Por Crónicas de Ares | Obsesionados con evitar una invasión del país, como la de 1870 o la de 1914, los franceses construyeron un sistema defensivo impresionante, tras el que se resguardaron dejando al enemigo toda la iniciativa estratégica.
Una formidable línea fortificada, la Maginot, considerada inexpugnable. Pero 1939 no era 1914 y el Estado Mayor francés no fue capaz de darse cuenta de la nueva táctica puesta en marcha por la Wehrmacht, el ejército alemán: una guerra de movimientos rápidos y contundentes, la blitzkrieg, la guerra relámpago, que dejaba obsoletas las tácticas de combate de veinticinco años atrás e hizo de la fabulosa Línea Maginot, un ridículo militar histórico.
La doctrina militar francesa después de la I Guerra Mundial
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Francia cambió radicalmente su estrategia militar. Con la aparición de la aviación, los vehículos blindados y la demoledora fuerza de la artillería, el soldado quedaba expuesto mucho más a la muerte. La ofensiva llevada por el Estado Mayor francés en la Primera Guerra Mundial en 1914 ya no era viable y entendieron los militares franceses que otra estrategia debía ser adoptada para reducir la mortandad de sus tropas en propuestas de guerra donde la iniciativa ofensiva era para los galos.
A comienzo de la década del 20, dos doctrinas militares se enfrentan en Francia: la de Ferdinand Foch, el mariscal francés comandante en jefe de los ejércitos Aliados durante la Primera Guerra Mundial, agresivo, a veces incluso imprudente, que pregonaba la conformación de un ejército rápidamente movilizable y la de Joseph Joffre, Comandante en Jefe del Ejército Francés de la Primera Guerra Mundial, durante los años 1914 y 1916, quien junto con Phillipe Petáin, Jefe del Estado Mayor en la Primera Guerra Mundial (futuro títere del gobierno francés dirigido por Alemania durante la ocupación nazi), pregonaban y proponían que la estrategia de guerra no podía seguir siendo ofensiva y que la consolidación de un frente defensivo sería invulnerable.
Tras el Tratado de Versalles de 1919, los territorios de Alsacia y Lorena regresaron a manos de Francia, territorios ricos en materia prima y poblados. Debían ser protegidos de cualquier ambición alemana por recuperarlos, una guerra que se antojaba posible después de los acuerdos de Versalles, en los que se sometió a una Alemania derrotada a ser despojada por los aliados. Para Foch, el Tratado de Versalles era un “armisticio de 20 años”, advirtiendo que los acuerdos eran una provocación para que Alemania reaccionara pronto. El Estado Mayor francés sabía que la pólvora de una nueva guerra estaba regada.
Durante la Primera Guerra Mundial las fortificaciones fueron importantes para la defensa francesa. Los fuertes de Vaux y Soiville cumplieron un importante rol durante la Batalla de Verdún lo que revitalizó la importancia de las fortificaciones en la guerra. La nueva estrategia entonces será decisivamente defensiva, basada en fortificaciones masivas con artillería eficaz.
Según sus mentores, la Línea de fortificaciones ahorraría tropas: un modo de compensar las bajas de la primera gran guerra. Frenaría a tiempo un posible ataque alemán. Protegería las cuencas industriales y las minas de Alsacia y Lorena, que en anteriores conflictos habían sido un apetecible botín para el enemigo. Serviría de base para un contraataque. Obligaría a las tropas nazis a eludirla y pasar por Bélgica, Suiza o la región del Sarre, uno de los dieciséis estados federados de Alemania. Por lo tanto las nuevas fortificaciones se construirán en Francia el objeto de proteger las fronteras contra Alemania e Italia, según el principio de un frente continuo para establecer una línea de fuego sin interrupciones. Se construirá un sistema de estructuras fortificadas fuertemente profundamente enterradas con equipación completa para que las tropas que hagan vida dentro de ellas puedan combatir y vivir durante meses sin necesidad de tener que salir al exterior de las fortificaciones.
La construcción de la Línea Maginot
El proyecto chocó contra el primer ministro Paul Reynaud y contra el entonces coronel Charles de Gaulle, veterano de la primera gran guerra. De Gaulle juzgó demasiado caro el proyecto de las fortificaciones. Según él, era más sensato invertir esa fortuna en armas, vehículos blindados y aviones. Pero André Maginot, ministro de defensa francés y veterano también de la Primera Guerra Mundial, ejecutaba la idea de los mariscales Joseph Joffre y Phillipe Pètain: ambos casi octogenarios y aferrados al concepto de la rígida (y tan sangrienta como inútil) guerra de trincheras.
