El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por un patrón persistente de inatención o hiperactividad-impulsividad que interfiere en diversas áreas de la vida: social, personal y educativa.
El síntoma del TDAH más reconocible es la dificultad de controlar la atención, el movimiento o los impulsos. Para llegar a un diagnóstico, debemos haber percibido alguna de estas alteraciones en la infancia, y haberlas notado en dos o más ambientes distintos. Eso quiere decir que si el niño o niña solamente están inquietos o no atienden en un contexto, por ejemplo en el aula, pero en casa son tranquilos, la inquietud o falta de atención puede tener un origen ambiental y no neurológico.
También debemos notar que los efectos de esta falta de capacidad de atención y de calma repercuten negativamente en su vida social, familiar o académica.
Se trata de un trastorno con orígenes diversos, pero eminentemente genético, en el que están implicados aspectos neurológicos o neuroquímicos modulados por la interacción de factores psicosociales y ambientales.
¿Cuándo podemos sospechar que existe TDAH?
Es normal que los niños muestren falta de atención, impulsividad e hiperactividad en algún momento de su vida. Pero cuando comienzan en la escuela (hacia los 3 años) es cuando estos síntomas se pueden percibir más claramente: las actividades del aula exigen niveles de concentración, reflexión y autocontrol que permiten percibir diferencias en las capacidades de atención y de control de impulsos.
Como en otros entornos como el hogar o en grupos sociales a los niños de esta edad aún se les exigen pocas normas, suele ser más adelante, sobre los 7 años, cuando los adultos pueden ser más conscientes de si el niño no escucha cuando se le habla, o si su nivel de actividad o de impulsividad sobrepasa lo típico.
¿Qué es lo normal?
A la hora de determinar si el niño o niña se sale de lo que se considera normativo en estas facetas, tenemos que diferenciar si el posible trastorno es más acentuado en cuanto a la falta de atención o en cuanto a la hiperactividad.
En el primer caso, estos serían los rasgos a tener en cuenta:
Parece estar continuamente en las nubes.
No atiende a detalles y comete errores.
No sigue instrucciones y no termina tareas.
Presenta dificultades para recordar lo que aprende por no atender a las instrucciones.
Evita tareas que le requieren esfuerzo continuado.
Se distrae fácilmente por estímulos externos.
Es olvidadizo en las actividades diarias.
En el caso de tratarse de un trastorno más predominantemente hiperactivo-impulsivo, lo que podemos tener en cuenta es si:
No piensa antes de actuar.
Interrumpe constantemente las conversaciones o el juego de los demás.
Tiene dificultad para guardar el turno en actividades de grupo.
Corre y salta en situaciones inapropiadas.
No respeta normas y actúa al margen de ellas.
Nunca aparece calmado y no termina las tareas.
Sufre rechazo por parte de sus iguales.
Vivir con TDAH
Recibir un diagnóstico de TDAH permite afrontar el problema con la información y las herramientas adecuadas. ¿Qué podemos hacer una vez que sabemos que nuestro hijo o hija tiene este trastorno?
El TDHA puede presentar desafíos tanto para los niños como para sus padres. Por ello es fundamental la búsqueda de grupos de apoyo para compartir experiencias, así como el apoyo profesional que considere la posibilidad de terapia conductual, terapia cognitivo-conductual o terapia familiar.
Si bien es un trastorno que no desaparece con los años y con el que hay que aprender a vivir, un diagnóstico adecuado en la infancia puede ayudar a prevenir complicaciones a largo plazo.
Consejos para la familia
Además, hay algunos consejos prácticos que pueden ayudar a manejar el TDHA en el hogar:
Establecer un rutina diaria y horarios regulares para comida, tareas, juegos y horas de dormir, así como transiciones suaves entre una actividad y otra. A los niños con TDHA les gusta la consistencia y la estructura en su día a día, por lo que es fundamental construirles una rutina: programar las actividades diarias, concretar horarios, plazos y límites. Además, junto a las rutinas es conveniente utilizar el aviso para finalizar una actividad y la cuenta regresiva para conseguir una transición más suave. Por ejemplo, en 20 minutos debes terminar la cena e irte a la cama, luego avisarlo en 10 y luego en 5… De esta forma les permitimos prepararse emocionalmente.
Mantener espacios de estudio ordenados y usar listas de tareas y calendarios que ayuden al niño en tareas y responsabilidades.
Reforzar las conductas positivas con elogios y recompensas pequeñas.
Establecer consecuencias claras para comportamientos inadecuados. Todos los niños, tanto si tienen TDHA como si no, aprenden a comportarse dependiendo de las consecuencias de sus conductas, y necesitan normas y pautas de conducta para aprender a portarse correctamente. Sin embargo, en el caso del TDAH, es necesario tener en cuenta sus características, entender que les ocurre y como sus síntomas les puede afectar en las diferentes áreas de su vida.
Dar instrucciones sencillas, claras y directas.
Practicar la escucha activa sin interrupciones, mostrando interés en lo que dice.
Enseñar al niño a interactuar de manera positiva con los demás siendo modelo de comportamiento adecuado. La forma en que los padres pueden llevarlo a cabo en casa implica utilizar elogios y refuerzos positivos, demostrar interés en los temas o hobbies del niño, la escucha activa, compartir momentos de juego, enseñar al niño habilidades sociales básicas como hacer cumplidos o resolver conflictos o modelar comportamientos adecuados en el día a día.
Practicar habilidades sociales a través de juegos de rol y otras actividades estructuradas. Los juegos de rol permiten plantear un gran abanico de conflictos, disyuntivas y planificaciones que obligan a los jugadores a cuestionarse sus decisiones y planes.
Animar al niño a participar en actividades físicas para ayudar a canalizar su energía de manera positiva. Deportes no competitivos como tenis, yoga, natación, atletismo, artes marciales, esgrima o ciclismo, entre otros, pueden beneficiarlos.
Enseñar al niño técnicas de relajación como la respiración, la meditación o el yoga.
¿Qué podemos pedir o exigir en la escuela?
La mayoría de los niños con TDHA comienzan la escuela antes de ser diagnosticados y en la mayoría de los casos son los maestros los primeros que perciben los posibles síntomas de TDHA. La colaboración entre la familia y la escuela es fundamental para el buen desarrollo del menor. Los maestros y el equipo de orientación del centro deben informar a los padres de las medidas, ayudas y técnicas utilizadas que pueden ser de utilidad a las familias para implementarlas también en el hogar.
Un diagnóstico adecuado y un buen tratamiento pueden reducir al mínimo la repercusión que dicho trastorno tiene en la calidad de vida.
María de la Villa Carpio Fernández, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Jaén
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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