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Los 10 tipos de ego: de qué forma te limitan

Los 10 tipos de ego: de qué forma te limitan

Por Daniel Colombo / “Despójate del ego”, “Deja tu ego a un lado”, “Eres egocéntrico”, “El ego pudo más”, “Ya salió tu ego”, y tantas frases más están en boca de millones de personas.

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Desde una perspectiva negativa, sobre todo cuando se exacerba su potencia hacia el afuera, las personas caen en un juego perverso y agotador para ellos y los demás: el conocido “Yo-yo”.

Etimológicamente, “ego” es una palabra que proviene del latín y significa “yo”. Para la psicología, el ego es una instancia psíquica mediante la cual una persona se reconoce como “yo” y empieza a ser consciente de su propia identidad. Esto significa que el ego es, en sí mismo, la parte central de la consciencia humana encargada de dar el sentido de “sí mismo”.

Los límites del egocentrismo

Desde la perspectiva de la transformación humana, cuando el ego se manifiesta en forma constante, persistente y potente, se considera que el ego está exacerbado y que traspasa la frontera de lo lógico y aceptable para vivir como seres sociales; es decir, en contacto unos con otros.

Las manifestaciones desde el ego de una persona traducen en acciones, actitudes y comportamientos los pensamientos, percepciones, recuerdos, ideas, sentimientos conscientes.

En el mundo actual nos referimos al ego cuando una persona manifiesta una mezcla de exceso de mirada puesta en sí mismo exclusivamente, pérdida del reconocimiento y noción del otro, soberbia y actitudes deterministas que mellan las relaciones y convierten a la convivencia en cualquier ámbito, prácticamente una misión imposible. Esto obedece a que la persona tiene dificultad para conectarse con los demás, partiendo de la base de que siempre tiene razón, y que todos los demás son los equivocados; o que él mismo ostenta una posición por encima del resto. De allí el nivel de conflictividad que genera el ego manifiesto en lo cotidiano.

Para el psicoanálisis freudiano, hay que considerar el yo y el ello. El ello está compuesto por los deseos y los impulsos. El superyó (superego), en cambio, está formado por la moral y las reglas que un sujeto respeta en la sociedad. El yo (ego), por último, es el equilibrio que permite que el hombre pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales.

¿Cómo se forma el ego de una persona?

Para la psicología, usualmente se constituye a partir de la percepción que otro tiene sobre mí; por lo general empieza con la madre ni bien nacemos, ya que funciona como un espejo en el que nos reflejamos.

El problema aparece cuando esa etapa puede darse de una forma tal que es la propia persona que se convierte en objeto de su mismo deseo; y da lugar a las personalidades narcisistas -en vez de desear a otro, se desea a sí mismo; entonces, establece su particular forma de verse, en detrimento de los demás-.

La mayoría de las personas narcisistas pierden dimensión de su yo; hay una distorsión, y por eso se desconsidera al otro. Es autorreferente todo el tiempo, y todo gira alrededor suyo, sin permitir que otros entren en ese espacio. Sostener esto todo el tiempo agota a todos.

La fantasía de “vivir sin ego”

¿Se puede vivir sin ego? Como vimos, el ego da sentido de identidad; organiza las ideas, percepciones del mundo y las experiencias. Un ejemplo de esto es la frustración exacerbada cuando la persona ególatra no logra configurar una experiencia que deseaba.

¿Es malo el ego? Controlado y bien encauzado, balanceado, no es malo ni bueno en sí mismo. El límite está cuando empieza a producir sufrimiento.

¿La dinámica del ego es limitante? Sí. El ego es insaciable. Por eso las personas egocéntricas suelen esforzarse al máximo para llevarlos a que reaccionen; pero hay un punto en que acarrea “castigo o culpabilidad”, según Freud.

¿Nos podemos despojar del ego? Es conveniente focalizar en una terapia que ayude a desmontar todo lo no conducente del ego, para vivir desde el disfrute, la alegría y la felicidad, que son dones innatos del ser humano.

¿Hay un ego visto desde la perspectiva espiritual? Sí. El ego espiritual es, básicamente, creer en que uno mismo está en posesión de una verdad absoluta y que no admite otros puntos de vista.

¿Se puede trabajar en aquietar el ego?  ¡Claro que sí! Los distintos encuadres de la terapia, las búsquedas de caminos de auto desarrollo personal, la meditación y la quietud, el trabajo interior intenso, conducen a un redescubrimiento del Ser (el Yo, el Ello y algo más ubicado en un plano superior de consciencia, cualquiera sea tu creencia).

