Los satélites son cuerpos que orbitan alrededor de los planetas. Comúnmente, estos cuerpos son conocidos como lunas debido al nombre del satélite que domina el cielo nocturno de la Tierra. Como en una danza, estas lunas acompañan a los planetas en su eterno deambular en torno a una estrella. Lejos de esta imagen apacible, los satélites son los escenarios de los más tempestuosos fenómenos físicos y químicos.
Han sido objeto de estudio de los astrónomos de todos los tiempos, pero también han despertado la curiosidad de los escritores, los cuales imaginaron todo tipo de aventuras en torno a sus misterios. Muchas de las lunas llevan nombres inspirados en los personajes de la mitología griega y romana, e incluso no faltan aquellos que rinden homenaje a las tragedias de William Shakespeare. En esta galería, te presentamos las diez lunas más maravillosas del Sistema Solar.
Deimos
Deimos es una de las dos lunas del planeta Marte y fue descubierta en 1877 por el astrónomo norteamericano Asaph Hall. Su nombre proviene del griego y significa “terror”, un término muy acorde para denominar a uno de los compañeros del Dios de la guerra (Marte, en su denominación romana). Un observador ubicado en el ecuador marciano tendría la oportunidad de apreciar este satélite casi permanentemente, ya que apenas pasan unas pocas horas entre su salida y su ocultamiento. A esta presencia constante en el cielo marciano, se suma una visión espectacular: desde la superficie del planeta, este satélite se ve cientos de veces más grande y brillante de lo que se ve la Luna desde la Tierra.
Phobos
Phobos, la otra luna de Marte, vendría a ser la hermana mayor de Deimos. Su nombre significa “miedo” y también fue descubierta por Asaph Hall. Este satélite tiene una forma muy irregular y gran parte de su superficie está cubierta por un gigantesco cráter que le da el aspecto de una pelota de fútbol desinflada. Se oculta en el cielo marciano dos veces por día y cada vez se acerca más al planeta rojo, al punto de que los científicos especulan que terminarán por comisionar.
Ganimedes
Este satélite del planeta Júpiter es el más grande del sistema solar e incluso es mayor que el planeta Mercurio. Fue descubierto por Galileo Galilei en 1610 y al poco tiempo fue nombrado “Gaminedes” por Simon Mauris, en homenaje al copero de los dioses griegos. Su núcleo, hecho de hierro y azufre, está cubierto de heladas rocas de sílice. Sus descomunales dimensiones llamaron la atención del escritor de ciencia-ficción Isaac Asimov, quien escribió el cuento “Una navidad en Ganimedes”.
Ío
Esta luna es la más cercana a Júpiter de las 63 que embellecen su cielo. También fue descubierta por Galileo en 1610 y debe su nombre a una de las doncellas que enamoró Zeus. Ío tiene la peculiaridad de ser el satélite con mayor actividad geológica de todo el sistema solar: más de 400 volcanes están en permanente erupción, elevando gigantescas nubes de dióxido de azufre que hacen que esta luna adquiera a la distancia un color entre amarillo y naranja.
Titán
Saturno cuenta con 62 satélites que convierten a su firmamento en uno de los espectáculos más maravillosos de la mecánica celeste, superando por mucho las fantasías de las películas de ciencia-ficción que encuadran sus aventuras bajo cielos por los que constantemente desfilan lunas. De todos estos satélites saturninos, el mayor es Titán, que no solo rinde homenaje a su nombre con su tamaño sino que presenta la particularidad de ser la única luna del sistema solar que cuenta con atmósfera.
Puck
Urano cuenta con 27 satélites y muchos de ellos fueron descubiertos en la década de los 80 gracias a la sonda espacial Voyager II. A diferencia del resto de las lunas del sistema solar, sus nombres están inspirados en muchas de las heroínas de las obras de teatro de William Shakespeare: Ofelia, Julieta, Desdémona, entre otras. Puck, por su parte, con sus 160 kilómetros de diámetro es la luna más grande y cercana al planeta Urano. Su nombre se debe al duende que en la obra “Sueño de una noche de verano” no deja de cometer travesuras.
Caronte
Plutón debe su nombre al dios romano de los muertos. Uno de sus tres satélites, en consecuencia, lleva el nombre de Caronte: el barquero que según los romanos cruzaba las almas hacía el otro mundo. Caronte fue descubierto recién en 1978 por el astrónomo James Christy, quien notó que los más de 200 años que le suponen a Plutón orbitar el Sol eran acompañados por un satélite. Planeta y satélite presentan la curiosidad de que siempre se enfrentan sus mismas caras, es decir, que Caronte solo puede ser visto desde uno de los hemisferio de Plutón. Por esta característica, desde la Tierra ambos objetos entran en períodos de eclipse que llegan a durar años.
Tritón
Durante años, Tritón fue la única luna conocida de Neptuno, el planeta que lleva el nombre del dios romano del mar debido a su intenso color celeste. Neptuno fue descubierto gracias a una serie de fórmulas matemáticas que por las características de las órbitas de planetas como Júpiter y Saturno hacían suponer la existencia de un planeta hasta entonces desconocido. Efectivamente, a escasa distancia de lo calculado por el matemático Le Verrier, el astrónomo Galle encontró en 1846 a Neptuno y, poco después, a su luna: Tritón. Esta luna perdió su exclusividad debido a la sonda Voyager II, que constató la existencia de un total de 14 lunas. La particularidad de Tritón radica en su superficie helada (-200 ºC, aproximadamente) cubierta de géiseres de nitrógeno.
Dactil
La curiosidad de esta pequeñísima luna, de poco más de un kilómetro de diámetro, es que orbita al asteroide Ida. Hasta su descubrimiento, no se sabía que los asteroides podían tener satélites. El mérito del hallazgo se le debe a la sonda espacial Galileo, que pudo fotografiar esta curiosidad durante su largo viaje rumbo a Júpiter. Dactyl e Ida comparten gran cantidad de similitudes en su composición, lo que hace suponer a los científicos que en algún momento fueron un solo cuerpo.
La Luna
La Luna es el único satélite natural del planeta Tierra y siempre muestra una sola de sus caras. Su lado oscuro ha inspirado todo tipo de especulaciones (incluidas las musicales) y recientemente varias sondas espaciales parecen haber detectado la presencia de agua congelada en algunos de los cráteres de este sector. Para muchos científicos, este dato podría estar ligado con el origen común que supuestamente comparten la Tierra y la Luna. A pesar de ser el único satélite que ha sido visitado por el hombre, su misterio permanece hasta hoy y afecta enormemente a la vida en la Tierra: desde el flujo de las mareas hasta la inusitada actividad que despierta en los seres vivos cuando está llena.
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