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Grandes inventos que nacieron en Latinoamérica

Grandes inventos que nacieron en Latinoamérica

Por Cosas Muy Importantes | Desde la identificación por huellas dactilares, hasta la propulsión de cohetes. Desde el punk hasta el walkman. En este episodio hacemos un recorrido por algunos de los inventos de origen latino, que han cambiado el mundo.

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¿Qué es un invento?

Un invento es una manera novedosa de cumplir una función mediante el uso de trabajo, materiales, útiles, energía e información. No es necesario que estén presentes todos estos elementos simultáneamente.

En el habla cotidiana —como sucede con muchos conceptos— invento se usa en sentido figurado como creación o novedad de cualquier tipo.

Este concepto de invento sólo se aplica a objetos concretos y hechos reales, por lo que no puede denominarse así a una idea novedosa hasta que es llevada a la práctica. Es usual llamar inventor a Leonardo da Vinci; sin embargo, sus diseños son sólo obras artísticas porque no las llevó a la práctica o no funcionaron cuando intentó hacerlo.

¿Hecho por un latino nacido y criado o también naturalizado? ¿Hecho en Latinoamérica o también en otro país? ¿Son «latinoamericanos» los inventos de los pueblos originarios hechos en el actual territorio latinoamericano, pero en tiempos en que el país no existía? Aunque no hay acuerdo generalizado sobre el tema, consideraremos «latinoamericanos» los inventos hechos no sólo por latinos en Latinoamérica, sino también por latinos en otros y por los nacidos en otros países que los desarrollaron o comercializaron en Latinoamérica. Hagamos un recorrido por algunos de los inventos de origen latino, que han cambiado el mundo.

Argentina

La identificación de personas por sus huellas digitales

En las antiguas Babilonia y Persia se usaban las impresiones dactilares para autenticar registros en arcilla, pues ya se conocía su carácter único.

El uso de los relieves dactilares fue por primera vez objeto de un estudio científico por el antropólogo inglés Francis Galton (1822-1911), quien publicó sus resultados en el libro Huellas dactilares (1892). Los mismos verificaron tanto la invariabilidad de las huellas digitales a lo largo de toda la vida de un individuo, como su carácter distintivo aun para gemelos idénticos. Los estudios de Galton estuvieron orientados a la determinación de las características raciales hereditarias de las personas (sobre las que las huellas digitales no podían dar información) y determinó algunas características de las huellas que todavía se usan hoy en día para su clasificación.

Con base en las mismas, Galton propuso usarlas para la identificación personal en reemplazo del inexacto sistema Bertillon, entonces en uso. Los 40 rasgos propuestos por Galton para la clasificación de las impresiones digitales fueron analizados y mejorados por Juan Vucetich, a quien el Jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, Guillermo Núñez, le había encomendado sentar las bases de una identificación personal confiable.

Vucetich usó inicialmente 101 rasgos de las huellas para clasificarlas en cuatro grandes grupos. Logró luego simplificar el método basándolo en cuatro rasgos principales: arcos, presillas internas, presillas externas y verticilos. En base a sus métodos, la policía bonaerense inició en 1891, por primera vez en el mundo, el registro dactiloscópico de las personas. En el año 1892 hizo por primera vez la identificación de una asesina, en base a las huellas dejadas por sus dedos ensangrentados (en particular por su pulgar derecho) en la escena del crimen de sus dos hijos, en la ciudad de Necochea (provincia de Buenos Aires). La misma, de nombre Francisca Rojas, había acusado de los asesinatos a su marido.

La identificación de huellas dactilares todavía se basa en los cuatro rasgos finalmente elegidos por Vucetich.

