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La guerra de Donbás y los Acuerdos de Minsk: La clave para entender la guerra

Por Crónicas de Ares | Tras la invasión rusa a Ucrania, muchas versiones se tejen en torno a los motivos que fomentaron la agresión militar. Sin embargo, la interpretación de los Acuerdos de Minsk que trataron de poner fin al conflicto en la región conocida como Donbás, es el caldo de cultivo que detonó en la guerra ruso – ucraniana. Una guerra que comenzó en 2014 y que se cobró más de 14 mil vidas ha sido sucedida por un conflicto que amenaza con expandirse hacia Europa bajo la alarma latente de la OTAN.

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A principios de 2014, cuando se produce el llamado Euromaidán, una serie de protestas masivas en Ucrania que terminaron derrocando al presidente Viktor Yanukovich, pro-Moscú, Rusia invadió y anexionó la península ucraniana de Crimea, una medida que tanto Europa como Estados Unidos consideraron ilegal. Las protestas se iniciaron cuando el Gobierno de Ucrania había suspendido la firma del Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE).

Poco después, combatientes separatistas ucranianos, pro-Moscú, se apoderaron de las regiones de Donetsk y Luhansk, en el este de Ucrania, en la frontera con Rusia, donde proclamaron sus «repúblicas populares». Tanto los funcionarios ucranianos como occidentales siempre han sostenido que Rusia armó y apoyó a los separatistas de Donetsk y Luhansk, pero Moscú siempre lo ha negado. Es la zona conocida como Donbás.

Para frenar las hostilidades, ambas partes decidieron establecer un acuerdo en una mesa de negociación. El acuerdo original, alcanzado entre Rusia y Ucrania en septiembre de 2014, fue firmado después de extensas conversaciones en Minsk, la capital de Bielorrusia, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).

El acuerdo fue alcanzado tras varios intentos de poner fin a los combates y, tras su firma, se acordó un alto el fuego inmediato con un protocolo de 12 puntos para solucionar el conflicto. Pero el acuerdo fracasó rápidamente, con violaciones de ambas partes.

Las negociaciones de paz, sin embargo, continuaron. Tras maratónicas conversaciones entre Putin y los líderes de Ucrania, Francia y Alemania, en febrero de 2015 se llegó en Minsk a un nuevo acuerdo de alto el fuego.

El nuevo consenso estableció un nuevo cese el fuego inmediato y bilateral, el retiro de todo el armamento pesado de ambos bandos, una hoja de ruta para llevar a cabo elecciones locales y la amnistía de los dirigentes involucrados en el conflicto.

Sus términos también establecían la liberación de rehenes y personas detenidas ilegalmente y una reforma constitucional en Ucrania con la adopción de una nueva Carta Magna para fines de 2015. Esto significaba que Ucrania otorgaría a las dos regiones una autonomía significativa a cambio de recuperar el control de su frontera con Rusia. El acuerdo lo firmaron representantes de Rusia, Ucrania, líderes separatistas y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Posteriormente, fue respaldado por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

Los acuerdos de Minsk se idearon de manera muy apresurada. Rusia fue signataria pero no se reconoció su papel en el conflicto. De hecho, la palabra «Rusia» no aparece en ninguna parte del texto. Desde entonces, eso le permite al Kremlin decir que es simplemente un observador y que se debe llegar a un acuerdo entre el Gobierno de Ucrania y los rebeldes en el este del país. A pesar de la evidencia de que Rusia apoya a los separatistas. Mientras tanto, Kiev se negó a hablar directamente con los rebeldes.

Cualquier Gobierno ucraniano que acceda a otorgarle un estatus especial a Donbás podría no sobrevivir a una reacción negativa del público. En 2015, el entonces presidente de Ucrania Petro Poroshenko presentó enmiendas constitucionales sobre descentralización a las que se opusieron enérgicamente los grupos nacionalistas ucranianos. Los disturbios en Kiev dejaron tres agentes de policía muertos.

Por esos temas de interpretación, el nuevo acuerdo también fracasó y los combates se reanudaron rápidamente. Las últimas conversaciones entre los líderes de Ucrania, Rusia, Francia y Alemania sobre el acuerdo de Minsk fueron en 2019, pero los combates en el este de Ucrania entre los separatistas y las fuerzas ucranianas continuaron y se cobraron unas 14.000 vidas.

La región del Donbás, que antes de 2014 era el motor industrial de Ucrania, está extensamente dañada y más de dos millones de personas quedaron desplazadas.

Putin siempre dijo que Ucrania no tenía intención de implementar los términos del acuerdo. Kiev había buscado enmiendas al pacto, que se negoció después de que las tropas ucranianas sufrieran una serie de pérdidas militares.

Estados Unidos y otros aliados europeos habían expresado su apoyo al pacto y habían pedido a todas las partes que cumplieran con su parte del trato, pero tanto Estados Unidos como el Reino Unido y Europa acusaron a Putin de poner fin al acuerdo después de que reconociera a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Luhansk como Estados independientes, en medio de una movilización militar hacia la frontera.

