Hoy en día lo asociamos con un Slash con sombrero y Marlboro en la boca, Axl con la falda y la mala actitud, Izzie con su pinta de Richards de los 90s, Duff siempre siendo foco de la atención y el problemático Steven Adler, baterista de los grandes rizos amarillos. Sin embargo esta visión que tenemos de ellos, está pasada por el prisma de Cartoon Network. Los que vivimos la época recordamos otra cosa.
1987 fue un año grandioso para la música, tanto como 1971, 1983 o 1991 quizás, salieron discos que han pasado a la historia como Hysteria de Def Leppard, Joshua Tree de U2, o Bad de Michael Jackson. Sin contar con singles increíbles como The Final Countdown de Europe o I (Just) Died in Your Arms de Cutting Crew. Con esto empezamos a hacernos una idea del panorama musical de 1987, era increíble pero la verdad, bastante meloso.
Entonces el 21 de julio de 1987, llegaron Guns & Roses y patearon el tablero.
Si abriéramos en abanico todos los grandes éxitos de 1987, dándoles una escala de colores estos irían del blanco al color rosa, mientras que “Welcome to the jungle” seria de color rojo sangre y estaría ubicado en el mismo mango del abanico.
Nada hasta el momento había sonado con tanta rabia contenida propia del punk y a la vez mezclada con el lado melódico de Led Zeppelin, Aerosmith y Queen.
La voz de Axl parecía el producto de un choque de un autobús y una jauría de gatos salvajes, mientras que Slash estaba totalmente fuera de moda en esa jungla de guitarristas fotocopia de Van Halen, Izzie era posiblemente el más renegado de la pandilla con su look Stones, Duff con su onda Punk y Steven siendo Steven.
Hoy encendemos la radio y escuchamos “Sweet Child ò Mine” y sonreímos pensando en lo cursi de la canción, pero para 1987 era el equivalente de “Smell like teen spirit”.
No hay mucho más que decir, pero traten de escuchar este disco de principio a fin con oídos frescos y probablemente entenderán porque es unos de los discos más importante de la historia.
@elchevequebb para @Culturizando
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