Extasiado por el placer, Sigmund Freud comenzó a estudiar los posibles beneficios de la cocaína, la cual serviría no solamente como anestesia local, sino como un magnífico tratamiento para las enfermedades mentales. Todo cambió de un momento a otro cuando su cuerpo se comenzó a deteriorar…
Un joven doctor extasiado por la posibilidad de alcanzar la fama
Sigmund Freud era un estudiante apasionado, una vez graduado de medicina, decidió seguir creciendo y estudiando. Sus investigaciones no paraban y cada día se interesaba más por descubrir el funcionamiento del cuerpo humano. Su carrera no empezó fácil, venía de una familia muy pobre y debió trabajar muy duro para posicionarse. Estaba solo y frustrado con todo, lo único que lo ayudaba a sobrellevar sus tragedias era su prometida Martha Bernays.
En medio de su lucha como médico, tratando de lograr sus objetivos profesionales –y sobre todo, económicos-, comenzó a interesarse por una droga llamada “cocaína”. Para el momento, era común que los doctores se utilizaran como conejillos de indias, por lo que decidió probarla en él mismo para ver los resultados.
Con pequeñas dosis, se sentía extasiado, relajado e incluso más sociable. Una de las características que más le impresionaba de la droga, era la facilidad con la que le “soltaba la lengua”, al ser un hombre tan reservado, hablar libremente no era una tarea sencilla.
“Sientes un aumento del autocontrol, te sientes más vigoroso y capaz de trabajar. Uno está normal y de la nada te parece difícil aceptar que estás bajo los efectos de una droga”, escribió en uno de sus análisis.
Este descubrimiento le dio a Freud la motivación que necesitaba para sentirse poderoso e inteligente, por fin tenía en sus manos un arma que le daría éxito y reconocimiento garantizado.
Además de relajar ¿se podrá usar como anestesia?
Uno de los desafíos médicos más complejos de la época de Freud, era la anestesia. Si bien existían métodos que bloqueaban las percepciones del dolor en el sistema nervioso, seguían siendo poco efectivas y altamente riesgosas. La posibilidad de tener una droga que se pudiese usar como anestesia era sencillamente brillante.
En búsqueda de estudiar mejor este fenómeno, comentó su descubrimiento con el doctor Carl Koller, el cual se convirtió en el primer médico del mundo en utilizar anestesia local tras aprovechar el hallazgo de Freud, mientras este viajaba para ver a su amada, Martha.
Los resultados eran maravillosos. Freud confiaba tanto en su teoría, que hizo que su padre se sometiera a una cirugía ocular bajo los efectos anestésicos de la cocaína –él mismo asistió la operación-.
Una droga de uso familiar
Además de sus usos como anestésico, Freud había descubierto que la aplicación de la cocaína en pequeñas cantidades podía ser beneficiosa para la salud mental. Para probar, él mismo se la administraba y sentía “calma, armonía, buen humor e incluso la sensación de haber comido”. La droga se podía conseguir en farmacias sin prescripción médica así que comenzó a recomendarla.
Tras vivir en carne propia los beneficios, decidió enviarle a su esposa para que la aprovechara y le documentara sus experiencias. Lo mismo hizo con sus hermanas. La mejor parte para Freud, era que –hasta el momento-, pensaba que no causaba adicción, pero se equivocaba.
Le tenía tanta fe a la investigación, que le recomendó a su mejor amigo Ernst von Fleichl-Marxow -quien sufría de una terrible adicción a la morfina-, probarla como estrategia para curarse de su adicción. Al poco tiempo, el resultado fue peor de lo que imaginaba. Reemplazó la morfina por cocaína y el proceso precipitó su muerte. Fue la primera vez que se dio cuenta que la cocaína era en realidad peligrosa.
“Necesito mucha cocaína”
Escribió con preocupación Sigmund Freud. Se había vuelto adicto a una droga que él mismo había estudiado y promovido. Él la utilizaba como droga de relajación, “un cigarrillo es solo un cigarrillo”, solía decir para restarle importancia, pero todo cambió cuando su salud se comenzó a deteriorar rápidamente.
Si bien nunca fue una persona demasiado alegre, si pasaba mucho tiempo sin suministrarse la droga, se volvía completamente irritable y se le dificultaba pensar. Él se aprovechaba de sus propiedades analgésicas para tratar ciertos problemas que tenía en su nariz, hasta que de un momento a otro, se le llenó de pus y tuvo que pedirle a un amigo cirujano que le abriera las fosas nasales con un cuchillo para que pudiera volver a respirar.
Mientras más pasaba el tiempo, más se propagaban los terribles efectos secundarios que tenía la droga. Aterrorizado por perder su credibilidad como doctor, decidió eliminar todo tipo de estudios y artículos en los que hablara positivamente de la droga y logró vencer su adicción por miedo a perder su carrera -o al menos, eso dicen-.
Con información de: Playbuzz / Grandes protagonistas de la humanidad: Sigmund Freud. Editorial CINCO.
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