Imaginemos que antes de entrar a trabajar nos piden que dejemos nuestro móvil en una caja y nos explican que lo podremos recuperar a la salida. Imaginemos que nuestro jefe o jefa nos dice que si nos pilla buscando un vuelo o mirando el WhatsApp en horario laboral, nos lo requisará durante una semana. Seguramente, pondríamos el grito en el cielo. Pues bien, esto es lo que les ocurre a todos los adolescentes en España, por normativa, al entrar en sus centros escolares, y también en otros países, como Francia y Suecia, así como en México, algunas provincias de Argentina y en Perú desde hace poco.
En este caso, sin embargo, estaríamos de acuerdo en que el uso del móvil se limite o se prohíba. ¿Los motivos? Se evitan distracciones, falta de atención y ansiedad por el hecho de tener el móvil cerca y no poder utilizarlo, y se limitan las posibilidades de acoso y de toma de imágenes en el centro durante el periodo lectivo.
Móviles en el aula no, ¿y la tecnología?
Pero ¿nos perdemos algo por prohibir el uso del móvil en las aulas? Si ampliamos la mirada y nos referimos al uso de tecnología en el aula (a través de tabletas, portátiles u ordenadores de sobremesa, proyectores, pizarras inteligentes, gafas de realidad virtual, entre otros), muchos docentes estaremos a favor de las enormes posibilidades que nos ofrece la tecnología hoy en día para fines educativos.
Desde poder utilizar la hoja de cálculo para optimizar operaciones hasta ver cómo se construyeron las pirámides o cómo funciona el cuerpo humano por dentro, las posibilidades de ampliar y ejemplificar los contenidos de cualquier asignatura son enormes y enriquecen el aprendizaje. Y esto facilita la evocación: es decir, traer a la memoria de trabajo un conocimiento que ya teníamos previamente, que es una de las estrategias que mayor impacto tiene en el aprendizaje.
Plataformas para sesiones dinámicas
La tecnología educativa también nos ofrece muchas plataformas de enseñanza-aprendizaje para hacer las sesiones más dinámicas: Nearpod, Kahoot, Wooclap, Mentimeter, Socrative, entre otras muchas. De esta forma, no sólo se introduce gamificación (es decir, elementos competitivos o de juegos para enseñar), sino, mucho más importante, se permite la participación de todos los estudiantes a la vez. Esto fomenta la cohesión de grupo, el interés y la motivación y limita que los alumnos desconecten del aprendizaje.
Pero, además, contribuye definitivamente a otra de las estrategias más efectivas que tienen los profesores para que sus estudiantes aprendan: la evaluación formativa, es decir, el proceso continuo de recoger información sobre el aprendizaje de los estudiantes para mejorar y guiar cómo aprenden durante el curso. No está centrado en proporcionar calificaciones, sino en proporcionar comentarios de calidad a los alumnos para que mejoren.
Con tecnología, el docente puede proporcionar en tiempo real retroalimentación a todas las alumnas y los alumnos y además, puede recopilar todos los datos de participación y de cómo de bien lo han hecho de forma mucho más ágil y eficiente que en tareas en formato no digital.
Competencias y habilidades necesarias
Pero es que además la tecnología facilita a los propios profesores y profesoras desarrollar en su alumnado esas competencias que luego tanto se demandan en el mercado laboral: trabajo cooperativo, aprendizaje mediante la práctica, resolución de problemas, búsqueda relevante de información, entre otras muchas.
Todas estas estrategias se pueden aplicar si los estudiantes tienen un ordenador o tableta a su disposición en las aulas. No obstante, tener en sus manos estos dispositivos no limita tampoco las distracciones u otros problemas asociados al uso de la tecnología, como por ejemplo, la falta de ejecución de la escritura a mano y sin faltas de ortografía.
Uso educativo del móvil
Pero la realidad de muchos centros educativos es que no hay posibilidades de que cada alumno tenga acceso a un dispositivo. Es aquí donde el uso educativo del móvil se convierte en una gran baza para no perder las ventajas asociadas a la tecnología educativa.
Por esta razón, la prohibición del móvil debería ser condicional. En los siguientes casos, el móvil como instrumento educativo podría estar permitido:
Si lo usamos con fines educativos y admitimos que su potencial es el mismo (casi) que el de un portátil.
Si nos permite hacer actividades fuera del aula y aprovechar la portabilidad.
Si permite suplir la falta de equipos informáticos y democratizar la participación en el aula.
Si los profesores están preparados y formados para realizar este uso docente de la tecnología.
Si se aplica en aquellas tareas que pueden beneficiarse del uso de la tecnología (trabajo cooperativo, participación en tareas de aprendizaje, búsqueda de información, etc.).
Si los profesores realizan adaptaciones en su uso según el nivel educativo de los estudiantes o les permite atender la diversidad de aprendizaje en el aula.
Si se utiliza para que los estudiantes con necesidades educativas especiales puedan beneficiarse de lo digital (por ejemplo, teniendo acceso a pruebas que pueden repasar a su ritmo de aprendizaje).
¿Quién debe decidir?
Los docentes y quienes toman las decisiones en los centros educativos tienen que hacer, con los móviles en particular y con los dispositivos tecnológicos en general, lo que se espera de ellos: educar. Educar en el uso correcto y responsable de los móviles y de la tecnología y educar en evitar los riesgos y maximizar los beneficios de su uso. Y para ello, primero tienen que aprender ellos. Es importante basar sus decisiones de cómo enseñar en el aula en la investigación científica y en lo que ya saben que funciona.
Por ejemplo, yo doy clases de Estadística, una asignatura con muchos conceptos abstractos, demostraciones, fórmulas, pero también con enormes posibilidades de aplicaciones prácticas. El primer día de clase hablo con mis estudiantes para llegar a acuerdos sobre temas de convivencia y, entre otros, tratamos el uso del móvil y de ordenadores en clase.
Yo les muestro los resultados de investigaciones que demuestran lo importante que es tomar apuntes a mano para beneficiarnos del eje ojo-mano-cerebro y cómo en asignaturas como la mía es mejor que tomen sus notas a mano, y llego a acuerdos con quienes prefieren tomar apuntes en tableta.
Usamos móviles y ordenadores muy a menudo para beneficiarnos de la tecnología. Sólo con estos fines y porque lo hemos acordado. Y cada cierto tiempo en clase, les dejo el que llamo “minuto de WhatsApp”, tiempo libre en el que pueden mirar sus móviles. De esta forma, a través de la educación y el consenso entre alumno y profesor, logramos que los móviles se transformen en aliados para el aprendizaje masivo.
María Gil Izquierdo, Profesora de Estadística e investigadora en Economía de la Educación, Universidad Autónoma de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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