Un fraude familiar ¿Quién estafó a quién?
Margaret Keane y Walter Keane eran una pareja muy bien acomodada, parecían ser felices y vivían con una pequeña niña en California, todo parecía ir bien.
Walter al inicio de la relación, trabajaba como agente inmobiliario, y Margaret vendía sus pinturas. Cuando Walter se dio cuenta de que el trabajo de su esposa era bien aceptado por el público, vio una oportunidad de negocio y se dedicó a comercializar sus pinturas.
Margaret rara vez salía de la casa, pasaba casi 16 horas al día pintando los nuevos encargos que le traía su marido, ambos parecían estar contentos con los resultados de las ventas puesto que el público aceptaba muy bien las pinturas.
El lado oscuro del asunto, es que en lugar de comercializar las pinturas de su esposa, Walter se vendía a sí mismo como si él fuera el pintor. Estuvo robándole el crédito a su esposa durante años, mostrándole al público las obras como si él fuera el genio creativo cuando en realidad no podía ni sostener bien el pincel.
¿Cómo se enteró Margaret del fraude?
Una noche en un bar de San Francisco, donde su esposo hacía exhibiciones con sus pinturas, un joven admirador se le acercó y le preguntó que si ella también pintaba. Desde ese momento se dio cuenta de que Walter se había quedado con el crédito de su trabajo y enfurecida le reclamó. A Walter no le gustó su reacción por lo que comenzó a ser más violento con ella, y por miedo, aceptó el plagio.
Una noche en un bar de San Francisco, donde su esposo hacía exhibiciones con sus pinturas, un joven admirador se le acercó y le preguntó que si ella también pintaba. Desde ese momento se dió cuenta de que Walter se había quedado con el crédito de su trabajo y enfurecida le reclamó. A Walter no le gustó su reacción por lo que comenzó a ser más violento con ella, y por miedo, aceptó el plagio.
Margaret Keane
Una historia llena de maltrato psicológico
Walter, quien era un hombre simpático y extrovertido, se aprovechaba de la personalidad débil de Margaret para dominarla como deseaba y mantenerla encerrada en casa. Ella misma lo explica así:
«Antes de salir de casa me decía cosas como ‘estás horrible’, o, si teníamos una cita, ‘estás mejor con la boca cerrada’. Pasaba los días encerrada en casa. Tardé un par de años en darme cuenta de lo que estaba haciendo. Una noche fuimos a un club de jazz donde él vendía los cuadros.
Con su ritual habitual, me dijo que me quedara en un rincón y que no hablara con nadie para no avergonzarnos. Hasta que alguien se me acercó, la conversación derivó a la pintura y me preguntó: ‘¿Así que tú también pintas, como Walter?’. Ahí estábamos, en un bar lleno de pinturas mías. Me sentí humillada”.
Dato Curioso ¿Por qué pinta los ojos tan grandes?
La artista lo explica así: «Los ojos que pinto en los niños, son una representación de mis propios sentimientos. Los ojos son la ventana del alma» Pero ¿Por qué lucen tristes todo el tiempo? Keane explica que «son una traducción de como me sentía».
Una amenaza de muerte fue la gota que colmó el vaso
Luego de que Margaret descubrió que Walter vendía su trabajo bajo su nombre, decidió dejarlo, este le suplicó que le enseñara a pintar y por más de que lo intentó nunca pudo, «Sus talentos eran otros», explica la artista.
La frustración de Walter por no conseguir lo que quería era tan inmensa, que amenazó de muerte a Margaret, dijo que la mataría a ella y a su hija si decidían abandonarlo. Keane tomó la decisión de huir de él y se mudó lo más lejos que pudo: a Hawaii.
Un reto frente al público
Cuando Margaret se mudó a Hawaii, Walter seguía vendiendo sus pinturas y dándosela de artista con el público, hasta que en 1970 en una entrevista radial, Margaret confesó la verdad y dijo que las pinturas realmente eran de ella.
Keane lo retó a un desafío público en la Union Square de San Francisco, con el propósito de que demostrara sus supuestos talentos, pero Walter se negó y la demandó, pero no fue exitosa su acción puesto que el juez decidió no proseguir con la demanda. Walter luego de esto se mudó a Europa y no hay rastros de su vida por al menos 12 años.
A mediados de los 80, apareció en una entrevista diciendo que Margaret era un fraude, esto la enfureció y lo demandó por difamación. El juez solicitó una prueba en vivo de los talentos de ambos, Margaret logró hacer una de sus pinturas en tan solo 53 minutos mientras que Walter se negó a pintar por tener una «lesión en el hombro».
Walter fue declarado culpable y condenado a pagar a Margaret más de 4 millones de dólares, por daños psicológicos y morales, pero el pago nunca llegó. Margaret lo explica así: “Por supuesto, jamás vi ni un céntimo, pero yo no aspiraba a eso. Tan solo quería que el mundo supiera que esos eran mis cuadros”.
Una historia con final feliz
Después de ganar la demanda y recuperar su identidad, Margaret quien tiene 89 años, continua pintando y está felizmente casada con un periodista deportivo.
La historia de Margaret Keane llegó al cine gracias a Tim Burton
Con información de MargaretKeane / ElPais / Playbuzz
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