A propósito de la coronación del rey Carlos III y la reina Camilla, creció el interés por el título de la nueva reina, especialmente después de que las invitaciones a la coronación eliminaran la palabra “consorte”, utilizada tradicionalmente para identificar al cónyuge de un gobernante.
Ya se había hablado mucho de su título cuando el ahora rey y la reina se casaron en 2005 (cuando Camilla eligió ser conocida como duquesa de Cornualles en lugar de princesa de Gales). Y también se informó entonces de que, una vez que Carlos ascendiera al trono, sería conocida como “princesa consorte”.
Considerar el caso del olvidado rey español de Inglaterra, Felipe (que reinó de 1554 a 1558), esposo de la reina María I, puede ayudarnos a replantearnos la palabra “consorte”.
Felipe II de España suele asociarse, en el mundo anglosajón, con la derrota de la Armada en 1588 y el conflicto religioso y militar entre la Inglaterra protestante de Isabel I y la España católica de Felipe. Es fácil olvidar que el hombre que envió sus barcos contra Isabel –su antigua cuñada– había sido en otro tiempo el propio rey de Inglaterra.
En las listas de reyes y reinas ingleses se le suele omitir. Esto se debe a que Felipe suele ser recordado y retratado, tanto en la imaginería popular como en los trabajos académicos, como un “rey consorte” y no como un “rey reinante”.
Esta visión se debe, en parte, a una serie de estratagemas ideadas para recortar su poder. El tratado matrimonial publicado en enero de 1554 presentaba algunas restricciones. Aunque confería el título de rey a Felipe, él no podía disponer libremente de los cargos del reino ni otorgarlos a quienes no fueran “nativos”.
Si el matrimonio no tuviese hijos, tendría que renunciar a su título real a la muerte de María. Tras la boda en Winchester el 25 de julio de 1554, Felipe apareció en los actos públicos a la izquierda de María –el lugar tradicionalmente reservado a la reina consorte del rey– y se le hizo sentarse en una silla más baja. Además, pronto quedó claro que el Parlamento no consentiría que el rey tuviera una coronación.
Sin embargo, nada de esto significaba que fuera un “rey consorte”. El mundo al principio de la Edad Moderna se regía por fuertes marcos patriarcales, y, aunque las mujeres podían ejercer el poder en varios reinos europeos, esto era relativamente raro y a menudo se consideraba indeseable.
Las reinas reinantes (es decir, que ejercían el poder por derecho propio) eran proclamadas, por tanto, cuando no había herederos varones viables. De hecho, María fue la primera reina reinante de Inglaterra y su padre, Enrique VIII, había hecho todo lo posible para evitar que llegara a serlo (sin éxito, como se ve).
Por tanto, a principios de la Edad Moderna, el mero concepto de “rey consorte” no existía, era impensable. Así que no es útil aplicarlo a Felipe.
Cuando se casó con María, Felipe ya era rey –de Nápoles– y ascendió al trono español en 1556, pero también actuó como rey de Inglaterra de pleno derecho. Aparecía en las monedas junto a María, tenía voz y voto en los nombramientos diplomáticos, medió en la reconciliación de Inglaterra con el catolicismo romano y creó un nuevo consejo asesor: el consejo escogido. En noviembre de 1554, incluso pronunció el discurso de apertura del Parlamento y, a partir de entonces, apareció siempre a la derecha de María.
Reina Camilla
El sustantivo “consorte” en este contexto significa “esposa o esposo, especialmente de un gobernante”. En este sentido, Camilla es consorte del rey Carlos tanto como él lo es de ella. Sin embargo, cuando la palabra se añade al sustantivo “rey” o “reina”, lo que pone de relieve es que él o ella ostenta el título sólo por derecho de su cónyuge. Sin embargo, según el derecho consuetudinario, al acceder un rey, su esposa se convierte automáticamente en reina.
El hecho de que la anterior monarca, la reina Isabel II, fuera una reina reinante cuyo marido, el duque de Edimburgo, era conocido como “príncipe consorte”, creó cierta confusión, lo que explica por qué Camilla ha sido denominada oficialmente reina consorte desde el acceso de Carlos.
Este fue también el deseo expresado por la difunta reina Isabel en su mensaje del Día de la Adhesión de febrero de 2022. Esto se ajustaba tanto a la tradición como a la legalidad, y anunciaba el comienzo de un período de transición destinado a familiarizar al público con el estatus de Camilla como reina una vez que el rey Carlos ascendiera al trono.
El hecho de que a partir de ahora se hable formalmente de la nueva reina como reina Camilla no significa que vaya a obtener un título nuevo o diferente, sino que ya no existe la posible confusión de los meses anteriores. Aunque la palabra “consorte” en el título ya no se considera necesaria, seguirá siendo la reina consorte del Reino Unido.
El caso del rey Felipe es diferente porque su matrimonio se concibió como un gobierno compartido. A menudo se considera a Felipe un monarca olvidado, pero se comportó plenamente como rey de Inglaterra y en la galería de retratos reales de la Cámara de los Lores, encargada en la década de 1850, ocupa el lugar que le reconoce como tal, entre María I e Isabel I.
Gonzalo Velasco Berenguer, Lecturer, History, University of Bristol
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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