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Nueva Cadiz, la ciudad fugaz

Por Échale Pichón | Todos, aunque sea una vez, hemos tenido noticia de ciudades que se han convertido en mito a lo largo de los años. Son esas localidades que lo mucho, poco o nada que se sabe, es gracias a la amplia historiografía existente o por el contrario, gracias a la descripción de algún cronista; o bien, porque forman parte del imaginario popular, de esos mitos impregnados por ese realismo mágico tan suyo que se encuentran en los cuentos pueblerinos y van pasando de generación en generación hasta llegar a nuestros días.

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Ejemplos de estos casos abundan en todo el mundo: Babilonia, la famosa ciudad bíblica; Atlantis, la isla que supuestamente yace en el fondo del mar;  Cartago, víctima de la destrucción del Imperio Romano. Incluso se podría incluir a El Dorado, la ciudad ficticia en la que todo estaba hecho de oro y que hizo perder incalculables recursos y vidas a las coronas inglesa y española, en su ambiciosa e infructuosa búsqueda que tuvo lugar entre los siglos XVI y XVIII.

Todas ellas dan muestran de lo que es capaz de hacer el ser humano cuando se esmera en construir la mejor de las obras, cuando se empeña en destruirlas o cuando se desinteresa por reconstruir lo que alguna vez fue y en su lugar, deja que la naturaleza haga su trabajo y cubra con su manto los vestigios, si es que quedan, de las ciudades.

Venezuela no es la excepción a esta regla pues también tiene historias que contar al respecto. Y de ciudades fantasmas va la historia de hoy, pero antes vamos con algunas definiciones.


Definicion de ‘perla’

Científicamente se llama perla a una anomalía o callosidad natural que se forma cuando un cuerpo extraño penetra al interior del cuerpo del la ostra u otros moluscos. El animalito reacciona cubriendo lentamente la partícula con una mezcla de cristales de carbonato de calcio (CaCO3) y una proteína llamada «conchiolina», formando la sustancia conocida como nácar. Al cabo de un período variable , la partícula termina cubierta por una o más capas de nácar, formando así una perla.

Aunque la pasión por las perlas comenzó en los pueblos asiáticos hacia el siglo I ya los romanos se habían enamorado de ellas. En la Edad Media se convirtió en una parte importantísima de la imaginería cristiana, sobre todo como símbolo de la pureza de la Virgen. Pero fue con el descubrimiento de América que trajo de la mano el hallazgo de nuevos fondos marinos ricos en ellas que en el siglo XVI constituyó el inicio de una edad de oro, o, mejor dicho, de nácar. 

Fue la época de las gigantescas perlas con nombre propio. Dos de ellas, la Peregrina (propiedad siglos después de la actriz Elizabeth Taylor) y la Grande, formaron parte de las joyas de la corona española.

En este nuevo episodio de Échale Pichón, un podcast de historia venezolana, vamos a hablar de Nueva Cádiz, la ciudad de las perlas, la primera ciudad fundada en Venezuela y la primera ciudad española en Suramérica.

Nueva Cádiz se fundó en la isla de Cubagua, -no se confunda con Cuyagua mis amigos del estado Aragua-. Cubagua se llama así por el  nombre le dieron los antiguos indios  guaiqueríes, habitantes autóctonos de la región, ellos conocían la isla por el nombre de Cua Hua, que significa lugar de los cangrejos. Obviamente por la abundancia de estos crustáceos en sus costas, que representaban parte importante de su alimentación. 

Posteriormente, debido a la castellanización, tomaría el nombre de Cubagua, como actualmente se le conoce. Cristóbal Colón llegó a las costas de la hoy Venezuela en su tercer viaje y avistó esta isla el 14 de agosto de 1498 nombrándola,  pese a no desembarcar en ella. Poco después de su descubrimiento, otros navegantes europeos confirmaron la existencia de ricos yacimientos de perlas. Desde ese momento la historia de la árida isla ya no sería la misma.

La historia de nueva Cádiz fue corta pero intensa. El asentamiento original Fue levantado en 1500 por el marino italiano al servicio de los reyes, Giacomo Castiglione (hispanizado después como Santiago Castellón), como campamento temporal para la explotación de las pesquerías de perlas.

Ya desde 1502 empezaron a haber asentamientos de aventureros instalados que buscaban afanosamente las preciadas gemas de nácar que usaban los nativos en su ornamento personal. En 1526 el poblado fue elevado a la categoría de Villa con la denominación de “Villa de Santiago de Cubagua”

El 13 de septiembre de 1528 se le otorga a este poblado el rango de ciudad, se dota de escudo de armas, se dictan las primeras ordenanzas que conceden a la ciudad autonomía política y se le cambia su nombre por el de “Nueva Cádiz”. 

Una de las primeras descripciones de la isla, nos la legó el poeta Juan de Castellanos, quien manifestó que aunque era absolutamente estéril, tenía en su mar la riqueza de las perlas. Y los españoles se dedicaron a organizar el rescate de éstas, que según cifras establecidas por el historiador Enrique Otte, en toda su historia ,  tuvo una producción de 11.877,20 kilos, promediando alrededor de 410 kilos anuales;  lo que nos da una idea de la gran cantidad de perlas que se extrajeron y que produjo el agotamiento definitivo de los ostrales y la ruina de la pesquería de perlas.