El Bolígrafo

El bolígrafo fue inventado por Lászlo Jószef Biró (quien castellanizó su nombre como Ladislao José Biró), nacido en Budapest (Hungría) el 29 de septiembre de 1899. Hijo de un dentista judío y una cristiana fue, según se desprende de sus propios relatos, un personaje multifacético. Trabajó como mecánico dental; inició, sin completarlos, estudios de Medicina e Ingeniería; fue escultor, pintor, corredor de automóviles, hipnotizador, periodista… Registró 32 inventos, entre los que se cuentan un lavarropas, una transmisión automática para automóviles (que fue comprada y archivada por la General Motors para evitar que compitiera con su sistema propio), artefactos micromecánicos, un sistema de levitación magnética para trenes, el napalm, la resina fenólica, un método para la separación de isótopos.

Se cuenta que Biró concibió la idea del bolígrafo cuando notó que las bolillas de vidrio con que jugaban unos niños marcaban nítidas línea de agua cada vez que cruzaban un charquito. A lo largo de toda la década de 1930 desarrolló en Europa varios prototipos basados en la “sencilla” idea de escribir haciendo rodar una bolilla entintada, principio de funcionamiento afín al usado por las imprentas rotativas con que se imprimen los periódicos, obteniendo allí su primera patente en 1938. Ese mismo año, en un hotel de un balneario de Yugoeslavia, otro de los huéspedes lo vio escribiendo con su invento y se interesó mucho en la idea. El otro huésped era el entonces Presidente de Argentina, Ing. Agustín Justo, quien lo invitó a radicarse en nuestro país. En 1939 Biró debió abandonar Hungría para escapar del gobierno pro-nazi, trasladándose primero a París y, luego de la entrada allí de los alemanes, a Argentina, donde arribó en mayo de 1940 gracias a la ayuda de Justo.

Ya en Buenos Aires, con su socio húngaro Juan Jorge Meynes, creó la Sociedad Sudamericana Biró para continuar perfeccionando su invención. Para ello debió desarrollar tanto las máquinas con que producirlas (en particular, la engarzadora de las bolitas), como una tinta que fluyera con facilidad pero al mismo tiempo fuera de secado rápido. La primera versión comercial se produjo en 1941 con el nombre Eterpen. En 1945, habiendo hecho mejoras muy significativas a la Eterpen, vendió por dos millones de dólares los derechos de su producto a la empresa Eversharp-Faber, que lo comercializó como Birome (combinación de los nombres de Biró y Meynes), denominándolo genéricamente «esferográfica». Como frecuentemente sucede con la marca de los productos exitosos (como la Aspirin, el cierre Relámpago, y la Gillette) «birome» fue la denominación popular en Argentina de lo que más tarde, al aparecer productos similares de otras marcas, se denominó bolígrafo. Los derechos para Europa fueron vendidos al barón francés Marcel Bich, quien los comercializó con la abreviatura de su propio nombre, Bic. Los primeros modelos de bolígrafo se vendían a cien dólares, pero ya en 1949 su masiva producción en serie había bajado enormente el precio, que en Argentina era tan sólo $11,90, aunque todavía varias veces el bajísimo precio actual, consecuencia de los millones de unidades que hoy se venden en todo el planeta.

Paraguay

Portón eléctrico con control remoto

Desde muy joven, Rafael Fuller Caballero se sintió atraído hacia los secretos de la técnica, en especial hacia una disciplina que entonces entusiasmaba a las mentes juveniles inquietas, la radiocomunicación.
   
Para profundizar sus estudios, en 1913 fue becado por el Gobierno a EE.UU., de donde pasó a estudiar Ingeniería Electrónica a la Universidad de Cambridge.  
      
Siendo estudiante de dicha universidad, Fuller empezó a realizar experimentos de telemecánica, en especial con las ondas hertzianas y a llevar adelante sus primeros inventos, asombrando a sus profesores y al público que tenía la oportunidad de observar las proezas técnicas.   

Uno de sus muy celebrados inventos fue un barquito de juguete movido a control remoto, que causó sensación en una muestra de portentos tecnológicos realizada en Dublín, Irlanda, en abril de 1923. 

