados presupuestos, el lector hace uso de esto para relacionarse con la lectura, porque nos permite jugar con los personajes.
Por ejemplo, en “Carta del enamorado” del español Juan José Millás, lo vemos, dice:
“Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez”.
Imposible leer esto y desde las primeras palabras pensar en una novela especifica, luego en alguien, ponerle nombre a esa vida de la que habla el narrador y luego pensar en las circunstancias que pudieron haber llevado a alguien que aparentemente intento quitarse la vida ante un juez, ese juez era terrenal o divino, no lo sabemos, el autor no lo dice, pero siembra en nosotros las semillas necesarias para que crezcan mil hipótesis.
Y esto tiene mucho que ver con la siguiente característica, un microrrelato, exige un lector activo, que participe en el desenvolvimiento del misterio y que no se conforme únicamente con recibir pasivamente la información que nos comparten.
El lector debe hacer un esfuerzo para entender lo que se está contando.
Fíjense, en “La manzana” de la escritora argentina Ana María Shua, que dice:
“La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad”.
Aquí nos encontramos con una serie de información y de personajes de lo más variopinto, desde la Eva del Edén hasta el legendario héroe europeo Guillermo Tell, el lector debe unirlos, entrelazarlos al ritmo de la narración y empezar a echar andar su imaginación.
Otra característica de los microrrelatos es que los autores tienden a omitir partes significativas de la historia para centrarse en lo crucialmente importante. En este género la elipsis de lleva a niveles elevados, se perfecciona.
En “Amor 77” del gigante argentino Julio Cortázar, asistimos al clímax de relato sin que se nos ofrezca un presupuesto.
Se los leo de nuevo porque este relato me subyuga:
“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son”.
¿qué fue lo que hicieron? ¿por qué tenían que levantarse? ¿dónde se acostaron? ¿En el suelo, en la tierra, sobre la alfombra? ¿eso que hicieron los hizo sudar y por eso se tuvieron que bañar?
Estas son algunas de las preguntas que yo me hice después de leer esta gloria, no se las digo todas porque nos agarra el sereno.
Amor 77 de Cortázar se consigue en la obra “Un tal Lucas”, para que lo busquen.
El microrrelato hace de la simpleza grandes prodigios, se vale de estructuras sencillas, para lograr que, con pocos personajes, que están mínimamente caracterizados, y en ambientes esquemáticos, para describir una atmosfera que nos atrapa.
Como en “El último hombre” del escritor estadounidense Fredric Brown, que dice:
“El último hombre sobre la tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta”.
Que angustia por Dios, ¿quién toca la puerta?
Este es un microrrelato de una simpleza pasmosa, pero con una contundencia innegable.
Es que los microrrelatos son fascinantes, transmiten en tan pocas palabras, ideas de todo tipo, ocultan un trasfondo político, religioso o hasta reivindicativo.
Como en “Siete” de Luisa Valenzuela, que dice:
“Son sólo siete los pecados mortales. El resto no, por lo tanto, son inmortales. Disfrutémoslos”.
Los microrrelatos no son solo historias breves, son una extensión del pensamiento del autor. Y ese pensamiento nos lleva a una reflexión.
Al microrrelato se le siente cercano al poema, al aforismo, a la adivinanza y hasta al chiste.
Para algunos autores, el microrrelato representa una reconfiguración de la escritura.
Grandes exponentes del microrrelato
El género del microrrelato está gozando aparte del interés de los lectores, del interés de los académicos.
En las últimas décadas del siglo XX y las que van del XXI ha aumentado el número de publicaciones, se han creado premios para galardonar a los creadores de microrrelatos y esos creadores precisamente son los que han garantizado la exposición del género.
Por ejemplo, Jorge Luis Borges y su gran amigo Adolfo Bioy Casares publicaron en 1955 los “Cuentos breves y extraordinarios”, en esta antología encontramos relatos cortitos, desde dos líneas hasta otros un poco más extensos de dos páginas. Estos textos recogidos por Borges y Bioy Casares van desde autores griegos, latinos, egipcios, pero más acá franceses o españoles.
En esta antología descubrí el microrrelato “Perplejidades del cobarde” de Ahmed el Iberlichi, que dice:
“Estalló una revuelta en el ejército. Un korasiano se abalanzó sobre su cabalgadura para ensillarla, pero, en la confusión, puso la cabezada en la cola y dijo al caballo: – ¡Cómo se te ha ensanchado la frente y cómo se te ha alargado la crin!”
El escritor mexicano Juan José Arreola fue otro exponente grandioso del género, de los cuentos más divertidos que yo haya leído algunos han sido escritos por este caballero. Arreola tiene un cuento que se llama “Felinos” y dice:
“Si no domesticamos a todos los felinos fue exclusivamente por razones de tamaño, utilidad y costo de mantenimiento. Nos hemos conformado con el gato, que come poco”.
Lewis Carroll, el autor de “Alicia en el país de las maravillas” escribió un microrrelato llamado “El Sueño de un Rey” que dice:
“-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela”.
Augusto Monterroso es un autor clave para el género del microrrelato, este caballero escribió auténticas joyas que valen cada palabra en oro. Ya hablamos y les leí “El dinosaurio” que es quizá el microrrelato de Monterroso más conocido, pero por ejemplo está “El mundo” que dice:
“Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso”.
Hay otro de sus textos que se llama “Monólogo del Mal” que dice:
“Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó:
“Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la gente pensará que él sí hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace el Bien está bien.
Y así el Bien se salvó una vez más”.
O el brillante microrrelato “Aforismos” que dice:
“Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista”.
Si ya se, seguro que salta alguien con el grito de que es políticamente incorrecto y ofensivo y toda la letanía de argumentos que se esgrimen para defender el cuero delgadito que hay y la falta de sentido del humor. Pero a mi este texto de Monterroso me parece sencillamente fantástico. Yo pasé semanas riéndome solo de esto.
El alemán Bertolt Brecht, en su microrrelato “El señor Keuner y el dibujo de su sobrina” nos comparte un texto emocional y tierno.
“Contemplaba un día el señor Keuner un dibujo de su sobrinita que representaba un pollo sobrevolando un corral.
—¿Por qué tiene tu pollo tres patas? —le preguntó el señor Keuner.
—Los pollos no pueden volar —dijo la pequeña artista—, por eso le he puesto una tercera pata, para darle impulso.

