Mientras la Alemania Occidental presumía de organizar los Juegos Olímpicos con mayor desarrollo tecnológico de la historia, un episodio ensombrecía la alegría del máximo evento deportivo del orbe: la organización terrorista palestina Septiembre Negro tomaba por rehenes a 11 atletas miembros de la delegación israelí, demandando la liberación de 234 detenidos en cárceles de ese país y en Alemania. Un intento fallido de liberación por parte la policía alemana terminó en una masacre que aún indigna al olimpismo mundial. El asesinato de los rehenes generó una escalada del conflicto palestino – israelí que aún cobra deudas de aquellos días. Las casi 18 horas de angustia que duró aquel secuestro se saldaron de la peor forma posible. Los nueve deportistas olímpicos y un policía alemán murieron, así como cinco de los terroristas. Así fue la masacre de Munich, un horror que pudo haberse evitado.
Antecedentes
Para analizar qué ocurrió en la masacre de los Juegos Olímpicos de Munich en 1972, es necesario conocer por qué se produjo y quiénes la perpetraron. La organización Septiembre Negro fue una organización terrorista palestina fundada en 1970 que tuvo nexos con diversos grupos dentro de la Organización para la Liberación de Palestina. El nombre «Septiembre Negro» surge del conflicto homónimo iniciado el 6 de septiembre de 1970, cuando el rey Hussein I de Jordania impuso la ley marcial en respuesta al intento de los nacionalistas palestinos de derrocarlo. Miles de palestinos fueron asesinados o expulsados en dicho período. El grupo comenzó siendo una pequeña célula terrorista que buscaba vengarse de Hussein I y de las Fuerzas Armadas de Jordania.
Fue responsable del asesinato del Primer Ministro de Jordania, Wasfi el-Tell, el 28 de noviembre de 1971, además de perpetrar numerosos atentados contra objetivos israelíes, siendo parte del largo conflicto palestino – israelí. La motivación del secuestro perpetrado contra la delegación de Israel en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 buscaba la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes, así como de los fundadores de la Fracción del Ejército Rojo, (una organización revolucionaria terrorista que hacía vida en Alemania Occidental) Andreas Baader y Ulrike Meinhof, encarcelados en ese país.
Las debilidades en la seguridad
Al momento de producirse la toma de rehenes, los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 transcurrían en su segunda semana. El Comité Olímpico Alemán, organizador del evento, se había propuesto como objetivo que la atmósfera de la villa olímpica fuese abierta y amistosa. Se buscaba de esta manera dejar atrás la imagen de los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, que habían sido explotados como parte de la propaganda nacionalsocialista del régimen de Adolf Hitler. el dispositivo de seguridad desplegado en torno a la villa olímpica fue intencionalmente leve y que los atletas podían entrar y salir de ella sin presentar ningún tipo de credenciales. Varios atletas eludieron los puntos de control en la villa y escalaban el cerco perimetral para acceder a la misma.
La ausencia de personal de seguridad armado había sido motivo de preocupación para el titular de la delegación israelí, Shmuel Lalkin, ya antes de la llegada del equipo olímpico a Alemania. El equipo israelí se hospedaría en un sector relativamente aislado del resto de la villa olímpica, en un pequeño edificio cercano al alambrado, por lo que Lalkin entendía que los atletas se encontrarían en una situación vulnerable respecto de un asalto desde el exterior. Las autoridades alemanas aparentemente aseguraron a Lalkin que se proveería de seguridad adicional a la delegación israelí.
El asalto
En la noche del 4 de septiembre, los atletas israelíes habían estado disfrutando de una salida nocturna por la ciudad antes de regresar a la villa olímpica. Hacia las 04:40 del día 5, mientras los deportistas dormían, ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, vestidos con trajes deportivos y llevando pistolas y granadas en bolsas de deporte, escalaban la reja de dos metros que rodeaba el complejo. Fueron ayudados por deportistas del equipo estadounidense que desconocían su verdadera identidad y creían que, como ellos, querían acceder furtivamente a sus apartamentos tras una noche de diversión.
El entrenador del equipo de lucha, Moshé Weinberg, de 33 años, oyó un ruido en la puerta del primer apartamento, observando que alguien abría ligeramente la puerta. Se abalanzó sobre ésta dando un grito de alerta, mientras intentaba cerrarla forcejeando con los terroristas. En la confusión, nueve atletas pudieron escapar y otros ocho se ocultaron. El luchador Yossef Romano forcejeó con uno de los atacantes y le arrebató su arma, pero resultó muerto por un disparo. Weinberg recibió un tiro en la cara que le atravesó las mejillas cuando intentó atacar a un terrorista con un cuchillo de fruta, y fue obligado a conducirles a los otros apartamentos. El israelí descartó deliberadamente el apartamento n.º 2 y los llevó directamente al n.º 3, donde se alojaban los atletas más fuertes, creyendo que podrían reducir a los terroristas. Sin embargo, estos fueron sorprendidos durmiendo y no lograron oponer resistencia. Weinberg aprovechó para asestar un puñetazo a uno de los palestinos, dislocándole la mandíbula. Otro terrorista entró en pánico y le disparó. Su cuerpo fue dejado fuera del edificio.
