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Analfabetismo emocional o Alexitimia ¿basta con solo ponerle nombre?

Analfabetismo emocional o Alexitimia ¿basta con solo ponerle nombre?

Un interesante artículo aparecido en un periódico chileno hace un tiempo atrás, hablaba sobre este fenómeno con un matiz distinto al cual se le ha tratado frecuentemente. El tema suele ser abordado solo desde la medicina, como un fenómeno neurológico a modo de una lesión cerebral. Sucede que, al explicarnos todo desde esta perspectiva, lo que hacemos es externalizar el fenómeno dejando nula la posibilidad de hacernos cargo o tomar participación.
Pero menos mal, este artículo deja una leve esperanza. Un porcentaje de estas personas aprenden en su infancia que sentir tales o cuales emociones “no es bueno”, “no es adecuado”, comenzando a reprimirlas.
Si bien sabemos que en el funcionamiento cerebral normal no podemos dejar de experimentar emociones, estos niños crecen bloqueándolas. De ahí que su habilidad para reconocerlas y nombrarlas sea inexistente. Carecen de herramientas para decodificar sus emociones.
Menos mal que así como aprendemos, podemos desaprender, y volver a aprender. Creo que todos en algún grado somos analfabetos emocionales. Por ello considero importante no solo externalizar ni “biologizar” el fenómeno, pues a todos nos toca en mayor o menor medida.
Hacernos cargo de la educación de las emociones en nuestros hijos, es ya un punto de partida. Desmitificar la creencia de que existen emociones “buenas” y “malas” es otro gran paso. Y es que cada emoción surge en nosotros por algo. Son como alarmas que se encienden para que no olvidemos de dónde venimos, a donde estamos y para dónde vamos.
¿Educamos a nuestros hijos en la emocionalidad? ¿O más bien la castigamos?, ¿agradecemos cuando un hombre abre su corazón y rompe en llanto?, ¿o queremos rápidamente verle sonreír pues nos incomoda y aterra ver un hombre llorando?. ¿Inculcamos el silencio interior para reconocer nuestras emociones o preferimos prender la tele a todo volumen para evadir nuestras frustraciones?
Vivimos en una sociedad que todavía no tiene una real validación del mundo emocional y donde nos queda mucho por aprender de las emociones. Y resulta que en un mundo de decisiones, las emociones son claves necesarias para evaluar el peso emocional de cada opción. Sin ellas, ¡no podemos decidir! Es lo que ocurre en la “ceguera afectiva”.
Aún somos renegados y hemos querido desertar de nuestra emocionalidad. En muchas empresas hablar de ellas aún está vetado. Los negocios “deben ser” fríos y concretos, se rigen por números, datos duros, no tanta “palabrería”. Pero digo aún, pues menos mal hay muchas organizaciones que ya han comprendido que no es posible ser empresa consciente desconociendo que hay en el alma humana. Y el cuerpo sin alma, les aseguro… ¡no trabaja!
@Maricelgrowth para @Culturizando

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