Pocas mujeres han despertado tantas pasiones y sembrado tanto misterio a su alrededor como Mata-Hari, la más legendaria espía del siglo XX. Ella misma se encargó durante años de urdir la inextricable red de rumores y fantasías que envolvieron en una nebulosa a aquella bailarina exótica, apasionada, amante de un batallón de caballeros influyentes y arriesgada espía, hasta que las biografías han podido demostrar que la famosa bailarina hindú, aclamada en París, en Berlín y en Montecarlo, no era más que una mentirosa patológica y una aventurera caída en desgracia.
Mata-Hari nació en Leeuwarden, Holanda, el 7 de agosto de 1876, hija de Adam Zelle, un modesto sombrerero al que sus vecinos apodaban el Barón, por sus delirios de grandeza y sus costumbres extravagantes. A los 6 años de edad, Margaretha fue matriculado en el colegio más caro de la ciudad y enviada el primer día de clase, en una carreta dorada tirada por dos cabritas blancas ataviadas como para unos esponsales principescos. Las burlas de sus compañeros no hicieron mella en la futura Mata-Hari, que descubrió pronto el placer de verse convertida en el centro de todas las miradas.
Cuando tenía 13 años, el negocio de sombreros de su padre se fue a la bancarrota, el matrimonio de sus padres se echó a perder, y en menos de dos años, su madre murió minada por las disputas conyugales.
La fama de seductora de Mata-Hari se inició a los 15 años, en la Escuela Normal de Lyden, donde fue enviada junto con sus hermanos, en vista de la incapacidad del padre para educarlos con sensatez. La mayor parte de sus años en Lyden la pasó huyendo del acoso sexual y de los castigos del director de la institución, Wibrandus Haanstra, quien, a pesar de estar casado, llegó a arrastrarse a sus pies, a gimotear en público y a escribir horrendas poesías con tal de conseguir sus favores.
En 1895 respondió a un anuncio de solicitud de esposa publicado por Rudolf John McLeod, un oficial holandés conocido por su apego al alcohol y a los burdeles de Ámsterdam. Se casaron ese mismo año cuando ella tenía 19 años y su esposo 39. se trasladaron ya con su primera hija hacia las Indias Orientales, lo que le permitió un contacto directo con la cultura de ese continente. La relación con su marido se colapsó después de perder a su segundo hijo, Norman, el cual murió envenenado aparentemente por una niñera desequilibrada de quien nunca más se supo.
A su retorno a Ámsterdam, donde el militar fue absorbido por el alcoholismo y la vida mundana, dejó a su hija y marchó hacia Paris. En ese momento no se volvió a saber más de Margaretha Geertruida Zelle.
Fracasó como modelo de un artista y la mayoría de historias sobre su vida coinciden en que su primer benefactor fue el Barón de Marguerie. El la introdujo a la sociedad como una adolescente oriental. Fue aquí cuando nacieron sus fascinantes historias: Margaretha cambió su acento, y ayudada por su colección de pulseras y adornos de las bailarinas javanesas, además de su increíble imaginación, continuó con la mítica historia de Mata-Hari.
“Mi madre, gloriosa bayadera del templo de Kanda Swandi, murió a los 14 años, el día de mi nacimiento. Los sacerdotes me adoptaron y me bautizaron bajo el nombre de Mata-Hari, que quiere decir “Pupila de la Aurora”, contaba impávida. Decía que en la pagoda de Siva aprendió los sagrados ritos de la danza.
Con este currículo completamente amañado, unas contorciones sensuales y misteriosas, y un cuerpo prácticamente desnudo a excepción de las cúpulas de bronce que cubrían los senos (en unas declaraciones explicó que no los mostraba porque su ex marido, en un ataque de furia le había arrancado el pezón izquierdo de un mordisco), se dispuso Mata-Hari a conquistar el mundo desde el Museo de Arte Oriental de París.
Durante los primeros años del siglo, Mata-Hari bailó en los refugios de soldados y políticos de todo el globo. A medida que pasaba el tiempo, ella fomentaba su leyenda relatando su biografía de mil maneras diferentes, hasta que nadie sabía muy bien quién era ni de dónde salía.
Tuvo la mala suerte de estar actuando en Berlín cuando estalló la guerra del 14. y lo que es peor, tuvo la mala suerte de ser por esas fechas la amante del jefe de policía de la ciudad, y un poco más tarde de Kraemer, cónsul alemán en Ámsterdam y jefe del espionaje de su país. Los franceses no se lo perdonarían.