Tras la muerte de este, los terroristas tomaron como rehenes a nueve integrantes del equipo. Poco después de las 06:00, los secuestradores lanzaron por la ventana los documentos que contenían sus demandas, aclarándose que de, no ser cumplidas antes de las 09:00, un atleta sería ejecutado. Luego extenderían el plazo hasta el mediodía. A las 11:15, Israel hizo saber al gobierno de Alemania que no habría negociación alguna.
El Ministro del Interior, Hans-Dietrich Genscher reconoció que aún no había progreso por parte del gobierno israelí para excarcelar a los 236 presos. Aun así, hizo saber al comando que Alemania había liberado a Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Issa, seudónimo del líder de los secuestradores, concedió dos horas más de plazo. A medida que pasaban las horas, el Comité Olímpico Internacional veía aumentar el descontento popular y la presión internacional exigiendo la suspensión indefinida de los Juegos, la cual no se produjo sino hasta las 15:30.
Los alemanes también intentaron otro intercambio: los negociadores propusieron entregarse como rehenes sustitutos y acompañarían a los palestinos a cambio de que en un par de meses Israel liberase discretamente a unos cincuenta presos. La propuesta tomó por sorpresa a Issa, quien decidió consultar con sus superiores de Septiembre Negro. Una confusión telefónica impidió tener una respuesta de sus superiores. Les informó a los alemanes que la propuesta había sido rechazada.
Los alemanes decidieron asaltar el edificio. Debido a restricciones de postguerra, el ejército alemán no podía operar en tiempos de paz, por lo que las vidas de los atletas dependían de la policía de Múnich. Se llevó a cabo la Operación Sonnenschein, un escuadrón de 38 efectivos que debían esperar a oír la palabra Sonnenschein por radio para introducirse en los conductos de ventilación y eliminar a los terroristas. Sin embargo, dado que las cámaras de televisión filmaban desde todos los ángulos el acontecimiento, sumado al hecho de que todos los apartamentos disponían de televisores, los terroristas pudieron ver en vivo todos los movimientos de los policías por encima de ellos. Finalmente, la orden de atacar nunca llegó y los efectivos debieron retirarse. La Operación Sonnenschein había fracasado.
A las 18:00, los palestinos exigieron ser llevados a Egipto en avión. Las autoridades alemanas fingieron estar de acuerdo con la demanda de ir a El Cairo (aunque el primer ministro egipcio Aziz Sedki ya había manifestado que Egipto no se implicaría en la crisis). Dos helicópteros militares UH-1H iban a transportar a los terroristas y rehenes a una base aérea donde les esperaría el avión que los llevaría a Egipto. Un Boeing 727 fue colocado en la pista, con cinco o seis policías armados y disfrazados como tripulantes. Se acordó que Issa y Tony, el segundo al mando de los secuestradores, inspeccionarían el avión. El plan era que los alemanes los reducirían mientras abordaban, dando a los francotiradores la oportunidad de matar a los terroristas restantes en los helicópteros.
Los alemanes habían presupuesto todo el tiempo que el comando palestino estaba integrado por solo «cuatro o cinco» terroristas. Sin embargo, durante el traslado desde el autobús que los llevó del edificio de la villa olímpica a los helicópteros, el equipo de crisis descubrió que en realidad eran ocho. Esta información nunca fue recibida por los francotiradores, que no estaban entrenados para situaciones de rehenes y no poseían el armamento adecuado para la situación.
A último momento, viendo que los helicópteros se estaban aproximando a la base aérea, los efectivos a bordo del avión votaron unánimemente por abandonar su misión sin consultar al comando central. Esto dejó a los cinco tiradores en desventaja frente a un grupo más grande y mejor armado.
Los helicópteros aterrizaron poco después de las 22:30 y los cuatro pilotos y seis de los secuestradores salieron. Mientras que cuatro de los miembros de Septiembre Negro redujeron a los pilotos de los helicópteros a punta de pistola (rompiendo una promesa anterior de que no tomarían ningún rehén alemán). Issa y Tony se acercaron a inspeccionar el avión, solo para encontrarlo vacío. Al darse cuenta de que habían sido engañados, corrieron de vuelta hacia los helicópteros. Mientras pasaban al lado de la torre de control, el francotirador 3 tuvo una última oportunidad para eliminar a Issa, que habría dejado el grupo sin líder. Sin embargo, la mala iluminación le impidió ver a su objetivo y su disparo impactó en el muslo de Tony. Hacia las 23:00, los alemanes dieron la orden de abrir fuego.
