Luego de pasarse la juventud estudiando de religión y escuchando que tenía poderes místicos, Adolfo Constanzo se mudó a México y creó una secta que la prensa denominó “los narcosatánicos”. Desde sacrificios humanos hasta relaciones con el narcotráfico, el culto fue un terror en los años 80…
Adolfo de Jesús Constanzo nació el primero de noviembre de 1962, en Miami. Su madre fue una sacerdotisa de la religión palo, un culto que se vincula con el grupo étnico africano bantú, que pretende mantener el equilibrio entre el bien y el mal a través de la conexión con espíritus mediante objetos naturales.
Durante su niñez y adolescencia, Adolfo sirvió como monaguillo de la religión católica y se hizo amigo de un sacerdote del palo mayombe, conocido por ser un estafador.
La madre de Constanzo lo convenció desde muy joven de que tenía poderes predictivos y sobrenaturales. Luego de vivir un tiempo en Puerto Rico, en donde su progenitora se volvió a casar con un hombre que estaba relacionado con el narcotráfico y el ocultismo, regresa a Estados Unidos en los años 70.
Adolfo Constanzo: llegada a México y popularidad
Consciente de su atractivo, se muda a México en 1983, específicamente a Matamoros, y trabaja leyendo las cartas del tarot y como modelo. No tarda en hacerse conocido como un gurú de las ciencias auxiliares, mago y santero. En las esferas altas conoce a Sara Aldrete, una estudiante de Antropología de familia acomodada, con quien iniciaría una relación amorosa.
Aldrete le presenta a Constanza dos amigos, Elio y Serafín Hernández, quienes estaban dedicados al narcotráfico. Constanza ya había reclutado a Martín Quintana y Omar Ochoa, con quien había tenido relaciones. Con su capacidad de oratoria y su seducción, Adolfo introdujo al grupo de personas en el culto del palo mayombe, aunque también se involucraron con el narcotráfico, la trata de personas y la prostitución.
La situación se salió aún más de control cuando comenzaron a secuestrar personas para hacer cultos satánicos. El secuestro de Mark Kilroy, un estudiante norteamericano, desembocó en la atención mediática y se le relacionó posteriormente, casi de forma accidental, con el culto.
David Serna, un delincuente involucrado con el culto, fue detenido por la policía en Matamoros y se le confiscó un cargamento de drogas y una olla con elementos escalofriantes: huesos, corazones y sangre, que al final fueron confirmados como restos del cuerpo de Mark Kilroy.
Final de la locura
Las autoridades locales quedaron conmocionadas por el asesinato de Kilroy. Una vez vinculada la muerte del joven con los delincuentes, a través de la confesión de David Serna, la policía empezó a realizar un seguimiento al grupo. La prensa no tardó en denominar a la secta “los narcosatánicos”, por sus oscuros rituales y su vinculación con el narcotráfico.
Las declaraciones de Serna sirvieron para que la policía localizara un rancho en el municipio Santa Elena, en Yucatán, en donde se encontraron 13 cadáveres mutilados. La sangre y las partes del cuerpo se usaban para hacer “pociones” que, según Constanzo, otorgaban la invisibilidad y la inmortalidad.
Luego de la intervención al rancho, los miembros de la célula fueron cayendo poco a poco. En medio de la ola de apresamientos, Sara Aldrete, la novia de Adolfo, alegó haber sido obligada a cometer los crímenes. Aun así, fue condenada y permanece en prisión. Varios integrantes lograron huir a la Ciudad de México, pero a pesar de sus esfuerzos por escapar la policía no tardó en dar con Constanzo.
Cuando el cuerpo de seguridad intentó allanar la propiedad del líder, un lujoso apartamento, Adolfo quiso distraer a los funcionarios ordenando a sus secuaces lanzar dinero por las ventanas, reacio a ser tomado por la policía. Luego de horas de lucha, Adolfo pidió que le disparasen junto con Martín Quintana.
Con información de Wikipedia / Reporte Índigo / El Cierre Digital
Imagen portada: Wikipedia
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