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El filo entre el amor y el odio: Olivia Colman y Benedict Cumberbatch hablan de 'The Roses'

El filo entre el amor y el odio: Olivia Colman y Benedict Cumberbatch hablan de ‘The Roses’

El cine siempre ha tenido fascinación por las historias de parejas en crisis, pero pocas veces la disección de un matrimonio ha sido tan divertida y dolorosa a la vez como en The Roses. Esta nueva versión del clásico contemporáneo no es un remake al uso, sino una reinvención escrita por Tony McNamara y dirigida por Jay Roach, con dos de los actores más admirados de su generación al frente: Olivia Colman y Benedict Cumberbatch.

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En una conversación con prensa internacional, ambos intérpretes compartieron con humor y franqueza lo que significó encarnar a Ivy y Theo, un matrimonio que se ama tanto como se destruye. Y en sus palabras, entre bromas y reflexiones, se asomaba algo más profundo: la certeza de que la comedia y la tragedia de la vida conyugal son dos caras de la misma moneda.

La química y la anti-química

Una de las preguntas inevitables fue cómo lograron encontrar el ritmo preciso en pantalla. El filme exige moverse entre lo hilarante y lo brutal, del coqueteo inicial al odio que puede ser más hiriente que cualquier golpe. Colman respondió con la modestia que la caracteriza: “Fue Tony McNamara quien lo escribió brillantemente. Solo había que seguir lo que decía”. Cumberbatch, entre risas, admitió que a él le costó más: “Yo trabajé mucho, hice muchas versiones y esperaba que algo quedara en la edición”.

Ambos coinciden en que la clave estaba en el guión, pero también en la confianza mutua. Cuando la interpretación exigía empujar la crueldad, Benedict confesó que necesitaba asegurarse de que Olivia estuviera bien: “Había momentos en que ella subía la temperatura de la maldad y yo pensaba, necesito tocar base con Liv y confirmar que estamos bien. Puede sonar patético, pero era necesario”. Colman lo interrumpió: “No es patético, es dulce”.

Esa complicidad, nacida de años de amistad, fue lo que convirtió la química en algo natural y la anti-química en algo creíble.

Humor dentro y fuera del set

Al hablar de sus influencias cómicas, sus respuestas pintaron un mapa generacional que va de Peter Sellers y Chaplin hasta Kate McKinnon y Andy Samberg. Benedict recordó lo impactante que resulta volver a The Great Dictator: “Chaplin jugaba con la seriedad y la risa al mismo tiempo. Ese cruce entre lo gracioso y lo doloroso es muy potente”. Colman asintió: “Lo triste hace que lo cómico sea aún más fuerte”.

Pero lo más revelador vino cuando Olivia habló de su vida cotidiana. Contó que con su marido, Ed Sinclair, celebrarán 25 años de matrimonio y que una de las cosas que más la hacen reír es verlo tropezar o quedarse atascado en el metro. “Creo que las parejas que se ríen cuando el otro se cae duran más”, bromeó. Benedict le siguió el juego: “Bueno, en la vejez se caen más, así que será perfecto”.

Ese tipo de humor doméstico, que convierte la torpeza en ternura, parece haber alimentado el tono de la película: reírse de lo que duele, encontrar comedia en la fragilidad.

McNamara, el tercer protagonista

Ambos actores se deshicieron en elogios hacia Tony McNamara, guionista de The Favourite. Colman lo describió como alguien capaz de escribir líneas cáusticas con una ligereza que desarma: “Es tan inteligente que logra lanzar frases que podrían parecer crueles, pero lo hace con un guiño, con una sonrisa. Es uno en un millón”.

Cumberbatch resaltó su generosidad: “No es un escritor celoso de sus palabras, es muy colaborativo. Eso demuestra lo brillante que es: permitir que los actores también jueguen sin perder la esencia del texto”.

A lo largo de la conversación, tanto Colman como Cumberbatch insistieron en que la verdadera brújula de The Roses estaba en ese guion. “Con Tony no hay que arreglar nada. Lo lees en voz alta y funciona. Es un regalo”, resumió Olivia.