Radicado en Montevideo en 1929, descartó la experimentación con las ondas hertzianas y se dedicó a realizar ensayos con la inducción eléctrica, lo que le llevó a inventar un sistema de abridor automático de portones a control remoto, que lo patentó en el Uruguay y en la Argentina.   

Era consciente de que las grandes ventajas de la inducción eran para las acciones locales, a corta distancia. Y fue la base de su invento: la aplicación localizada de energía inducida.   
   
Efectivamente. Para realizar el invento de sus puertas de apertura y cierres automáticos, Fuller utilizó la inducción electromagnética entre dos circuitos: uno colocado en el automóvil y otro colocado en el subsuelo del garaje. 
   
Para conseguir su exitoso invento, utilizó un “relais” –entonces recientemente inventado en Norteamérica–, muy fino y que se construyó para la televisión (entonces un novedosísimo invento). Los efectos obtenidos con este mecanismo tuvieron resultados muy prácticos, pues este “relais” era inmune a los ruidos, a las chispas de los automóviles y aun, a las perturbaciones atmosféricas.   
      
El acontecimiento tuvo eco en la prensa uruguaya, argentina y paraguaya, con notable suceso. Su invento demostró la operabilidad de la inducción eléctrica para este tipo de mecanismo, además de la seguridad de su funcionamiento.   
   
El ingeniero Fuller, convencido de la practicidad de su invento, además de registrarlo en el Uruguay, la Argentina y el Paraguay, proyectó hacerlo en los Estados Unidos de Norteamérica.

Cuando viajó allá para registrarlo, se encontró con la desagradable sorpresa de que la documentación había sido sustraída de la Oficina de Patentes del Uruguay y patentado en los Estados Unidos, siendo despojado de la propiedad de dicho portento tecnológico.   

Uruguay

La detección del cáncer de mama en el Hospital Pereira Rossell

La mamografía, técnica gracias a la cuál hoy en día se puede detectar el cáncer de mama y otras anomalías, es fruto de una cadena de descubrimientos que parten desde que en 1895 el alemán Wilhelm Conrad Röentgen descubrió cómo hacer que los rayos X atraviesen objetos, hasta que en 1965 el francés Charles Gros en Estrasburgo creó el primer prototipo de un instrumento dedicado a la mamografía, llamado GCR Senographe.

Lo que poca gente sabe es que un uruguayo fue la pieza clave para el desarrollo de esta tecnología. En 1949, Raúl Leborgne, en el Hospital Pereira Rossell de Montevideo, propuso la compresión de la mama durante la captación de la imagen, de forma que esta fuese de mejor calidad debido al hecho de que aumentaba la superficie del seno y el tejido era más delgado.

Gracias a esta técnica de compresión mamaria, Leborgne pudo distinguir entre masa cancerosa y masa benigna, que tenían diferentes densidades y apariencias en la mamografía.\

El Teorema de Massera: el uruguayo que resolvió el problema que nadie pudo

El matemático uruguayo José Luis Massera es reconocido mundialmente por haber sido el primero en demostrar el recíproco del teorema de Lyapunov en 1948, lo que le valió un teorema con su propio nombre. La solución a este problema había sido buscada por numerosos científicos, especialmente por los matemáticos soviéticos durante los años 1940 y 1950.

En una conferencia dictada en 1998 en el Museo Nacional de Antropología en México, Massera relató la siguiente anécdota: «En un viaje a Moscú por mis actividades político-sociales, un grupo numeroso de matemáticos rusos me invitó a la casa de uno de ellos en que me contaron que, leyendo el Annals of Mathematics, un día se sorprendieron de ver resuelto el problema inverso del método de Lyapunov, que varios de ellos habían intentado infructuosamente resolver durante años, y que estaba firmado por un matemático de Montevideo (¿dónde quedará ese país?)».

