‘Napoleón cruzando los Alpes’ es un retrato del pintor francés Jaques-Louis David, realizado en Francia en el año 1801. Pintada en óleo sobre lienzo, la obra es una de las más conocidas representaciones de Napoleón Bonaparte, quien pidió personalmente que se le retratase como el poder que conllevaba. ¡Te invitamos a conocer todo lo que debes saber sobre esta pintura!
Napoleón cruzando los Alpes, más que un retrato militar
Napoleón cruzando los Alpes corresponde al título de la quinta versión de un retrato ecuestre y militar sobre Napoleón Bonaparte, pintado entre 1801 y 1805, por el artista francés Jacques-Louis David.
La obra, pintada en un óleo sobre lienzo de 275 x 232 cm, también es conocida bajo distintos nombres a lo largo de la historia, y esto se debe a que existen cinco versiones del retrato, cada una destinada a un palacio distinto.
¿Por qué existen cinco versiones de esta pintura?
La instalación de Napoleón Bonaparte como primer cónsul de la I República Francesa, y posteriormente emperador del Primer Imperio francés (1804-1814), permitió que existiese un acercamiento hacia la monarquía española de la época, para entonces gestionada por Carlos IV y su esposa, la reina consorte María Luisa de Parma.
Como símbolo de la nueva relación entre ambas naciones, Carlos IV le obsequió varios presentes al primer cónsul, entre ellos: dieciséis caballos españoles criados en los establos reales, pinturas del rey y la reina elaborados por Francisco de Goya, y un retrato especial que habría de ser encargado a Jacques-Louis David, el pintor favorito de la República Francesa.
Consecuentemente, el retrato de Bonaparte se colgaría en las instalaciones del Palacio Real de Madrid.
David era un pintor neoclásico francés, además de un ardiente defensor de la Revolución Francesa (1789). Tras el primer encargo del retrato, Bonaparte le pidió tres versiones adicionales: una destinada al Palacio de Saint-Cloud, en las afueras de París; otra para la biblioteca del Palacio Nacional de los Inválidos, y una tercera para el palacio de la República Cisalpina, en Milán, Italia.
Finalmente, el mismísimo Jacques-Louis David decidió realizar una quinta y última versión de la obra, con la finalidad de conservarla hasta su muerte, en 1825, y que actualmente se encuentra en el Castillo de Malmaison («Château de Malmaison», en francés).
El culto al héroe de Napoleón cruzando los Alpes
Bonaparte franchissant le Grand-Saint-Bernard, título original de la obra, es una de las pinturas más conocidas sobre el mítico Napoleón Bonaparte, y corresponde a una visión idealizada del militar y su ejército, en función del culto al héroe que se le rendiría al líder francés durante años.
A pesar de que, según registros históricos, Napoleón cruzó las montañas de los Alpes sobre una mula, el mismísimo primer cónsul le pidió a David que lo representara “montado sobre un fogoso caballo”, señalando que más allá de la semejanza, es el carácter el que verdaderamente dicta lo que debe pintarse.
Aunque exagerado, el tema del retrato está fundamentado en un episodio real. Bonaparte cruzó los Alpes por el puerto de la montaña del Gran San Bernardo, con la finalidad de liberar Génova de los austríacos.
«Nadie sabe si los retratos de los grandes hombres se les parece, basta que sus genios vivan allí” – Napoleón Bonaparte.
Fue así como Bonaparte se zafó de posar para el pintor, quien debió conformarse con un busto del militar junto a un uniforme para guiarse de los detalles de su retrato.
Análisis de Napoleón cruzando los Alpes
En este sentido, la construcción de la escena se idealizaba con cada pincelada. Desde la determinación en la mirada de su protagonista hasta su dedo indicando el camino a seguir, se nos presenta a un Napoleón fortalecido, descansado y convencido a conseguir la victoria. Así, se muestra al líder de un imperio tan fascinante como su propia historia.
Todo en la pintura es catalogado como una historia épica: el caballo encolerizado, el movimiento de la capa, la composición del encuadre. El mensaje era fuerte y claro, David quería representar a Bonaparte como un líder nato y un genio de ambición ilimitada.
Su rostro tranquilo y apacible contrasta con el dinamismo del entorno, donde el fondo, las personas, y hasta el clima tienen movimiento, y se traduce casi como una captura instantánea de un momento destinado a perpetuarse en la memoria histórica.
De allí, es posible evidenciar la ambición de poder de Napoleón, quien ya comenzaba a señalar sus semejanzas con grandes líderes de la historia universal.
Con información de: Historia Arte / Actually Notes / La Vanguardia
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