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—Me alegro de habértelo preguntado —dijo el señor Keuner”.
Otra autora clave para acercarse al microrrelato es la escritora argentina Luisa Valenzuela, que es autora de “Cuento de hadas” que dice:
“A los ojos de las princesas doradas todo príncipe azul resulta pálido”.
O también “El peor peligro” que dice:
“En el circo más de una vez le advirtieron al equilibrista tan osado, el que usa las antorchas ardientes en su prueba sin red, que se cuide, que se cuide. Estás jugando con fuego, le insistieron sus compañeros, pero como es lógico él no los escuchó. Y se casó no más con la écuyère. Así le fue”.
Luisa Valenzuela es de las autoras latinoamericanas que más ha aportado al género dotándolo de una calidad superlativa.
Hay un autor venezolano, un oriental, por cierto, del estado Anzoátegui que también cultivó el género, Alfredo Armas Alfonzo, que escribió un texto llamado “Nada nos conmovió tanto” que dice:
“Nada nos conmovió tanto a los catorce años como la muerte de María, la niña pura del libro de Jorge Isaac. Este tomito, encuadernado en cuero rojo, con cantos y tafiletes dorados había pertenecido a la biblioteca del abuelo Ricardo Alfonso, y lo hallé en uno de sus baúles en la habitación frente al tanque. Solamente esas paredes saben cómo lloré durante el proceso de enfermedad, muerte y entierro de María.
Entonces cuando iba al cementerio de arriba a visitar la tumba de Edda Eligia, la hermanita muerta, me parecía ver la misma siniestra ave negra posada en el brazo de hierro de la cruz. Al yo acercarme, el pajarraco levantaba el vuelo graznando lúgubremente.
Mi mayor felicidad entonces hubiera consistido en que la tuberculosis acabara con la hija de Narciso Blanco, pero los Blanco eran tradicionalmente una familia de gente sana”.
Es que los orientales tenemos un talento innato para escribir, no lo digo por regionalismo, basta con echarle un vistazo a los autores orientales y su obra para darse cuenta.

Bueno queridos míos, nos va a agarrar el sereno, porque los relatos con cortos, pero son abundantes, así que si yo me pongo aquí a contrales todos los que me gustan, no solo nos agarra el sereno.
El microrrelato es un genero adictivo, yo creo que la brevedad y la cercanía que ofrece al lector es clave para esto.
Ahora, si ustedes quieren atreverse a escribir microrrelatos aquí les voy a dar unos consejillos:
¿Cómo escribir un microrrelato?
Para escribir un microrrelato conviene seguir los siguientes consejos:
Por ejemplo, aquí el asunto es escribir solo lo indispensable. Porque un microrrelato debe decir solo aquello que es necesario, hay que elegir cuidadosamente las palabras y la estructura que se va a emplear.
La otra es que echen mano de la ambigüedad. Es fundamental que el texto le permita al lector interpretar con múltiples sentidos lo que lee, de manera que se puede jugar con el doble sentido.
En un microrrelato caer en los lugares comunes es un pecado capital, por lo que repetir formulas no está permitido. Y esto tiene mucho que ver con pensar y proponer al lector un giro final que nos deje sin aliento, es común que, en los microrrelatos, el final sea el que revele al lector aquello en lo que pensará por un rato largo.
Y finalmente, hay que jugar con la tensión, porque si en un texto cortito no generamos tensión narrativa aquello será un despropósito. Imagínate que el lector se aburra en tres líneas, un fracaso total, que bochorno.
Yo espero haberles picado la curiosidad con este género, que si ustedes no lo conocen se den la oportunidad de caer en él. Cuenténme a través de mis redes sociales @pedrocedenoa en Instagram y Twitter (ahora X) como les va con el microrrelato, mándenme textos por ahí, que maravilla sería poder crear un grupo para compartir microrrelatos. Mira se me está ocurriendo una idea.
Ahora si nos vamos tesoros míos, pero antes de recordarles la consigna les cuento otro microrrelato del autor chino del siglo IV a. C. y se llama “Sueño de la mariposa” que dice:
“Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”.
Pónganse a leer.

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