Sentirse excluido -o empatizar con una persona que lo está- provoca una actividad cerebral similar a la del sufrimiento material.
Las personas sufrimos el dolor social, provocado por la pérdida de un amigo, por ejemplo, o simplemente por sentirnos excluidos, de forma similar al dolor físico, con las mismas zonas cerebrales activadas. Además, la sensación es similar cuando el dolor es empático, porque en realidad lo está sufriendo una persona cercana.
Como se ha observado en un estudio realizado por SISSA (Scuola Internazionale Superiore di Studi Avanzati), de Trieste (Italia), esto también ocurre cuando experimentamos ese tipo de dolor vicariamente como una respuesta empática (cuando vemos a otra persona que lo experimenta).
Nos gustaría vivir sin dolor y sin embargo, sin él no seríamos capaces de sobrevivir. El dolor señala los estímulos peligrosos (internos o externos) y orienta nuestra conducta. Su objetivo final es dar prioridad al escape, la recuperación y la curación. Es por eso que lo sentimos y también por qué somos buenos en detectarlo en otros.
El dolor, de hecho, protege no sólo al individuo, sino también sus vínculos sociales. El cerebro contiene circuitos relacionados con los aspectos más físicos del dolor y otros relacionados con los aspectos afectivos. Como se ha observado en el estudio recién publicado por Giorgia Silani, Giovanni Novembre y Marco Zanon, en la revista Social, Cognitive and Affective Neuroscience, el dolor social activa algunos circuitos cerebrales del dolor físico tanto si lo sentimos personalmente como cuando lo experimentamos indirectamente como una respuesta empática al dolor de otras personas.
El estudio realizado por Silani y sus colegas es innovador ya que adoptó un procedimiento experimental más realista que los utilizados en el pasado, comparando los comportamientos de los participantes con los resultados de resonancias magnéticas funcionales realizadas en ellos, durante pruebas que implicaron dolor tanto físico como social.
«Los experimentos clásicos utilizan un procedimiento estilizado en el que se simulan situaciones de exclusión social a través de dibujos animados. Sospechamos que esta simplificación es excesiva y puede dar lugar a sesgos sistemáticos en la recogida de datos, por lo que utilizamos gente real en los vídeos», señalan los investigadores en la nota de prensa de SISSA.
El experimento
Los sujetos participaron en sesiones experimentales que simulaban un juego de lanzar una bola, donde uno de los jugadores era excluido deliberadamente por los demás (dolor social).
El jugador podía ser la víctima ella misma, o que lo fuera un aliado asignado. En otra serie de experimentos, el sujeto o su aliado recibían un estímulo moderadamente doloroso (dolor físico).
Cuando el sujeto no era personalmente el destino de los estímulos, podía presenciar la totalidad de la experiencia de su colega.
«Nuestros datos han demostrado que en condiciones de dolor social, hay una activación de un área tradicionalmente asociado con el procesamiento sensorial del dolor físico, la parte posterior del córtex insular», explica Silani .
«Esto ocurrió tanto cuando el dolor se experimentaba en primera persona como cuando el sujeto lo experimentaba vicariamente», concluye.
Con información de: Tendencias21 | Excluido / Shutterstock
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