Massera, que estuvo preso nueve años durante la dictadura militar por su ideología política, se convirtió en un importante referente de la cultura, la ciencia y la democracia en el país. Durante un homenaje que le realizaron en la Asamblea General, el senador Marcos Carámbula declaró que sus pares lo consideraban «por la calidad de su trabajo original, por su influencia en sucesivas generaciones, por su amplitud de miras, el matemático de mayor jerarquía en el Uruguay».

El primer desarrollador automatizado de programas informáticos

En 1984 una empresa brasileña les ofreció un trabajo de consultoría a los ingenieros uruguayos Breogán Gonda y Nicolás Jodal, que ya venían trabajando en este rubro. Se trató de un gran desafío: elaborar una única base de datos corporativa para toda la empresa. En esa época se trataba de un campo poco desarrollado.
Los ingenieros terminaron desarrollando una exclusiva y compleja tecnología que bautizaron como GeneXus. «La disyuntiva era entre publicar los descubrimientos realizados y dar por terminada la investigación o hacer una empresa, un producto y tratar de comercializarlo, comenzando por Uruguay y los países vecinos para seguir luego con el mundo todo. Escogimos la segunda opción», afirman los autores en La génesis de Genexus.
A día de hoy se trata de la mayor celebridad informática de Iberoamérica, la marca uruguaya con más patentes en el mundo, presente en más de 80 países.

Chile

Vacuna contra la Hepatitis B

Fue en 1986 cuando el bioquímico chileno Pablo Valenzuela creó esta vacuna con el propósito de mejorar la opción que había hasta el momento, la cual consistía en una vacuna creada con antígenos de pacientes infectados con el virus. Valenzuela en cambio, logró crear una inyección eficiente con ADN recombinante, proceso que consiste en proteínas producidas por cultivos de levaduras modificadas genéticamente; creando así una opción que no incluyera el virus dentro del mismo antídoto.

Planeta Gigante

Chile es uno es uno de los países más importantes para la astronomía, con uno de los cielos más despejados del mundo y con observatorios y telescopios de importancia mundial, es común que una gran cantidad de descubrimientos hayan tomado lugar en nuestro país. Uno de esos es una planeta gigante que supera tres veces su tamaño a Júpiter. Este fue descubierto por una joven chilena de apenas 25 años y cuyo trabajo fue publicado en la revista de la Real Sociedad Astronómica de Londres.

Perú

Grandes avances en la Aeronautica

Pedro Paulet. Nacido en Arequipa en 1874, este ingeniero peruano fue un pionero del espacio. Fue la primera persona en construir un motor de propulsión a combustible líquido para un cohete y es considerado uno de los padres de la aeronáutica. La carrera de Paulet comenzó a los 19 años, cuando recibió una beca del gobierno para estudiar ingeniería en La Sorbona (París). Se dice que se inspiró en la manera en que se desplazan los calamares en el agua para diseñar su sistema de propulsión a chorro, que se utiliza en los cohetes actuales. En su honor, el 2 de julio se festeja el Día Nacional de la Aeronáutica.

Pedro Ruiz Gallo. El chiclayano, que nació en 1838, tuvo una labor destacada como militar e inventor. Junto con Paulet es considerado uno de los principales precursores de la aeronáutica moderna gracias a los estudios en los que planteaba la construcción de una máquina voladora movida por propulsión mecánica que “permitiría al hombre conquistar los cielos”. Es además el creador y constructor de “El gran reloj de Lima”, el monumental reloj que le tomó cuatro años concluir y que fue tomado como botín durante la guerra con Chile.

¿Quieres conocer qué otros grandes inventos nacieron en nuestra tierra? Escucha el episodio 76 del Podcast Cosas Muy Importantes, en tu plataforma de Podcast favorita y recuerda suscribirte a nuestro Patreon para tener acceso a contenido exclusivo.

Imagen portada: Shutterstock

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