El orador, médico y poeta del siglo XVII Gaspar Balaus, se creyó hecho de mantequilla, por lo que eludía cualquier fuego o fuente de calor por miedo a derretirse. Un día muy caluroso, temiendo fundirse, se arrojó de cabeza a un pozo y murió ahogado.
La reina Cristina de Suecia (1626-1689) odiaba tanto a las pulgas que mandó a construir un cañón en miniatura de menos de quince centímetros de longitud, armándolo con diminutas balas. Con él disparaba inmisericorde a cuanta pulga viese allá donde estuviera. En la actualidad, este cañón enano se guarda en el arsenal de Estocolmo.
A la muerte de la zarina rusa Isabel I Petrovna (1709-1762) se comprobó que su guardarropa contenía la nada despreciable cifra de unos 15 000 vestidos. Se cuenta que solía cambiarse hasta tres veces en una misma noche.
Por Ángel Daniel Fernández @andafero | Foto: Mantequilla derretida Shutterstock
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