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Minutos Médicos: Historia, mitos y realidades de las vacunas

Minutos Médicos: Historia, mitos y realidades de las vacunas

En los últimos meses, las vacunas han tomado protagonismo en medio de la pandemia del COVID-19 y han sido objetivo de muchas inquietudes ante su funcionamiento y su credibilidad. No obstante, todos los especialistas médicos concuerdan en una sola opinión. ¿Quieres conocer todo sobre ello? ¡Quédate hasta el final!

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La primera vacuna de la historia en medio de la viruela

La viruela es una enfermedad que provocó estragos en la historia de la humanidad. Causada por el virus Variola, se especula que emergió en el año 10.000 a. C., ya que se ha encontrado en restos momificados de la octava dinastía egipcia.

Para conocer más sobre la primera vacuna es importante trasladarse mentalmente al siglo XVIII. En Sodbury, población de Inglaterra, Edward Jenner intentaba progresar con sus estudios en el ámbito de la salud. En aquel lugar, escuchar a una ordeñadora de vacas llamada Sarah Nelmes le cambiaría la vida.

«Yo nunca tendré la viruela porque he tenido la viruela bovina. Nunca tendré la cara marcada por la viruela». Aquellas palabras las dijo la ordeñadora de vacas, cosa que puso a pensar a Edward Jenner para más adelante llevar a cabo su descubrimiento magistral – Imagen: Shutterstock .-

En 1796, Edward Jenner tuvo un plan: inocular con el virus de la viruela bovina a un niño de 8 años llamado James Phillips. Luego de esta prueba, el niño experimentó una fiebre leve que desapareció a los pocos días. Con esta conclusión, Edward Jenner tomó el siguiente paso de inocular nuevamente a James Phillips, esta vez con viruela humana. El objetivo era comprobar si el niño resultaba enfermo de viruela, pero no resultó así. Por consiguiente, la primera vacuna de la historia fue todo un hecho.

¿Qué es una vacuna?

Una vacuna es un compuesto farmacológico indicado para mejorar la inmunidad de un individuo con respecto a un determinado virus o bacteria.

Existen dos tipos de respuestas en el sistema inmune: la innata y la adaptativa. La innata se refiere a aquellas barreras que nos protegen en el entorno, como la piel o las mucosas de la nariz. La respuesta adaptativa significa que, si un agente infeccioso atraviesa las barreras ya mencionadas, el sistema inmune logrará distinguirlo.

Cuando el sistema inmune lo reconoce, su finalidad será atacar como una especie de fuerza policial con el propósito de resguardar al organismo la próxima vez que vuelva a ingresar a él.

Ese es el mecanismo de acción de algunas vacunas: administrar al agente infeccioso en forma debilitada para que el sistema inmune lo tome en cuenta y sirva como refuerzo para una futura infección similar.

El historial impecable de las vacunas

Las vacunas pueden ser el motivo de escándalos, pero el hecho es que la medicina ha revelado con lujo de detalles el beneficio que logran otorgar.

En 1980, la viruela, una enfermedad que acabó con millones de vidas, logró ser erradicada gracias a la vacunación masiva. Además, otras enfermedades han sido combatidas con este método, como tuberculosis, tétanos, rubéola, poliomielitis, etc.

La poliomielitis puede provocar parálisis, ¿Cómo se evita esto? Por medio de la vacunación – Imagen: Shutterstock .-

Mitos que dan la vuelta al mundo

A pesar de la cantidad de pruebas científicas que sustentan el valor de las vacunas, aún existen muchos grupos de antivacunas que se aprovechan de las ocasiones para generar confusión y terror en la colectividad. Algunos de los mitos más conocidos son los siguientes:

“Las vacunas provocan autismo”.

En 1998, el entonces investigador Andrew Wakefield intentó sacar una denuncia a la luz. Según su versión publicada en la prestigiosa revista The Lancet, la vacuna triple vírica (esta ayuda contra tres enfermedades en especial: sarampión, rubéola y paperas) ocasionó en 12 niños una situación que involucró al trastorno del espectro autista y a una sintomatología intestinal.

