Eritrea podría figurar como otro país de África con problemas, entre ellos un gobierno de características tiránicas; sin embargo, se considera que la represión de su gobierno unipartidista puede ser comparada con la de Corea del Norte, una dictadura que suele ser calificada como la peor…
Eritrea, un país soberano al noroeste de África, pudo gozar de una mediana independencia a partir de los años 90, luego de un largo historial de lucha por la liberación. En los inicios de la humanidad, esta región formaba parte del Reino de Aksum, luego del Reino Medri Bahri y, más recientemente, de las Colonias inglesas (siglo XX).
Después de la disolución de varios imperios y la lucha por la independencia, Eritrea se enfrascó en una guerra con Etiopía, hasta que en 1993 logró consolidarse como un país soberano.
La arquitectura italiana y algunas pinturas al estilo art deco fueron dos de los elementos que terminaron por posarse en la ciudad de Asmara, la capital del país, que fue tomando su estilo propio luego de tantos conflictos y choques culturales. En la aparente estabilidad, el Gobierno fue tomando un carácter unipartidista, hasta sumir a Eritrea en una dictadura comparada a la de Corea del Norte.
Eritrea: dictadura disfrazada de gobierno
Uno de los jefes de las guerrillas durante los peores tiempos de la guerra, Isaías Afewerki, tomó posesión de la presidencia a partir de 1991, avalado posteriormente por un referéndum que le daba apoyo. Aparentaba traer consigo la modernidad para el país: avances ferroviarios, atención al turismo y la infraestructura.
Con el pasar de los años las conductas sectarias comenzaron a manifestarse, desde el aplazamiento de las elecciones hasta la extracción completa de todos los medios de comunicación social, que se volvieron brazos del Estado. Las conexiones a internet son escasas, por no decir inexistentes, y la única emisora de radio que funciona apoya abiertamente a Afewerki.
Las cárceles están llenas de disidentes, turistas, periodistas y desertores, considerados por el régimen agentes de desestabilización. No hay casi tráfico, porque son pocos los vehículos que circulan por la ciudad capitalina. El servicio militar es un tema que preocupa a la población, porque se reclutan personas desde los 17 años para cumplir labores, hasta como mínimo, los 50 años de edad. Pero ese no es el principal problema: el trabajo forzoso y las violaciones a los derechos humanos en campos de entrenamiento provocan que las tasas de mortalidad sean un verdadero problema sanitario, que el Gobierno se esfuerza por ignorar.
La nefasta situación económica incita a la migración de una gran cantidad de africanos a Europa, o huidas por las colapsadas fronteras a países vecinos que, por cierto, han tenido reiterados conflictos con la golpeada Eritrea.
La imposición del cristianismo ortodoxo, el islam y el luteranismo no permite libertad religiosa. Según estudios reseñados por el diario The Guardian, los contrarios religiosos son torturados en la cárcel en aras de “obligarles a renunciar a su fe”.
Los residentes de Asmara se entretienen con el ciclismo, una de las pocas actividades que son permitidas.
El pasado como guía del presente
Muchos de los gobiernos del continente africano toman como opción la dictadura para controlar sus poblaciones. Esta tendencia al régimen podría tener su origen en la propia historia que ha tenido la región relacionada con conflictos entre etnias, colonizaciones que derivan en esclavitud y alianzas temporales que concluyen en guerras.
El caso de Eritrea no es aislado. Este país, de independencia reciente, ha pasado por el dominio del Imperio portugués y el británico en el transcurso de pocos años. Tal vez la colonización que más dejó huella fue la coalición entre el Imperio otomano y el Imperio etíope, que dieron origen a la Eritrea italiana. Básicamente, esta nación fue disputada entre los años 1800 y mediados de 1900 por dos potencias mundiales, como lo son Italia y Reino Unido.
Podríamos incluso remontarnos al pasado más antiguo, cuando se intentó cristianizar en tiempos medievales a varias regiones de África, dando lugar a la República de Hamasien, que explicaría la actual distribución geográfica de Eritrea. En todo caso, la unión más importante, que además explica la situación actual del país, es la que hicieron los propios africanos en pro de expulsar a Europa para siempre de su hogar: la Federación de Etiopía y Eritrea.
Etiopía, con luchadores dispuestos a pelear por su monarca Haile Selassie en tiempos de rastafarismo, y Eritrea, una nación que ansiaba libertad, se unieron y lograron sacar a los extranjeros de su país. El compañerismo no tardaría en pasar al odio, ya que al poco tiempo los dos territorios originaron un conflicto entre líderes con, por supuesto, elementos en común, pero con ideas y diferencias más fuertes que la unión.
Isaías Afewerki, el presidente de Eritrea, pertenece a esos tiempos de lucha. Su gobierno suprime cualquier tipo de pensamiento individual que vaya en contra del suyo, porque parece entender que el entendimiento no tiene mucha duración; la población o los políticos no tardan en hacer de sus pensamientos una exigencia. ¿Por qué darse a la molestia de permitir que todos opinen? Pues… al final del día, todos intentarán hacer de sus pensamientos una imposición.
En definitiva, África es un continente golpeado con heridas que tardarán tiempo en sanar. El problema radica en que, mientras tanto, los propios residentes no se concentran en sanar, sino en imponer.
Con información de Wikipedia / La Vanguardia / Internacional Crisis Group / YouTube
Imagen portada: Shutterstock
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