En el caos que siguió, los dos secuestradores que retenían a los pilotos de helicópteros, fueron muertos mientras que los restantes —posiblemente ya heridos— se cubrieron, contestando el fuego por detrás y por debajo de los helicópteros, y fuera de la línea de visión de los francotiradores, disparando a muchas de las luces del aeropuerto. Un policía alemán en la torre de control fue alcanzado por una bala perdida. Los pilotos de los helicópteros huyeron. Los rehenes, en cambio, no pudieron hacerlo debido a que se encontraban atados.
A las 0:04 del 6 de septiembre probablemente Issa, fusiló a los rehenes del helicóptero. Tres murieron instantáneamente, mientras que otro recibió dos disparos en la pierna y se cree que habría sobrevivido al ataque inicial, ya que su autopsia determinó que había muerto por inhalación de humo. Entonces, el terrorista lanzó una granada a la cabina. La explosión resultante destruyó el helicóptero e incineró los israelíes atados en su interior.
Luego, Issa corrió por la pista y comenzó a disparar contra la policía, que respondió acribillándolo. Otro secuestrador intentó escapar y fue abatido por uno de los francotiradores. Lo qué pasó con los demás rehenes sigue siendo motivo de controversia. Un tercer secuestrador se situó en la puerta del otro helicóptero y ametralló a los cinco rehenes restantes. Tres de los hombres que quedaban yacían en el suelo, uno de ellos haciéndose el muerto, y fueron capturados por la policía. Uno había recibido un disparo en la muñeca derecha, otro había sufrido una herida superficial en la pierna y el tercero había resultado ileso. Un cuarto secuestrador huyó, pero fue rastreado con perros policía unos cuarenta minutos más tarde en un estacionamiento. Acorralado y bombardeado con gases lacrimógenos, fue abatido después de un breve tiroteo. Para la 01:30, la batalla había terminado.
En un principio, Reuters anunció que todos los rehenes habían sido liberados, y Conrad Ahlers, el portavoz del gobierno de Alemania, aseguró que la operación había sido un éxito rotundo. La noticia llegó a Israel, donde la primer ministra Golda Meir brindó con su gabinete y llamó personalmente a las familias de los rehenes para felicitarles. Sin embargo, las noticias comenzaron a hacerse confusas y no fue hasta las 03:24, tras dieciséis horas de transmisión ininterrumpida, que el periodista Jim McKay anunciaba la muerte de todos los atletas: “Nos han dicho que había once rehenes. Dos fueron asesinados en sus habitaciones ayer por la mañana. Nueve fueron asesinados en el aeropuerto esta noche”.
Sorprendentemente, la suspensión de la competición olímpica duró apenas veinticuatro horas, a pesar de que diferentes personalidades pidieron su cancelación. Como muestra de duelo, durante el acto, la bandera olímpica se izó a media asta junto con la mayoría de las banderas nacionales de los países presentes en los juegos, a excepción de los países árabes, los cuales exigieron que sus enseñas ondeasen en lo alto del mástil. El 7 de septiembre, el equipo olímpico israelí anunció que abandonaba Múnich, siendo especialmente protegidos por las fuerzas de seguridad. Lo mismo hizo el equipo egipcio, temiendo posibles represalias.
Los cuerpos de los cinco secuestradores muertos fueron enviados a Libia, en donde recibieron un funeral de héroes y fueron enterrados con honores militares. Las autoridades alemanas encarcelaron a los tres terroristas sobrevivientes. El 29 de octubre de 1972, el vuelo 615 de Lufthansa fue secuestrado por dos miembros de Septiembre Negro, cuya demanda era la liberación de los tres secuestradores sobrevivientes, que fue inmediatamente cumplida por el gobierno de Alemania Occidental. Tras aterrizar en Libia, fueron recibidos como héroes y brindaron una conferencia de prensa.
Los hechos acaecidos en Múnich traerían consigo una espiral de violencia por parte de Israel, con el fin de dar caza a los supuestos responsables del acto terrorista. Tras el ataque a la villa olímpica y la posterior liberación de estos tres terroristas, Golda Meir y el Comité de Defensa Israelí dieron órdenes secretas al Mossad de matar, dondequiera que se encontrasen, a los once hombres de Septiembre Negro y del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) que planificaron y organizaron la matanza de los atletas israelíes. Para ello, el servicio secreto israelí creó una unidad encubierta que sería ayudada por las células de información israelíes instaladas en Europa. Esta misión se conocería más tarde como Operación Cólera de Dios.
Imagen portada: Wikipedia
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