La vida en la semidesértica Cubagua no era fácil, ya que la escasez de agua y alimento debía solucionarse trayendo los enseres desde Cumaná, Margarita y Europa. Al principio fallaron todos los intentos oficiales de conseguir la colonización y hasta que no resolvieron el problema de abastecimiento de agua , tan primordial , a través de la construcción de una fortaleza en la desembocadura del río de lo que ahora es  Cumaná , que la ciudad empezó a crecer en volumen de población.  

En los años iniciales,  los españoles se limitaron a comerciar con los indígenas de Margarita, los Guayqueríes. Los indígenas intercambiaban perlas por ropa de lino, pan, armas de fuego, aguardiente, objetos de metal, y otros bienes europeos.  Los españoles les protegían de las incursiones de los Caribes y de otros españoles que los querían esclavizar. No obstante, pronto surgieron problemas. 

Los Guayqueríes no estaban interesados en aumentar el trabajo de extracción de perlas para obtener más bienes. Esto irritó a la creciente población española y su hambre insaciable de riquezas a ojos de los colonizadores, sólo quedaba una solución: esclavizar. Cualquiera que se resistiera a la soberanía española o que fuera considerado caníbal o Caribe (esto es, hostil) podría ser esclavizado. 

Entonces la pesca de perla en Cubagua se empezó llevar a cabo con esclavos indios, negros, y también con algunos “blancos”. Los primeros esclavos procedentes del viejo mundo que llegaron al Oriente de Venezuela no fueron negros sino blancos. En ese momento era frecuente que árabes, lusitanos y españoles adquirieran esclavos procedentes de las islas Canarias, de Siria y de Grecia.
Los indígenas de la isla de Margarita aunque eran considerados libres, también se usaron como buzos;  ya que, eran quienes mejor conocían los sitios donde se encontraban los ostrales; hubo guaiqueríes que trabajaban en Cubagua, y  se llevaban las mejores perlas a Margarita, lo que obligaba a los españoles a “perseguirlos” para negociar con ellos;  de hecho les daban vino, lo que era su perdición y siempre terminaban regalando las perlas.    

De la reseña aportada por diversos cronistas se sabe que los esclavos  bajaban a las profundidades por medio del buceo a pulmón libre, aunque no se tiene la certeza de la profundidad a la que se llegaba, pero posiblemente estaba entre 4 y 9 brazas. Es decir, hasta unos 17 metros de profundidad.
Por dichas descripciones, sabemos que los buceadores tapaban su nariz con pinzas y se sumergían agarrados a sogas, una fina que soportaba el peso del buzo y una gruesa, que se usaba para subirlos a la superficie;  ésta era el cabo de vida.

Finalmente en 1585 se ordenó que la pesquería de perlas se hiciera sólo con negros y que no se permitiera el empleo de indios. Este mandamiento fue observado y se conservó sin reformas en todo el tiempo de la dominación española.

En su mejor momento Nueva Cádiz llegó a tener mil habitantes, un cabildo de 17 regidores, casas de piedra y varias avenidas, una de ellas de 300 metros. La ciudad vivía de la explotación perlífera y estaba controlada por los “señores de canoa”, como se llamaba a quienes manejaban el negocio de las perlas.

El auge de Nueva Cádiz fue breve. En 1530 hubo un fuerte terremoto que tumbó varias casas, poco tiempo después, en 1537, los ostrales se habían agotado por la sobre explotación que se hizo de ellos. Dos años después mucha gente ya había abandonado la ciudad. Cuatro años más tarde, en 1543, un huracán la destruyó completamente y, al poco tiempo, unos piratas franceses pasaron por allí y quemaron lo poco que quedaba.

El apogeo de Cubagua se limitó a unas pocas décadas. Pero esto es quizás lo que le imprime a su historia ese donaire de misterio, de curiosidad, de nostalgia tal vez, que ha originado piezas literarias como la elaborada por el cronista Enrique Bernardo Núñez que lleva por título Cubagua, una reconstrucción imaginaria de la ciudad.

Resulta interesante que ni siquiera en nuestra etapa republicana ninguno de los gobiernos se haya preocupado por reconstruirla, ni siquiera por erigir un monumento en sus ruinas. Pero lo que sí es un hecho es que alrededor de Cubagua se seguirán tejiendo las especulaciones del “que hubiera pasado si…”, que dan pie a hipótesis no tan descabelladas que seguramente todos nos hemos formulado cuando conocemos por vez primera el relato de Nueva Cádiz: La ciudad que pudo haber sido y no fue.

Y hasta aquí Échale Pichón, un podcast de historia Venezolana, donde yo, Veronica Aguilera, os cuento porque, PASEN LOS AÑOS QUE PASEN, VENEZUELA SIEMPRE SERA EL  AMOR DE MI VIDA. Y Recuerden , “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, espero que os haya gustado y que mi iniciativa pueda crecer gracias a vuestros aportes. Y ya si me quieres echar una mano, síguelo,  valóralo y sobre todo corre la voz.

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