Lo cierto es que Kraemer pensó en ella para sonsacar información a los militares franceses, a cambio, naturalmente, de sumas considerables. Tras el regateo, Mata-Hari aceptó y se convirtió en la agente H-21. Pero la bailarina era ambiciosa e inconstantes en sus afectos, y tal como había hecho siempre en sus amores, decidió jugar a dos barajas y convertirse en agente doble. Ni corta ni perezosa se ofreció en París al capitán Ladoux, a quien sabe al frente del Servicio de Espionaje y Contraespionaje francés.
En un momento en que se combate encarnizadamente en todos los frentes, la obsesión por la traición y por el espionaje se exacerba. Los servicios secretos franceses e ingleses sospechan que Mata Hari trabaja para Alemania. En agosto de 1916, el famoso «deuxieme bureau», la división francesa de contraespionaje, decidió ponerla a prueba, confiándole una misión en Holanda. Por un conjunto de circunstancias, no pudo llegar a ese país y se dirigió a España, centro del espionaje y del contraespionaje internacional.
Allí, por propia iniciativa, llegó a intimar con el agregado militar alemán, el capitán Von Kalle. Obtiene de él información sobre las maniobras alemanas, que transmitió al servicio secreto francés; pero éstos siguieron sospechando de ella, pensando que era una agente doble que trataba de hacerles creer que apoyaba la causa francesa.
Este temor se vio confirmado al interceptar mensajes codificados, enviados por Von Kalle al estado mayor alemán, en los que se informa de las misiones y de los movimientos del agente alemán H-21, que coinciden exactamente con los desplazamientos de Mata Hari. De ahí en adelante, el agente H 21 y Mata Hari son una sola persona para la policía francesa y la bailarina es detenida cuando regresaba a París, después de su misión, el 13 de febrero de 1917.
Al principio, Mata Hari negó toda actividad en favor de Alemania y pretendió haber hecho contacto con el enemigo con el único fin de entregar información a Francia. Después, terminó por reconocer que su juego es mas complejo y que, atraída por el afán de lucro, se dedicó efectivamente a entregar información a los alemanes desde el comienzo de la guerra, aunque afirmó haberse burlado de ellos, transmitiéndoles sólo información sin valor. A pesar de todo, el consejo de guerra que juzgó el caso la encontró culpable, considerando que los mensajes interceptados y las grandes sumas que Alemania le ha entregado son pruebas abrumadoras, Mata Hari fue condenada a muerte.
Su ejecución solo dio más fuerza a la mitología. Una multitud parisina se reunió la mañana del 15 de octubre de 1917. Ese día, vestida de negro, con un sombrero de ala ancha y botas, momentos antes de que un pelotón de fusilamiento del Ejército francés acabara con su vida, la exótica bailarina levantó un brazo para despedirse coquetamente de los soldados que le dispararían. También se dice que rehusó venda y atadura y que miró sin rencor a estos soldados, e incluso hay quien cuenta que no vestía más que un abrigo de piel, del cual se despojó para persuadir a sus ejecutantes. Lo cierto es que murió de los 12 disparos que le fueron destinados y que nadie reclamó su cadáver.
En ese instante nació el enigma de Mata-Hari: “¿Era verdaderamente una agente secreta esta seductora con la que la alta sociedad parisina de principios de siglo se había encaprichado?
Es claro que la joven mantenía continuas relaciones con oficiales alemanes. Para obtener dinero, seguramente les prestó algunos servicios y les transmitió mensajes, cosas que son graves en un período de conflicto, aun si no pudo entregar información importante, susceptible de cambiar la suerte de la guerra. Pero su juego era inaceptable en ese tiempo de guerra y de sufrimiento. Por ello, fue condenada doblemente, como mujer escandalosa y como espía.
Lo único cierto con seguridad es que Mata-Hari sentía una gran obsesión por los uniformes militares, como se puede apreciar en alguna de sus biografías: ”Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico”. Se dice que las pruebas de la investigación que la llevó a juicio y a la muerte permanecerán cerradas por cien años. Sus defensores aseguran que al abrirse, la vida de la «espía más peligrosa de todos los tiempos», dejará al descubierto la historia de una mujer fascinante, por cierto, que trató de sobrevivir en medio de una cruel guerra.
Con información de: elalmanaque
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