El desafío de reimaginar un clásico

La inevitable comparación con La guerra de los Roses de Danny DeVito apareció varias veces. Ambos actores fueron claros: no se trata de un remake. “Es más bien una inspiración, un punto de partida”, explicó Benedict. “Son personajes diferentes, una historia diferente. No podíamos simplemente imitar lo que hicieron Michael Douglas y Kathleen Turner porque son icónicos. Esto es otra cosa”.

Olivia agregó que el cine siempre se nutre del cine: “Es imposible encontrar algo enteramente original. El arte inspira al arte”.

En esta nueva versión, Theo e Ivy son británicos viviendo en Estados Unidos, y la trama pone más énfasis en cómo el amor se transforma en resentimiento a partir de cambios en la dinámica de la pareja, más que en el puro espectáculo de la destrucción.

Entre el amor y la demolición

Uno de los aspectos más interesantes del rodaje fue cómo la filmación cronológica ayudó a intensificar la transición de la pareja. “Comenzamos con los momentos más ligeros y divertidos, y a medida que avanzábamos en la historia y llegamos a la casa, todo se volvió más tóxico”, recordó Benedict. “Hubo un día en que pensé: mejor verifico con Olivia que seguimos siendo amigos, porque esto se está poniendo fuerte”.

El propio espacio físico de la casa se convirtió en un personaje. “Es fascinante cómo los personajes empiezan a ocupar distintas áreas, casi como si dividieran el terreno en una guerra”, apuntó Cumberbatch. Ese distanciamiento espacial se reflejaba en sus cuerpos: más rígidos, más fríos, con menos contacto.

Olivia lo resumió de manera sencilla: “Si estás feliz, tu cuerpo lo refleja. Si estás enojado, también. No hace falta forzarlo, ocurre de manera natural”.

Lo universal de las peleas domésticas

Cuando se les preguntó qué reconocían de sus propias experiencias en el guion, ambos hablaron de lo común que es dejar de escucharse en una relación. “Hay momentos en que simplemente asumes que lo tuyo es más importante que lo de la otra persona”, dijo Colman. Benedict completó: “O crees que hay un absoluto entre lo correcto y lo incorrecto, cuando en realidad todo es más complejo”.

Los dos coincidieron en que esa verdad cotidiana es la que vuelve universal a The Roses. “Sea cual sea la pareja, hombre-mujer, dos hombres, dos mujeres, lo esencial es la dinámica que se crea entre esas dos personas”, señaló Olivia. “Al final se trata de aprender a ser amables y, sobre todo, a escuchar”.

Un proyecto soñado

Más allá de las reflexiones, el tono de la rueda de prensa fue festivo. Se notaba el placer que ambos sintieron al trabajar juntos por fin. “Era un sueño pendiente desde hace años”, confesó Benedict. “Lo único que temía era que no fuera divertido. Pero lo fue, superó nuestras expectativas”.

Olivia sonrió: “Fue un rodaje feliz. Y aunque nuestros personajes se odian, nosotros lo pasamos en grande”.

La actriz también destacó el ambiente de camaradería en el set, con varias actrices llevando a sus bebés al rodaje y un espíritu de comunidad poco común en una producción de este calibre. “Se sentía como un grupo de mujeres que se apoyaban mutuamente. Fue precioso”.

En sus palabras, Colman y Cumberbatch revelan que The Roses no es solo un retrato de un matrimonio que se desintegra, sino también un espejo deformante de la vida misma: las pequeñas victorias, las grandes derrotas, las risas que aparecen en medio del dolor y la dificultad de aceptar que incluso las historias más bellas pueden tener un final amargo.

Lo que hace de esta película algo especial no es únicamente la sátira ni la furia de sus protagonistas, sino la humanidad que ambos actores consiguen imprimir a Ivy y Theo. Entre el humor negro y la devastación emocional, la película recuerda que el amor es, en el fondo, un acto de valentía: abrirse al otro aun sabiendo que se puede caer, y reírse —cuando se pueda— de ese tropiezo compartido.

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