¡Ah la vida! Cuando crees que la has entendido ella cambia, o te cambia.
A veces uno se encuentra con personas que reclaman al destino el haberles alejado de sus sueños. Circunstancias fuera de su alcance, malas decisiones, cosas que pasan, van alejando poco a poco su ideal de la realidad, hasta que un buen día, al mirar al horizonte, el objetivo no se ve. De manera casi imperceptible su sueño se ha esfumado y no queda más que hacer nuevos planes con esa pena en el alma de lo que pudo ser y fue, cambiar de objetivo más por resignación que por deseo.
Está también el tipo de persona que en alguna parte del camino se analiza, compara lo que es con lo que, hasta ese momento, quiere ser y decide que merece y tiene las aptitudes para conseguir algo mejor. Siempre me voy a quejar de la forma en la que educan a los niños en los países tercermundistas o en vías de desarrollo, esa moralidad hipócrita, tantos prejuicios estúpidos que no hacen más que limitar el potencial de los ciudadanos, esos no debes, no puedes, no nos corresponde; que han convertido en borregos a quienes pudieran ser grandes revolucionarios. Nos crían de una forma tan cuadrada (salvo algunas excepciones) que terminamos persiguiendo sueños que no son nuestros y al no poder conseguirlos se tiñe de amargura una vida que pudo haber sido feliz. Nos enseñan a esperar cosas de la vida en vez de escudriñar, cuestionar, descubrir lo que verdaderamente queremos, e ir en pos de ello.
Recuerdo un día, de esos en los que la rutina te hace parecer un robot, que me sentía como un pie dentro de un zapato que le aprieta. Cuando uno siente que tiene tanto qué dar pero no están las condiciones, ni las personas, ni el momento… Tienes que comportarte como un parapléjico aún estando en plena capacidad de mover todas tus extremidades. Un amigo me dijo que cuando un zapato te aprieta le cortas la punta o cambias de zapato, yo tenía urgentemente que cambiar de zapato y la revolución fue tal que cambiaron hasta mis sueños.
De la misma forma en que los vientos (a veces huracanados) transforman los lugares por los que pasan, necesitamos vientos de realidad que nos transformen la vida, que cambien el rumbo de nuestros sueños, que nos lleven a perseguir cosas partiendo de lo que somos, de lo que estamos en capacidad de conseguir; no de lo que otro nos ha programado partiendo, a veces, de sus propias miserias (hay gente tan miserable que te condiciona para que nunca hagas más de lo que ellos han hecho, para que no consigas más de los que ellos han conseguido).
Empecé a creer en la magia de lo posible, a cuestionar mis decisiones y descartar las que no tenían un propósito claro (antes de hacer cualquier cosa, es necesario responder la pregunta ¿Para qué? Esto nos cuida de hacer o adquirir cosas que no necesitamos), decidí ser un poco más flexible conmigo (Hay que aprender a celebrar y aprender de los fracasos, a no ser tan críticos de nosotros mismos), no hacer o decir nada que no sintiera por respeto a mi persona, a creer en mis locuras y apostar por ellas. Después de todo, los grandes genios que tomamos como referencia hoy, una vez fueron considerados locos 😉
Por último. Deja que la vida te sorprenda, lo impredecible de la misma es lo que hace del vivir algo mágico
Una colaboración de @fioresita
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