Por eso, al alcanzar estos escalones paso a paso, las personas profunda y auténticamente espirituales son seres sencillos, profundos, muchas veces silenciosos, gentiles y gustan de compartir y transmitir su propia experiencia. No desde el ego, sino desde el aprendizaje que los llevó al momento presente.

Descubre qué tipo de ego tienes

Como vemos, un exceso de ego o de conciencia encerrada únicamente en sí mismo perjudica el crecimiento de una persona, porque al estar tan inmiscuido dentro de él, quizás ni se entera de que existe un plano superior de la existencia, y que es totalmente posible acceder a él y vivir con mayor libertad.

Libertad interior en su máxima expresión, es la recompensa cuando logras acallar el ego.

“Este exceso egoico es algo así como un tapón que impide la ascensión de la mente a los estados súper conscientes”, comparte el investigador Iván Durán Garlick en su libro “El ego”. Y, muy gráficamente, agrega que “la mente de una persona con poca autoconciencia es un hotel cinco estrellas para el ego.”

Como vemos, el ego es cegador, arrogante, peyorativo, insaciable e inconformista por naturaleza, hasta un nivel de paranoia y obsesividad muy dañinas. El ego es el “falso yo”.

Esta lista presenta una síntesis, como una forma sencilla de identificar qué tipo de ego predominante tienes (o sus combinaciones):

Ego SABELOTODO: Es aquel ego que siempre cree tener la razón, le gusta dar consejos sobre todo, siempre contesta aunque no sepa, cree tener respuesta para todo, no se puede quedar callado.

Ego INSACIABLE: Es el ego “centro de mesa”, no le gusta pasar desapercibido, hace cualquier cosa para llamar la atención.

Ego INTERRUPTOR: Su necesidad de autorreferencia es tan fuerte que interrumpe permanentemente, nunca deja que los otros terminen de hablar.

Ego ENVIDIOSO: Es el que no soporta los triunfos y éxitos de otros. Degrada a los que cree que son mejores que él.

Ego PRESTIGIOSO: Es el ego que busca aplausos, reconocimiento y admiración en todo lo que hace. Siempre quiere ser el mejor. Frecuentemente les dice a los demás: “te lo advertí”, “yo sabía”, “te lo dije, pero tú nunca me escuchas”, etc.

Ego JINETE: Se monta de lo que dicen otros. Se aprovecha de los datos de los demás para su propio beneficio. Saca partido de lo que otros dicen para estructurar sus propias intervenciones. Es copión y usurpador.

Ego SORDO: Nunca escucha, le gusta hablar sólo a él, habitualmente finge escuchar.

Ego MANIPULADOR: Es aquel ego astuto que siempre se las arregla, ya sea tergiversando, acomodando, engañando, mintiendo o justificando para que las cosas resulten siempre a su favor.

Ego ORGULLOSO: Es aquel ego competitivo, discutidor, que no le gusta perder.

Ego SILENCIOSO: Es aquel ego que calladamente tiene un discurso paralelo, es criticón, hipócrita y enjuiciador.

Cinco ideas para empezar a aquietar tu ego

  1. Escucha antes de responder. Haz el esfuerzo consciente.
  2. Medita todos los días. Empieza por 5 minutos, y aumenta hasta completar una buena dosis de silencio y quietud interior.
  3. Evita sacar conclusiones apresuradas. No califiques ni juzgues sin tener toda la información.
  4. Elimina del vocabulario la palabra “yo” iniciando todas tus frases. Puedes reemplazarla por otras expresiones para dar contexto cuando desees expresar tus ideas, por ejemplo: “desde mi perspectiva…”, “quisiera aportar otro punto de vista”, “una mirada diferente de este asunto es…”.
  5. Si estás sufriendo y pagas las consecuencias por tu ego desbocado, busca ayuda profesional, siempre y cuando estés dispuesto a encarar este proceso en profundidad y contundencia: de lo contrario, no te funcionará. Será simple cosmética de tu personalidad que se niega a transformarse.

Recuerda: nada hay de malo en amarse a uno mismo y ponerse en primer lugar; siempre que no seamos obtusos en ver la realidad, mirar alrededor y a los otros, y actuar como seres sociales que somos.

La idea es que busques equilibrar tu vida de formas saludables moldeando tus rasgos nocivos de personalidad. Así, en poco tiempo, empezarás a disfrutar de mayor libertad, autenticidad, flexibilidad ante las circunstancias cambiantes, confianza de verdad y mejores resultados en todos los aspectos de la vida.

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