La investigación halló que los niños de las familias que comen juntas sin encender la televisión y que permanecen sentados hasta que todos hayan terminado tienen un peso y un índice de masa corporal (IMC, una medida de la grasa corporal basada en la estatura y el peso) más bajos.
Los investigadores compararon los IMC y los rituales de cena familiares de 190 padres y 148 niños.
Unas habilidades de socialización potentes y positivas durante las cenas familiares podrían superar a la necesidad de los niños de comer en exceso, apuntaron los investigadores. También hallaron que los padres que hablan durante la cena también de forma significativa con sus hijos, sobre todo con los chicos pequeños, sobre el día que han pasado tienen unos IMC más bajos.
«Comer en cualquier lugar que no fuera la cocina ni el comedor se relacionó con unos IMC más altos tanto en los padres como en los niños», comentó en un comunicado de prensa de la Universidad de Cornell el coautor del estudio, Brian Wansink, profesor de la Facultad de Economía Aplicada y Administración de la universidad.
«El ritual de dónde se come y durante cuánto tiempo parece ser el motor más importante [de la obesidad]», aseguró.
Pero los investigadores dijeron que el vínculo entre el IMC y los hábitos para cenar no significan necesariamente que una cosa provoque directamente la otra.
«Al enfocarse en los rituales familiares en la cena, esta investigación se diferencia de los métodos más centrados en la comida», aseguró Wansink, director del Laboratorio de Alimentos y Marcas de la Cornell. «Las comidas en familia y sus rituales podrían ser un campo de batalla contra la obesidad al que no se le ha dado suficiente crédito».
El estudio aparece en la edición de octubre de la revista Obesity.
Fuente: HealthDay, traducido por Hispanicare
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