Lo cierto es que la interpretación que tenían Kiev y Moscú sobre los acuerdos de Minsk siempre fue fundamentalmente diferente.

El gobierno ucraniano los veía como una forma de volver a unir a Ucrania y restaurar completamente la soberanía del país, aunque admitió otorgar ciertos poderes delegados a las dos regiones separatistas. Moscú, por su parte, creía que los acuerdos llevarían a un proceso que establecería un gobierno alineado con Rusia en Luhansk y Donetsk.

Y también consideraba que los acuerdos otorgarían un estatus especial a las regiones separatistas antes de volverse a reunir con el resto de Ucrania. Con esto, Moscú creía que podría retener su influencia sobre el país.

Si se interpreta a favor de Moscú, los acuerdos de Minsk son potencialmente una forma en que Rusia puede retener su influencia en Ucrania para y a través de los grupos prorrusos en el Donbás. Esto le daría a Rusia la capacidad de controlar el territorio, sin anexarlo, como hicieron con Crimea en 2014, y una voz en los asuntos nacionales de Ucrania.

Para complicar aún más las cosas, Rusia emitió pasaportes a cientos de miles de residentes de Donbás. Eso también podría darle a Rusia un papel en el Parlamento de Ucrania a través de sus apoderados, y la oportunidad de descarrilar cualquier esfuerzo lejano de Ucrania por unirse a la OTAN o la Unión Europea. Justamente, demanda clave que Rusia dice que debía cumplirse antes de la invasión. Dependiendo de cómo se organicen las elecciones, es posible que las personas con ciudadanía rusa y amnistiadas por matar ucranianos terminen en el parlamento de Ucrania, lo que desestabilizaría aún más a Ucrania.

Moscú insiste en que no busca una guerra y que la responsabilidad de la crisis es de la OTAN, aunque Estados Unidos y sus aliados han dicho que la autoría de la crisis pertenece a Rusia. «Nos han engañado descaradamente. Cinco oleadas de expansión de la OTAN. Y ahí está: ahora están en Rumanía y Polonia, con sistemas de armas», dijo Putin en diciembre, asegurando que Rusia «no quiere acciones militares». «Pedimos directamente que no haya más movimientos de la OTAN hacia el este. La pelota está en su cancha».

Putin acusa a la OTAN de violar el Acta Fundacional de Relaciones Mutuas, Cooperación y Seguridad entre la OTAN y Rusia, firmada en 1997 como marco de referencia entre ambas partes tras la caída de la URSS, al desplegar «sistemas ofensivos de armas en las fronteras de Rusia», específicamente en Letonia, Lituania, Estonia y Polonia.

La OTAN señala en cambio que ha cumplido con el Acta Fundacional, comprometiéndose a no desplegar fuerzas militares permanentes en los nuevos miembros son ni tampoco armas nucleares, dos de los pilares del acuerdo, y acusa en cambio a Moscú de incumplimiento.

Los 4500 soldados desplegados en Letonia, Lituania, Estonia y Polonia son «fuerzas rotativas y defensivas», según la OTAN, y llegaron como reacción a la anexión rusa de Crimea en 2014.

«Al firmar el Acta Fundacional OTAN-Rusia, Rusia se comprometió a no amenazar ni utilizar la fuerza contra los Aliados de la OTAN ni contra ningún otro Estado. Ha roto este compromiso, con la anexión ilegal e ilegítima de Crimea, territorio de un Estado soberano. Rusia también sigue apoyando a los militantes en el este de Ucrania», expresó la Alianza en un comunicado oficial.

Ahora bien, es importante recalcar por qué es tan importante para las partes la región del Donbás. La palabra es un acrónimo de Donetsk Coal Basin (Cuenca Carbonífera de Donetsk). Hace referencia a las enormes reservas de carbón que hay en la cordillera que atraviesa el lugar, un área rica en minerales, principalmente acero.

También las dos ciudades, Donetsk y Lugansk, son testimonio vivo de la Unión Soviética, ya que ambas fueron enclaves metalúrgicos importantes. Antes Lugansk era llamada Voroshilvgrado y Donetsk fue bautizada como Stalino, en honor a Stalin.

Antiguamente, la región del Donbás ocupaba un territorio más grande. Sin embargo, actualmente se ocupa para hacer alusión a un territorio comprendido por Donetsk, Lugansk y la provincia rusa de Rostov.

Donetsk y Lugansk son provincias históricamente ucranianas. Poseen una población de 3,5 millones de habitantes, sin embargo, la mayoría son rusoparlantes.

Según detalla la BBC, tras la II Guerra Mundial, un gran número de mineros y trabajadores rusos llegaron a esa región para explotar sus yacimientos.

El hecho de que la mayoría de sus habitantes sean rusoparlantes es el principal argumento para la intervención de Putin.

Desde el Kremlin explican que quieren protegerlos del nacionalismo ucraniano que gobierna en Kiev. De hecho, Alexander Zajarchenko, líder de los separatistas de Donetsk, fue asesinado en un atentado el año 2018.

Imagen de portada: Shutterstock

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