Se probó con lujo de detalles lo siguiente: el autismo no tiene nada que ver con la vacuna triple vírica. No obstante, el efecto de tales afirmaciones erróneas y realizadas por conflictos de intereses tuvo una repercusión complicada. Se detectó, en algunas partes del mundo, la reaparición del sarampión debido a que las personas no optaban por vacunarse ante la confusión generalizada.

Andrew Wakefield fue removido de su labor como médico y la revista The Lancet se retractó de su participación en aquella mentira. A pesar de todo, el efecto de los antivacunas se hizo ver; algo con lo que se lucha en la actualidad.

Siempre hay que tomar en cuenta la idea de que el autismo es una condición genética que se desarrolla mucho antes de la edad de la vacunación. Además, más de un millón de niños han recibido evaluaciones con respecto a la supuesta relación entre las vacunas y el autismo, cosa que ha quedado totalmente descartada gracias a ello; a comparación de los supuestos 12 niños planteados por Andrew Wakefield.

“Lo que contiene la vacuna me va a hacer daño”.

Otra polémica surgió debido a la composición de las vacunas, específicamente con el aluminio y con el mercurio. De acuerdo a los antivacunas, este tipo de componentes resultan dañinos; cosa también aclarada.

El aluminio es el tercer elemento más abundante en la naturaleza y tiene presencia en las vacunas como adyuvante, es decir, para estimular la respuesta inmunitaria. Sin embargo, no tiene un efecto negativo con su presencia en las vacunas; es más, los bebés se exponen más al aluminio por medio de la leche materna o de la fórmula que con la misma vacuna.

El mercurio en las vacunas es el timerosal (etilmercurio). Desde hace muchos años, este conservante ha sido usado para evitar el sobrecrecimiento bacteriano de las vacunas, especialmente en frascos multidosis. La preocupación del mercurio viene porque se sabe que algunas de sus formas son neurotóxicas, como el metilmercurio. Sin embargo, se considera que el etilmercurio no tiene ningún riesgo asociado.

Las vacunas del COVID-19

El COVID-19 ha demostrado la importancia del uso de las vacunas. Cabe destacar que no todas son iguales, sino que tienen su particularidad:

  1. Vacunas como las de Pfizer o Moderna son de ARN mensajero. Estas vacunas de ARN mensajero no contienen ninguna muestra del virus, sino que estimulan a la producción de la proteína Spike por medio de un código genético. De tal modo, se permitirá el desarrollo de anticuerpos contra el COVID-19.
  2. Vacunas como las de Sputnik, AstraZeneca o Johnson & Johnson son de virus vector. Al administrarse este tipo de vacuna, una versión modificada de otro virus (no es el del COVID-19) también permitirá la producción de la proteína Spike para una respuesta inmunitaria adecuada.
  3. Vacunas como las de Sinopharm son de virus inactivados, es decir, se encuentran en un estado debilitado y logran proporcionar la inmunidad adecuada.

Algunas de estas vacunas tienen un porcentaje más alto que otras de efectividad. Sin embargo, todas concuerdan en lo siguiente: permiten que el individuo no llegue a un estado crítico en el hospital.

Para más información, el podcast De un punto al otro (también de Culturizando) entrevistó a dos especialistas en el área de la salud sobre todo este tema de las vacunas contra el COVID-19. 

Como pequeña conclusión

La visión de Edward Jenner permitió la salvación de millones de vidas. Aunque abunde mucha desinformación sobre el valioso papel de la vacunación, es necesario comprender que vacunarse no es malo; los especialistas médicos lo confirman sin dudar.

De tal modo, para disminuir el efecto de la cuarentena es necesario aprovechar la vacunación en cada país. Si tienes la oportunidad de vacunarte, ¡hazlo sin dudar!


Con información de: National Geographic | PubMed Central | CDC | YouTube | PubMed Central

Imagen de portada: Shutterstock

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