Laura Lomas, Rutgers University Newark
Tal vez les parezca el retrato de los migrantes latinoamericanos en la política norteamericana actual –es decir, como unos invasores amenazantes – exageradamente negativa.
Lo cierto es que los estereotipos que plantean que los latinoamericanos son ajenos, o una amenaza a la cultural americana, no son solamente moralmente repugnantes, sino también históricamente equivocados. La literatura en castellano publicada en lo que es ahora Estados Unidos en realidad antecede a la obra literaria de los puritanos en lengua inglesa, por casi un siglo.
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Mis trabajo investigativo durante dos décadas revela, que muchos escritores latinoamericanos o hispanos de renombre escribieron algunas de sus mejores obras mientras vivían en Estados Unidos. Los escritores latinos y latinas, que incluyen gente de territorios anexionados como el norte de México o Puerto Rico, han hecho contribuciones excepcionales a la historia literaria estadounidense.
Para una nueva visión de lo que significa hoy ser latino en Estados Unidos, vea la trayectoria de estos cinco maestros.
1. José Martí (Cuba, 1853-1895)
Para los cubanos, José Martí tiene la grandeza de George Washington, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman, en una sola persona. Nacido en 1853 en La Habana, Cuba, Martí escribió la mayor parte de sus 28 volúmenes de prosa, poesía y ensayos a fines del siglo XIX, en Nueva York.
Mientras trabajaba como diplomático, traductor, profesor de español y periodista, Martí interpretaba acontecimientos de su época e hitos culturales desde su oficina en Front Street, cerca al puerto marítimo de South Street, en el sureste de Manhattan.
Martí presenció la llegada en barco de miles de inmigrantes a Nueva York, menos a los chinos, quienes fueron excluidos a partir de 1882, cómo él había anotado. Escribía sobre el linchamiento de estadounidenses negros, italianos y de las atrocidades cometidas contra los nativos americanos, y contra los chinos en Wyoming. Estos eventos influyeron en el pensamiento de Martí sobre su América Latina y su diáspora en los Estados Unidos.
Martí también escribió ensayos apasionados sobre Nueva York, la ciudad que lo acogió, pintando los cables del flamante Puente de Brooklyn como “cuatro colosales boas, … gruesos y blancos, que, se mecen…sobre la plancha cóncava … como alambres de una lira poderosa … que empieza a entonar ahora sus cantos!”.
Tras la inauguración de la Estatua de la Libertad en 1886, Martí aludió al hecho de que su isla distante, Cuba, seguía siendo colonia española: “Los que te tienen, oh libertad, no te conocen. Los que no te tienen no deben hablar de ti, sino conquistarte”.
Martí murió en 1895, luchando por la independencia de Cuba. En el 2018, fue incluido en el Salón de Ilustres Escritores de Nueva York, junto a los escritores estadounidenses Colson Whitehead y Alexander Hamilton.
2. Julia de Burgos (Puerto Rico, 1914-1953)
La poeta más grande de Puerto Rico también emigró de su isla natal caribeña, donde fue maestra, a Manhattan. Julia de Burgos relata su viaje literario hacia su papel como poeta en uno de sus poemas más famosos, “Yo misma fui mi ruta”.
La poesía inventiva y audaz de De Burgos forjó un nuevo camino para las feministas, latinas de EEUU y de otras partes del mundo, a mediados del siglo XX.
Ante la presión de identificarse como blanca, el orgullo de De Burgos por su raza mestiza la llevó a reconocer su herencia africana, ya que el poeta se decribe en sus poemas “grifa y pura negra”.
En un poema experimental de 1938, De Burgos aborda la distancia entre su liberación como escritora y su restringido papel como mujer.
“Tú en ti misma no mandas; a ti todos te mandan; Tuu en ti misma no mandas; a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus padres, tus parientes,” escribe en “A Julia de Burgos”. “En mi no, que en mí manda mi solo corazón, mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.”
En 1953, de Burgos fue encontrada muerta, sin identificación, en el Spanish Harlem, Manhattan, y fue enterrada en Hart Island, camposanto de los pobres. Un mes después, sus amigos y parientes reclamaron sus restos y fueron transferidos a Carolina, Puerto Rico.
