La cruz de las montañas es un cuadro de Caspar David Friedrich, pintor romántico alemán del siglo XIX cuyos impresionantes paisajes y marinas no son sólo fruto de una meticulosa observación de la naturaleza, sino que tienen también carácter alegórico.
Nació el 5 de septiembre de 1774 en Greifswald y estudió en la Academia de Copenhague. En 1798 se estableció en Dresde, donde entró a formar parte de un círculo literario y artístico imbuido de los ideales del movimiento romántico.
Sus primeros dibujos —perfilados con precisión a lápiz o sepia— ya exploran motivos que serán recurrentes a lo largo de su obra, playas de rocas, llanuras planas y desnudas, cadenas montañosas infinitas y árboles que se elevan hacia el cielo.
Más adelante su obra comienza a reflejar cada vez más la respuesta emocional del artista frente a los escenarios naturales.
Comenzó a pintar al óleo en 1807, uno de sus primeros lienzos, La cruz de las montañas (c. 1807, Staatliche Kunstsammlungen, Dresde), es representativo de su estilo de madurez. Esta obra, que rompe totalmente con la pintura religiosa tradicional, es paisaje casi en su totalidad, la figura de Cristo crucificado, vista desde atrás y recortada contra la puesta de sol en la montaña, se halla casi perdida en el escenario natural.
Según los escritos del propio Friedrich, todos los elementos de la composición tienen carácter simbólico. Las montañas son una alegoría de la fe, los rayos del sol del atardecer simbolizan el final del mundo precristiano, y los abetos representan la esperanza. Los colores fríos, ácidos, la iluminación clara y los contornos contrastados potencian los sentimientos de melancolía, aislamiento e impotencia humana frente a la fuerza inquietante de la naturaleza que se expresa en su obra.
Como profesor de la Academia de Dresde, determinó la obra de los pintores románticos alemanes posteriores. A pesar de que su fama declinó tras su muerte, acaecida el 7 de mayo de 1840 en Dresde, su simbología sigue produciendo cierta fascinación en la actualidad.
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