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Benjamín Franklin y su preferencia por las mujeres maduras

Por Cosas Muy Importantes | El escritor, científico, diplomático y padre fundador de los Estados Unidos, Benjamín Franklin tiene en su haber diversos logros e inventos pero también una serie de anécdotas y curiosidades muy particulares que dejan muestra de su personalidad y sus intereses. Uno de estos intereses era hacia las mujeres mayores, y de esto dejó muestra en una carta muy detallada.

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El texto es el de una carta, remitida el 25 de junio de 1745, por Benjamín Franklin de 39 años de edad y dirigida a un jóven amigo aconsejándole sobre la elección de amante en caso de que rehuse casarse que, como dice Benjamín, sería lo mejor pues «ese es el estado natural del hombre».

Esta es la carta

25 de junio de 1745

Estimado amigo:

No conozco medicina apta para reducir esas inclinaciones naturales violentas que me dices; y creo que, aunque la conociera, no te la haría saber. El remedio conveniente es el matrimonio. Es el estado más natural para el hombre y, por tanto, aquel en que tienes más posibilidades de alcanzar una felicidad sólida.

No me parecen bien fundados tus argumentos en contra de tomar este estado ahora. Las ventajas circunstanciales que contemplas al posponerlo no sólo son inciertas sino que son pequeñas si se comparan con la cosa misma, con el estar casado y asentado. La unión del hombre y de la mujer completa al ser humano. Por separado, a ella le falta la fuerza corporal y de razonamiento de él; a él, la suavidad, sensibilidad y discernimiento agudo de ella. Juntos, tienen más posibilidades de salir adelante en el mundo. Un hombre solo no tiene ni con mucho el valor que tendría en ese estado de unión. Es un animal incompleto. Es como una hoja suelta de unas tijeras. Si encuentras a una esposa prudente y sana, tu aplicación en tu oficio, junto con la buena economía de ella, serán dote suficiente.

Pero si no quieres seguir este consejo y te empeñas en concebir como inevitable el trato con el otro sexo, te repito aquí mi consejo anterior: que en tus amores prefieras a las mujeres viejas, antes que a las jóvenes. Lo llamas paradoja y me pides mis motivos. Helos aquí:

Porque tienen mayor conocimiento del mundo y sus mentes están mejor provistas de observaciones; su conversación es más instructiva y produce un agrado más duradero

Porque cuando las mujeres dejan de ser hermosas, procuran ser buenas. Para conservar su influencia sobre los hombres, suplen la disminución de la belleza con un aumento de la utilidad. Aprenden a hacer mil servicios, grandes y pequeños, y son el más tierno y útil de los amigos cuando estás enfermo. Así siguen haciéndose querer. Y por eso cosa rara que una mujer vieja no sea una buena mujer.

Porque no hay riesgo de niños, cuya producción irregular puede venir acompañada de muchos inconvenientes.

Porque, por su mayor experiencia, son más prudentes y discretas para evitar las sospechas al llevar adelante una intriga. Por eso, el trato con ellas es más seguro en lo que atañe a tu reputación. Y en lo que respecta a la de ellas, si se llega a conocer el caso, las personas de consideración pueden sentirse inclinadas más bien a disculpar a una mujer vieja que tiene la bondad de ocuparse de un joven, de enseñarle modales con sus buenos consejos y de evitar que dilapide su salud y su fortuna entre prostitutas mercenarias.

Porque en todo animal que camina erguido, la falta de los humores que llenan los músculos empieza a aparecer en la parte superior: lo que primero se vuelve lacio y enjuto es el rostro; después, el cuello; después, el pecho y los brazos; mientras las partes inferiores se conservan tan rollizas como siempre hasta el final. De manera que, si cubriésemos con una cesta todo lo superior y mirásemos sólo lo que está por debajo del ceñidor, es imposible distinguir entre dos mujeres a la vieja de la joven. Y como de noche todos los gatos son pardos, el placer del deleite corporal con una mujer vieja es al menos igual, y en muchas ocasiones superior, pues toda maña es susceptible de mejorarse con la práctica

Porque el pecado es menor. Perder a una doncella puede llevarla a la ruina y hacerla infeliz de por vida. Porque la compunción es menor. Haber hecho «desgraciada» a una muchacha joven te puede llenar de reflexiones amargas, que nunca acompañan al haber hecho «feliz» a una mujer vieja.

Y por último: ¡Por lo agradecidas que son!

Hasta aquí lo que toca a mi paradoja. Pero sigo aconsejándote que te cases pronto, y quedo sinceramente tu fiel amigo,

B.F.

Si quieres conocer más sobre este personaje muy importante de la historia y las anéctodas de su increible vida, escucha el episodio 85 de nuestro Podcast, Cosas Muy Importantes, en tu plataforma de Podcast favorita y recuerda suscribirte a nuestro Patreon para tener acceso a contenido exclusivo.

Imagen portada: Shutterstock

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