Por Daniel Colombo | En América Latina hay un dicho popular que dice «Los melones se acomodan mientras el carro va andando». Esta frase encapsula una verdad universal sobre la vida y el trabajo: a menudo, las soluciones emergen y los problemas se resuelven en el curso de la acción, no antes.
Esta perspectiva que podemos adoptar en diferentes momentos de desafío de la vida personal y profesional puede ser especialmente útil en momentos de incertidumbre o cuando las cosas parecen salirse de control.
En vez de ponernos a la defensiva, resistirnos a los cambios y querer tener el control absoluto de lo inestable e impredecible, quizás podemos hacer lo que esté a nuestro alcance, y dejar que la situación se vaya encarrilando, especialmente en todos los aspectos que escapan a nuestro control y voluntad.
Justo allí aparece la sabiduría paciente, un concepto fácil de decir aunque no tan sencillo de implementar, porque lo primero que hacemos, generalmente, es reaccionar.
Cómo funciona una mente preocupada versus una mente que fluye
¿Y por qué reaccionamos? Por el llamado “cerebro reptiliano”, la parte neuronal más antigua que se conoce (más de 500 millones de años en la evolución de las especies vivas), que tiene dos funciones primordiales: afrontar o huir de las situaciones, por un simple principio de supervivencia.
Cuando transitamos situaciones de desafío, tendemos a accionar el modo control de lo que sucede; o bien, huir, e incluso negarlo.
Desde la perspectiva de las neurociencias, la mente preocupada activa una serie de respuestas fisiológicas y emocionales específicas. En estos casos se activan áreas del cerebro asociadas con el procesamiento emocional, como la amígdala, una estructura clave en la respuesta al miedo y la ansiedad.
Esta activación conduce a la liberación de hormonas del estrés como el cortisol, lo que puede resultar en una sensación de alerta constante o ansiedad.
Emocionalmente, esta respuesta puede generar sentimientos de miedo, angustia e incertidumbre, atrapando a la persona en un ciclo de pensamientos negativos y especulativos que refuerzan la respuesta al estrés.
Como puedes imaginar, este estado mental no solo afecta el bienestar emocional, sino que también puede tener repercusiones en la salud física, como alteraciones del sueño, problemas digestivos y un sistema inmunológico debilitado.
El estado de fluir y contribuir con lo que sucede
En contraste, cuando la mente se encuentra en un estado de fluidez y contribución, las respuestas neuronales y hormonales son notablemente diferentes. Este estado, descripto entre otros por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, creador de la teoría del flujo emocional en las personas, se caracteriza por un involucramiento total en una actividad que es desafiante, y a la vez gratificante, porque nos posicionamos frente a lo que se presenta con una perspectiva de aprendizaje y sapiencia: sabiduría paciente.
En este estado, áreas del cerebro como el córtex prefrontal (asociado con la planificación y el razonamiento) trabajan de manera óptima, permitiendo una concentración profunda y una mayor creatividad. Al mismo tiempo, la liberación de neurotransmisores positivos, como la dopamina, fomentan sentimientos de satisfacción y bienestar. Entonces, en lugar de la ansiedad y el estrés, la mente experimenta una sensación de armonía y eficacia, lo que a menudo conduce a una mayor productividad y satisfacción personal.
5 tips para aceptar el ritmo de las situaciones inesperadas
Para ayudarte a procesar mejor lo que irrumpe y desacomoda nuestra vida, aquí tienes cinco ideas prácticas para incorporar la sabiduría paciente:
- Reconocer la incertidumbre como una constante
El primer paso para manejar situaciones inesperadas es aceptar que la incertidumbre es una parte natural de la vida. No podemos prever todo lo que sucederá, pero sí podemos prepararnos para enfrentar la incertidumbre con una mente abierta y flexible.
Una herramienta útil es pensar en el caudal de herramientas con que cuentas, que, generalmente, se basan en experiencias pasadas y presentes; sumadas a la red de apoyo y vínculos a la que puedas recurrir. - Mantener la calma y la perspectiva
Cuando las cosas no van según lo planeado, es fácil caer en la desesperación. Sin embargo, mantener un cierto estado de calma nos permite ver la situación con mayor claridad, y encontrar soluciones más efectivas. Cuando algo suceda, evita reaccionar en automático, respira hondo, da un paso atrás literal o en tu visualización mental, y evalúa la situación desde una perspectiva más amplia. - Adaptarse y ser flexible
La flexibilidad es clave. “Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie”, afirma la popular canción “Resistiré”, que bien podemos rebautizar como “Persistiré”, porque ‘resistir’ significa mantenerse terco y firmes en nuestra posición; en cambio, ‘persistir’ es erguirte en tu propia fortaleza y con espíritu de superación.
Si algo no funciona, estar dispuesto a ajustar tus planes o estrategias te ayudará a abrir nuevas oportunidades. Al igual que los melones en un carro en movimiento, a veces necesitamos rodar un poco para encontrar nuestro lugar. - Tener mentalidad adaptativa para aprender de la experiencia
Cada desafío es una oportunidad de aprendizaje. Pregúntate: ¿Qué puedo aprender de esta situación? ¿Cómo voy a aplicar este aprendizaje la próxima vez? Respondiendo ambos interrogantes, abrirás tu mente a la adaptabilidad, y aprovecharás estos momentos para crecer personal y profesionalmente. - Practicar la autocompasión y el autocuidado
Ser duro contigo solo aumentará tu estrés. Practica la autocompasión, que no es justificarte, sino reconocer la vulnerabilidad de que hay situaciones que te superan, y, sin embargo, haces lo mejor para afrontarlas con entereza y la mayor seguridad de que eres capaz.
Otro punto clave de la autocompasión es que aprendas a reconocer tus emociones, a identificarlas -qué sientes, específicamente, porque no es lo mismo angustia que tristeza, por ejemplo-. Date el permiso para sentirte como te sientes. Luego, cuida de ti con actividades que te relajen y te reconforten, y, de alguna forma, permita que balanceen y recobres el equilibrio vital entre los desafíos de la vida, y esos espacios de remanso y calma.
Si bien las emociones no se pueden controlar, sí es posible aprender a gestionarlas. Y lograrlo es tanto un arte como una ciencia del desarrollo personal que cada persona puede encarar.
Al aceptar que los «melones se acomodarán» con el tiempo y con nuestra acción, podemos navegar por las aguas turbulentas con mayor serenidad y eficacia. Porque el tiempo, el movimiento y la acción suelen ser los mejores aliados para encontrar la claridad y la solución que buscamos.
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