Los trabajos empezaron en 1928: no en la frontera alemana sino en la italiana, pues el fascismo de Benito Mussolini provocaba más inquietud que la República de Weimar alemana, instalada en la ciudad de ese nombre después de la derrota de 1914–1918 como nuevo régimen destinado a resucitar al país. Reinó entre 1919 y 1933, cayó en medio de graves conflictos políticos y sociales, y desembocó en el preludio de la Gran Tragedia: el nombramiento de Hitler como canciller.
La Línea Maginot, así sería conocida. Fue André Maginot desde su posición de ministro de guerra que convenció al gobierno francés para realizar la inversión. Los primeros proyectos de la línea Maginot vieron la luz poco después de acabar la Primera Guerra Mundial con la creación de la Comisión de Defensa de las Fronteras (CDF) en 1922. Esta comisión, con el mariscal Pétain a la cabeza, estableció los primeros esbozos. Este organismo se disolvió en 1927 y fue suplido por la Comisión de Organización de las Regiones Fortificadas (CORF). Esta última será el verdadero artífice de la construcción de la línea Maginot.
La inmensidad de la tarea, la enormidad de los sitios, la cantidad de problemas técnicos, la abrumadora responsabilidad dejada a los responsables de construir la gigantesca obra requirieron apelar a la élite científica y técnica del país.
El Consejo de Ministros aprobó el proyecto en 1929 y cuando André Maginot ocupó el cargo de Ministro de Guerra a finales del año, hace que el proyecto se vote en la Cámara de Diputados y en el Senado donde fue aprobado con el 90% de los votos.
El 14 de enero de 1930 se aprobó una ley por la que se asignaban 2.900 millones de francos por cinco años, aunque la construcción ya se venía haciendo desde 1928 en la frontera con Italia.
La obra principal fue terminada en gran parte antes de 1939. Se alargó desde Suiza hasta Luxemburgo, y una extensión mucho más simple fue ampliada hasta el Canal de la Mancha después de 1934. La mayoría de las estructuras estuvieron operativas desde 1935 y en 1936 ya estaba activa.
La inflación de los tiempos obligaron a reajustar el presupuesto, además que muchas de las construcciones planificadas no fueron del todo completadas, sin embargo es la mayor línea de defensa militar construida en el mundo moderno, y de una gran complejidad tecnológica y militar. La muralla comprende 108 fuertes principales a 15 km de distancia entre sí además de multitud de pequeños fortines. Una fortificación gigante (400 kilómetros en su alargue final desde Suiza hasta el Canal de la Mancha), de hormigón y acero cuyo costo final terminó siendo de 5 mil millones de francos de 1930 (6 mil millones de dólares de hoy).
Formada por 58 fortificaciones, la línea Maginot fue construida a lo largo de 750 kilómetros de fronteras. Se extiende unos 200 kilómetros desde Bélgica a Italia, y atraviesa, entre otros lugares, Alsacia de norte a sur.
Una vez culminada, las tropas preparadas para ocupar dicha fortificación, aunque no en tiempos de paz. Grupos de infantería, artillería e ingenieros debidamente entrenados, se ubicaron cerca de la fortaleza, atentos ante cualquier ataque para ocuparlas, como durante la remilitarización de Renania en marzo de 1936. Fue el 23 de agosto de 1939, cerca de la fecha de la invasión alemana a Polonia, cuando las tropas definitivamente ocuparon la fortificación. Llama la atención que una vez declarada la guerra a Alemania por Francia y Gran Bretaña en septiembre de 1939, la Línea Maginot no tuvo actividad importante. Durante 9 meses las tropas que ocuparon las fortificaciones estuvieron pasivos.
Los polacos esperaron en vano una ofensiva de sus aliados en el Oeste que aliviara su más que precaria situación. Pero sólo habría declaraciones y un ligero movimiento de tropas francesas en la frontera con Alsacia y Lorena. Poco más que una escaramuza, que apenas supuso un avance de algunos kilómetros en territorio enemigo. Luego las fuerzas francesas se detuvieron. Pronto hubieron de retroceder a sus puntos de partida, obedeciendo su filosofía defensiva. Se perdió así la oportunidad de invadir en fuerza y con éxito el sur de Alemania en unos momentos en que todo parecía favorable para hacerlo. La Wehrmacht tenía comprometida la mayor parte y lo más selecto de sus tropas en el Este y su capacidad de montar una defensa en cualquier otro frente era a todas luces remota, y aún para ello necesitaba tiempo.
