El fisicoquímico inglés Henry Cavendish (1731-1810), a falta de otros instrumentos, medía la potencia de las corrientes eléctricas de forma directa, calculando por el dolor que le producían. No obstante, vivió hasta los ochenta años.
Este gran científico, poseedor por herencia de una de las mayores fortunas de su época, era extremadamente tímido, tal vez a causa de un ligero tartamudeo, y rehuía siempre que podía cualquier conversación o encuentro, sobre todo si se trataba de mujeres.
Hasta tal punto llegaba esto que, incluso, prefería comunicarse con su servidumbre por medio de notas. Y ya en el colmo, se asegura que si llegaba a cruzarse en su camino con una sirvienta, esta era inmediatamente despedida. Para poder mantener su aislamiento, hizo construir en su casa una entrada a su exclusiva disposición.
Por Ángel Daniel Fernández @andafero
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