Las mujeres obtuvieron el derecho al voto en Estados Unidos en 1920, cuando se ratificó la Decimonovena Enmienda de la Constitución. Esta enmienda prohibió la negación del derecho al voto por motivos de sexo.
La lucha por el sufragio femenino en EE.UU. fue un movimiento que tomó más de 70 años. Comenzó en la Convención de Seneca Falls de 1848, donde Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott redactaron la Declaración de Sentimientos, exigiendo iguales derechos para las mujeres incluyendo el derecho al voto.
Durante décadas, líderes como Susan B. Anthony y Stanton recolectaron peticiones y cabildearon a favor del sufragio femenino. Fue un movimiento difícil, con poco progreso. Pero a principios del siglo XX, nuevas líderes como Alice Paul y Lucy Burns emplearon tácticas más radicales para presionar al gobierno, como huelgas de hambre, marchas y protestas.
La oposición al voto de la mujer era grande, pero durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres demostraron su patriotismo y competencia al contribuir a la economía nacional mientras los hombres estaban en el frente de batalla. Esto debilitó los argumentos en contra del sufragio femenino.
En 1919, el Congreso finalmente aprobó la Enmienda por Suffrage, otorgando a las mujeres el derecho constitucional al voto. Fue ratificada en 1920, marcando un hito trascendental en la historia de los derechos civiles en Estados Unidos. Las mujeres pudieron votar por primera vez en las elecciones presidenciales de 1920.
Ese fue un momento decisivo que culminó décadas de esfuerzo y lucha por parte de valientes sufragistas. El voto femenino cambió para siempre el papel de la mujer en la política y la sociedad estadounidense.
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