El ser humano nace, crece se reproduce y muere, así nos enseñaron en la clase de ciencias del colegio. Para entender el ciclo de vida, el camino por el que empezábamos a andar.
En la mayoría de las sociedades los nacimientos son motivo de regocijo (¡cuanta emoción cuando llega la noticia de un nuevo bebé a la familia!), el crecimientos es un proceso de constante aprendizaje y la muerte es dolor. Aunque es el único fenómeno biológico universal al que ningún ser humano ha escapado, tampoco hemos podido escapar del temor a la muerte.
Muchos prefieren obviar el hecho porque pensar en ello es hacer una invitación segura a un sentimiento de melancolía que no nos gusta sentir, no importa lo dura que pueda parecernos la vida, no nos queremos ir y nos resistimos a imaginar la pérdida de alguno de los nuestros. Pero la muerte y el morir nos toca de cerca tarde o temprano, como testigos de la última enfermedad de alguien cercano a nosotros o cuando nuestra propia vida toque su fin.
A veces se nos van de sorpresa nuestros seres queridos, otras les da tiempo a decir adiós. Cuando esto pasa, nos toca vivir su despedida.
Como una pequeña vela que mantiene viva la llama pero que cada minuto está más cerca de su final; nos toca ver apagarse las vidas de familiares, amigos, compañeros o conocidos cuando el momento llega. En el caso de personas mayores esta despedida se produce por cuestiones naturales, su ciclo termina y poco a poco ellos mismos se van dejando ir (a veces de forma inconsciente), pero las enfermedades terminales nos han hecho vivir la dolorosa despedida de gente que hubiera podido dar mucho más.
Ansiedad, duda, depresión, culpa, vergüenza… aceptación. Este es básicamente el coctel de sentimientos por el que pasan el paciente y sus familiares. A veces lo sufren juntos, pero en otras ocasiones se sufre en solitario porque hay quienes creen que aparentar fortaleza es mejor, como si la intuición no existiera, como si pudiéramos evitar que se apague el brillo de nuestra mirada cuando el corazón llora.
“One day at time” (un día a la vez), dice una paciente de cáncer de 22 años que todavía se pregunta si es correcto que hagan referencia a ella como una “sobreviviente”. “One day at time” porque cada día es un regalo de vida para el paciente y una oportunidad de expresar amor en los familiares y amigos. Amor que se expresa en cuidados y compañía; amor que se siente en abrazos que dicen adiós, te voy a extrañar, fue un placer haberte tenido conmigo.
“Ama la vida, aprende a vivir y aprenderás a morir”
No sé si realmente aprendemos a morir, pero si eres de los que tienen la oportunidad de despedir o de despedirse. ¡No te apartes! Haz que sea la mejor de las despedidas.
Una colaboración de @fioresita para @Culturizando
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