Por Daniel Colombo | Los seres humanos estamos hechos para ser independientes y autosuficientes. Si bien hay quienes, por su evolución y madurez emocional sienten que no pueden con sus vidas, en general, las personas se sienten orgullosas de su capacidad para resolver problemas y afrontar retos por sí mismas.
Sin embargo, el día a día nos demuestra que en muchas ocasiones necesitamos ayuda, y aquí aparece que a muchos nos cuesta pedirla. Ya sea porque no queremos parecer débiles o porque tememos el rechazo, pedir ayuda puede ser una tarea desalentadora.
¿Por qué cuesta pedir a los demás? En este artículo veremos las cinco razones habituales y también encontrarás varias formas de superar esta limitación, con las herramientas que necesitas para hacerlo con confianza.
La importancia de pedir ayuda
Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Cuando pedimos ayuda, estamos reconociendo que necesitamos apoyo y que no podemos hacerlo todo solos.
Al aceptar este aspecto conectamos con nuestra humanidad y vulnerabilidad, ya que nos mostramos sensibles y con apertura para ser asistidos. Y, por si no lo habías pensado, pedir ayuda no sólo es bueno para nosotros, sino también para las personas a las que se la pedimos, porque les da la oportunidad de compartir sus conocimientos y habilidades y de sentirse valorados y apreciados.
Sin embargo, hay varias razones por las que a mucha gente les cuesta pasar a la acción, y prefieren quedarse en una “híper-independencia” que, al final, puede hacerlos sentir solos y aislados de su entorno:
Miedo a la vulnerabilidad y a ser juzgado
La mayoría de la gente tiene miedo de ser y de mostrarse vulnerable, de descubrir las debilidades e imperfecciones. No quieren que los demás piensen mal o les juzguen duramente. Sin embargo, este miedo puede ser perjudicial para el bienestar mental y emocional, porque te lleva al aislamiento, la ansiedad por la dependencia que genera, e incluso a síntomas de depresión. Es importante darte cuenta de que ser vulnerable no es una debilidad, sino una fortaleza que te humaniza.
Miedo a ser una carga
También existen personas que no quieren molestar a los demás ni quitarles tiempo ni energía. De sólo pensarlo se sienten culpables, y asumen que deberían arreglarse solos. Sin embargo, esta mentalidad puede tener algo de errónea, porque todos necesitamos ayuda de vez en cuando y no pasa nada por pedirla. Es importante recordar que las personas que se preocupan por nosotros quieren ayudarnos; no se trata de que les obligues, sino que asumen su rol de amigos, familia, colegas y entorno cercano que se basan en vínculos afectivos de apoyo mutuo.
Miedo al rechazo
Acaso el miedo más frecuente por el que no se pide ayuda, es el temor a ser rechazados. Asumiendo que el “no” es una posibilidad, está en igualdad con el “si”: es la famosa frase que afirma: “el no ya lo tengo”. Entonces, ve por el sí, para comprobar que la mayoría de la gente está dispuesta a ayudar si puede.
Por otra parte, recuerda que un rechazo no es un reflejo de nuestra valía o nuestras capacidades. Es simplemente una respuesta a una petición concreta y específica. No alude a tu persona como tal, sino a lo que, específicamente, estás pidiendo. Esta confusión entre la persona y el hecho es lo que hace sufrir a tantas personas cuando se sienten rechazadas.
Miedo a perder el control
Las personas quieren sentir que están al mando de sus vidas, y, en algún sentido, tener la sensación de que tienen todo bajo control. Aquí aparece un pensamiento rumiante curioso: creen que pedir ayuda significa renunciar al control y admitir algún tipo de derrota o limitación personal.
Lo cierto es que no es posible tener el control absoluto de todo en la vida. Por lo que necesitamos aceptar que hay cosas que escapan a nuestro control y que pedir ayuda puede ser una buena forma de encauzar las situaciones.
Mentalidad rígida
Las personas que tienen poca flexibilidad a los cambios y escaso registro emocional, suelen padecer más del miedo a pedir ayuda. No se permiten fallar, quieren mostrarse implacables y autosuficientes, lo que les puede llevar a un exceso de aislamiento del entorno. Incluso llegan a expresarse torpemente, por no saber pedir, aunque suelen ser predispuestas a brindar asistencia a otros, ya que, de esta manera, refuerzan su sentido de “yo puedo con todo”.
Ideas para pedir ayuda y aceptarla
Para superar estas barreras es necesario plantearse un cambio de mentalidad. Aquí tienes algunas claves breves que te guiarán por este proceso:
Empieza de menor a mayor: para superar el miedo a pedir ayuda, tenemos que practicar. La sugerencia es que empieces paso a paso, con aspectos menores, y puedas aumentar los pedidos hacia aspectos mayores cuando lo sientas necesario. Puedes pedir un consejo, ayuda en tareas cotidianas, una referencia de un doctor, o cualquier otro aspecto que consideres apropiado.
Deja de centrarte en ti: empieza a integrar a los demás como una sólida red de apoyo mutuo.
Toma consciencia de la disposición que existe: la mayoría de las personas estará dispuesta a ayudarte; porque en ese dar y recibir se produce algo virtuoso, que es la conexión y el soporte mutuo.
Da la oportunidad a los demás de sentirse útiles: Se trata de contribuir y permitir que se sientan agradecidos de poder tender una mano.
Prepárate para el “no” de antemano: Lejos de derrumbarte, los no pueden ser los grandes fortalecedores de tu vida, si aprendes a superarlos. Porque hay muchos “sí” esperándote de aquí en más, y muy posiblemente, en el pasado de tu vida.
Practica la apertura y sinceridad: una gran clave es que seas abierto y honesto con las personas a las que pedimos ayuda, y estar dispuestos a corresponder cuando ellas nos pidan ayuda. En la reciprocidad se da la grandeza de los vínculos.
Agradece: el sentido de gratitud es fundamental para que las personas sientan su reconocimiento de tu parte. Una sola palabra basta para expresarlo, y así, dejar las puertas abiertas de ambas partes para apoyarse mutuamente.
Finalmente, por favor, no des por sentado que los demás deben ayudarte por obligación: por más cercanía o vínculo filial que tengan, nadie está obligado a ayudarte; aunque sí es muy bueno que practiques el pedir ayuda, para mejorar, saber que no estás solo frente a las situaciones de la vida, y aprender nuevas formas de encararlas a partir de la mirada de quienes te aprecian.
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