Tampoco cuando se acabaron las operaciones en Polonia y el frente se estabilizó por casi medio año, se decidieron los franceses ni sus aliados británicos a atacar. Toda la iniciativa quedó en manos de Hitler y sus generales.
Al abrigo de sus fortines, túneles y casamatas, no se les ocurrió en ningún momento recordar el viejo adagio de que «un ataque es la mejor defensa». Y así aguardaron en vano que el enemigo se estrellara contra sus muros y parapetos. Resguardados tras su impresionante sistema defensivo, los ejércitos aliados esperaron pacientemente, meses y meses, su derrota.
El ataque alemán por las Ardenas
El 10 de mayo de 1940, sin declaración de guerra, a traición, invadió a velocidad nunca vista antes Holanda, Bélgica, Luxemburgo. En apenas dieciocho días logró la rendición belga, y aprovechando los intrincados bosques y las montañas fronterizas rompió las escasas defensas francesas, ya que la Maginot no cubría la zona de las Ardenas: error gravísimo…
La línea podría haber cumplido con eficacia alguno de sus objetivos, especialmente reducir el número de tropas para guarecer la frontera, de haber prolongado su construcción hasta la zona boscosa de las Ardenas, desde donde conectarse con el sistema de fortificaciones belga -en particular el Fuerte Eben-Emael que en cualquier caso fue rápidamente conquistado por fuerzas aerotransportadas alemanas durante la batalla de Francia-. Sin embargo, las Ardenas eran consideradas como de fácil defensa debido a lo accidentado del terreno: una zona de bosques atravesada, además, por el río Mosa. Y finalmente no fue reforzada, lo que propiciaría la penetración alemana en la ofensiva de 1940
Abierto ese boquete y aisladas las tropas de la ambiciosa y gigantesca muralla, escasas de alimentos y para colmo sin apoyo aéreo, sus empalizadas y casamatas fueron ratoneras mortales: los alemanes arrojaban explosivos por las aspilleras (angostas aberturas verticales) y las tomas de aire, matando por asfixia…
El primer contacto importante entre el ejército alemán y la Línea Maginot tuvo lugar el 16 de mayo de 1940 a la altura de La Fertè, cerca de Montmedy. Los alemanes desataron una avalancha de proyectiles sobre las dos casamatas que por ser tan modesta su estructura, fue incapaz de soportar el ataque. Tres días de incesante bombardeo ahogaron el interior de la estructura en humo y provocaron la muerte por asfixia de los 107 soldados en su interior. Aparte de este episodio, la mayor parte de la Línea Maginot se mantuvo alejada de los ataques alemanes.
Y les cuesta creer que ese monumento defensivo de 19 bloques de combate y 10 kilómetros de galería erigido en seis años por 1.800 hombres que trabajaron en 19 bloques de combate y en más de 10 km de galerías… haya servido para nada. por esos 10 kilómetros circulaba un tren que partía desde el polvorín cargado de cajas de proyectiles que subían a los vagones por raíles de grúa hacia los cañones de superficie, que recibían esa carga por medio de ascensores.
La fortaleza, preparada como para resistir una larga guerra y salir triunfante, tenía comedor, sala de comunicaciones, enfermería, quirófano… para que ninguno de los 19 bloques operativos quedara huérfano.
Tras el armisticio con Alemania, la Línea Maginot estaba prácticamente intacta y sus tropas en el interior nunca fueron derrotadas, lo que según las leyes de guerra, permitía su retirada sin que fueran apresadas, aunque en el armisticio los franceses se vieron obligados a ceder. Durante varios días, una delegación militar francesa visita toda la Línea Maginot organizando la rendición y la salida de las tropas de la estructura. El 1º de julio de 1940 los 22 mil soldados de la Línea Maginot son enviados a Alemania con otros dos millones de militares franceses a vivir en cautiverio como presos de guerra.
Durante su ocupación, Alemania utilizó la fortificación para probar nuevas armas o se convirtieron en fábricas de guerra subterránea, aisladas de los ataques aéreos aliados. En la retirada, los alemanes volaron con explosivos algunas partes de la fortificación. Nunca lograron adaptarla para convertirse en una línea de defensa alemana.
Pero tan breve fue su vida, que cuando los soldados ingleses y norteamericanos la recorrieron, se asombraron: los fusiles lucían nuevos, sin haber disparado jamás.
Durante la década de 1960 la Línea Maginot fue desocupada. Pocas partes están ocupadas por el ejército, como por ejemplo la estructura Hochwald, en Alsacia, que alberga una de las bases radares más importantes de Europa.
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