El 21 de agosto de 1911 el retrato de la Giconda (Mona Lisa) desapareció del museo del Louvre, mientras los empleados del mismo pensaban que estaba en manos del fotógrafo oficial de la institución para realizar un reportaje gráfico con vistas a un catálogo, que luego se vendería a los visitantes del museo.
Pero el martes 22 la Gioconda seguía sin estar en su pared habitual y, cuando se preguntó al fotógrafo, éste se encogió de hombros argumentando que no sabía nada del cuadro. En realidad la pintura la tenía Vincenzo Peruggia, un ex-empleado del museo que había aprovechado el turno de noche para llevarse la pintura bajo el brazo.
La policía registró el museo de arriba abajo y las pesquisas llegaron hasta Apollinaire y de él a Pablo Picasso, ya que había adquirido dos esculturas robadas del Louvre a un tal Pieret. Picasso devolvió las esculturas y negó cualquier relación con el robo mientras Apollinaire fue absuelto.
Mientras tanto, Vincenzo Peruggia trato durante más de dos años vender la Gioconda a diversos museos, pero siempre recibía la misma respuesta de sus directores: tenía que tratarse de una falsificación. Al fin encontró un comprador: la galería Uffizi de Florencia, en Italia. Pero días más tarde, el dueño de la galería aviso a la policía francesa y Vincenzo Peruggia fue detenido.
Una colaboración de @YoeSpinoza para @Culturizando
Con información de: erroreshistoricos.com
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