The New York Times describió a De Burgos como – poeta que ayudó a crear la identidad de Puerto Rico» – en sus series de obituarios de mujeres olvidadas en mayo.
3. Gloria Anzaldúa (Texas, 1942-2004)
La poeta y ensayista Gloria Anzaldúa pertenecía a una familia de campesinos mexicoamericanos.
Sus antepasados tenia sus raíces por siglos en el Valle del Río Grande, Texas, cerca de la frontera que Anzaldúa memorablemente definió como “una herida abierta en la que el Tercer Mundo se choca con el Primero y sangra”.
La obra de Anzaldúa celebra con frecuencia el bilingüismo de su comunidad. Ella lo afirma como un acto de sobrevivencia contra el “terrorismo lingüístico” del sistema de escuelas públicas de EE.UU., que requería que la enseñanza fuera solo en inglés y ofrecía clases para “eliminar los acentos” en un territorio de EE. UU. que había pertenecido a México.
Para Anzaldúa eran en extremo dolorosos los insultos contra su forma de hablar. “Si no puedo enorgullecerme de mi idioma”, escribió al respecto, “no puedo enorgullecerme de mí misma”.
Cada vez más, Anzaldúa es reconocida como una de las más influyentes ensayistas del siglo XX; y también es reconocida por sus argumentos feministas en contra del racismo y el colonialismo.
4. Sandra Cisneros (Chicago, 1954-presente)
Ninguna lista de autores latinos estaría completa si no se mencionara a Sandra Cisneros, autora de la aclamada novela, “The House on Mango Street,” de la que se ha vendido casi 66 millones de ejemplares y ha sido traducida a más de 20 idiomas.
El hecho de que Cisneros no haya recibido los mismos reconocimientos que Junot Díaz – quien sufrió abuso sexual durante la infancia y fue acusado él mismo en fecha reciente de comportamiento sexual inapropiado – es desconcertante.
De sus novelas mi favorita es “Caramelo”. En esta bildungsroman transnacional, una chicana, o mexicana-americana, profundiza en la historia de su familia en el norte y en México.
Aprendiendo de su abuela, Soledad, descubre secretos familiares y aprende historias al cruzar la frontera, incluso el por qué su adorado papá, Inocencio, no es tan inocente.
5. Cristina Henríquez (Delaware, 1971-presente)
Cristina Henríquez, quien nació en EE.UU. después de que su padre panameño vino para cursar estudios de posgrado, es la mejor novelista americana de la que usted nunca ha oído hablar.
Escribiendo en primera persona la vida de varios narradores migrantes centroamericanos, sudamericanos y caribeños, su libro amplía dramáticamente la concepción popular de los estadounidenses de origen hispano, centrada desde hace mucho tiempo en los mexicanoamericanos y los puertorriqueños.
“The Book of Unknown Americans” cuenta la historia de varios recién llegados de Paraguay, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Puerto Rico y México que viven en un lúgubre complejo de apartamentos en Delaware, dondé muchos trabajan en agotadora faenas, como de cosechar hongos a pie en la oscuridad. A veces, después de un turno de 12 horas, solamente pueden comer avena para la cena.
La historia de amor entre los adolescentes Maribel y Mayor – escrita en una prosa que según The Washington Post se eleva “al nivel de la poesía” – puede ayudar al lector estadounidense a conocer las muchas razones que motivan los latinoamericanos emigrar al Norte; e incluye entre estas causas la inestabilidad política, la falta de atención médica especializada y la violencia.
Y esta es, según creo, la esperanza de Henríquez. Porque, como dice con enojo un personaje chicano en EE.UU. se siente invisible y vilipendiado.
“Quiero que vean a un tipo que trabaja duro, o a uno que ama a su familia”, asegura. “Ojalá una de esas personas, solamente una, se acercara y me hablara…. Pero ninguno de ellos quiere intentarlo. Somos los americanos desconocidos”.
Laura Lomas, Associate Professor of English, Rutgers University Newark
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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