El cierre en septiembre pasado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos de la página de intercambio de archivos Megaupload mantiene en debate hoy un tema de tanto interés como el acceso a la información.
Tecnología y mercado intervienen en este asunto, con un alcance universal debido al impacto de los intercambios informativos, de programas, música y otros elementos, y su auge en los más recientes tiempos.
Tal es el alcance de dicho tema que para algunos analistas se trata de una Guerra Mundial de Intenet. Sin embargo, al margen de posibles exageraciones, la discordia en cuanto a este sitio tiene un espacio muy interesante sobre la filosofía de este siglo XXI.
El cierre de Megaupload provocó de inmediato que Wikipedia, la enciclopedia colaborativa, y otros sitios pusiera un velo a sus páginas en señal de protesta por dos controversiales leyes estadounidenses que atacan esos intercambios libres en la red de redes.
Para colmo, activistas virtuales pertenecientes al grupo Anonymous atacaron entonces páginas oficiales de Washington, disqueras y otros eslabones informáticos.
Ello obligó a que el Congreso de Estados Unidos decidiera detener el debate sobre los proyectos de ley SOPA y PIPA, que abordan el asunto de los intercambios libres, en interés por controlar y conocer todo lo que trasiega por la red de redes.
Para entendidos como Geoff Taylor, o especialistas de la Universidad de Oxford, tales ataques de hackers contra el FBI, el Departamento de Justicia y la industria creativa entrelazan el libre intercambio, con la piratería y sucios manejos económicos.
Por una parte, algunos grupos acusan al gobierno estadounidense de tirano por evitar ese intercambio, para otros se trata de un robo del derecho creativo de algunas personas.
Lo cierto es que desde hace algún tiempo, quizás desde el propio surgimiento de Internet, se vislumbraba un debate en el tapete, ¿cómo proteger el derecho de autor?, o ¿Cómo proteger la libertad de expresión?
¿DERECHOS VS. LIBERTADES?
Por una parte se habla de que es moralmente malsano justificar el apropiarse del trabajo de otros a cambio de nada, y por el otro está el criterio de la libertad de acceso a la información en la era digital.
Una internet abierta contra otra cerrada constituye la guerra que para muchos representa poder obtener información, mientras para otros millones de dólares.
El debate apuntó a que el cierre o restricción de acceso a algunas páginas piratas masivas equivale a una censura de la libertad de expresión, y que ello puede dar al traste con Internet y su significado actual.
Principios o ganancias, son otras dos palabras en la mesa de las discusiones. Para algunos se trata de un crimen sin víctimas, aunque algo muy distinto creen los músicos y estrellas de cines que ganan millones y protegen las descargas de sus discos y películas.
Latinoamérica fue una de las regiones del mundo más afectadas por ese cierre debido a lo popular de Megaupload en esta parte del mundo, de acuerdo con estadísticas de tráfico.
Quizás esta preferencia tenga que ver con el tema de las diferencias entre ricos y pobres, y la posibilidad de obtener libremente música y películas, o programas de computadoras, que por otra vía sería casi inviables.
Pero este fenómeno, tal y como lo ve el famoso medidor Alexa, tuvo en Estados Unidos su preponderancia, pues era la página 256 más visitada de la red, mientras en México y Argentina, subía su demanda al puesto 18. De los 12 países donde esa web era de las 30 páginas más visitadas, ocho eran hispanohablantes.
Al respecto, Pablo Manzini, autor del libro Hackear el periodismo, ha señalado que se suele pensar en los conocimientos digitales como exclusivos de una élite especializada, pero que eventos como el de Megaupload muestran al usuario común de internet como protagonistas.
Además, evidenció el no creer que en América Latina exista una aceptación generalizada por la piratería, pero si hay un criterio común acerca de la necesidad de modernizar las viejas leyes de propiedad intelectual, sobre todo a la luz del avance tecnológico.
La figura central de este suceso, a quien se conoce como Kim Schmitz o Kim Dotcom, tras un primer enfrentamiento con las leyes en 1998 por la venta de tarjetas telefónicas robadas, hizo carrera como empresario y hacker. No obstante, ahora se le ponen en tela de juicio su jet privado, numerosos coches de lujo, o doble residencia en Hong Kong y Nueva Zelanda.
Actualmente se encuentra frente a penas de cárcel y a multas millonarias, por ¿delito o estrategia digital del futuro?
Así transcurre actualmente una disputa que mucho tiene de filosofía moderna, de comercio y de trama policial al estilo fílmico de Hollywood, donde cabe preguntarse si el futuro seguirá como hasta el presente.
En tanto, con el debate aun sin respuesta, Washington sigue con las manos atadas en su SOPA y PIPA debido a la revuelta del conocimiento global que apunta al intercambio libre de información.
@Culturizando
Fuente: Prensa Latina
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