Un fetiche es un objeto material de culto al que se conceden propiedades mágicas o sobrenaturales y llega a ser venerado como un ídolo.
La palabra fetiche viene del término kakitin portugués “feitiço”, que significa “maleficio”. El término fue dado a conocer en Europa por el erudito francés Charles de Brosses en 1757.
El escritor de Brosses y otros estudiosos del siglo XVIII utilizaban el concepto de fetichismo para aplicar la teoría de la evolución a la religión, en la cual, Brosses sugirió que el fetichismo es el estado más primitivo de la religión, seguido por los estados de politeísmo y monoteísmo, representando una progresiva abstracción del pensamiento.
En el siglo XIX, filósofos como Herbert Spencer suspendieron la teoría de Brosses de que el fetichismo era la “religión original”. En el mismo siglo, antropólogos y eruditos de la religión comparativa como Edward Burnett Tylor y John Ferguson McLennan desarrollaron las teorías del animismo y el totemismo para aclarar el fetichismo.
Tylor y McLennan mantienen que el concepto del fetichismo permite a los historiadores de la religión desplazar la atención de las relaciones entre las personas y Dios a las relaciones entre las personas y los objetos materiales.
En el siglo XIX Karl Marx usó el término para describir el fetichismo de la mercancía como uno de los componentes importantes del capitalismo.
Después Sigmund Freud usó el concepto para describir una forma de parafilia donde el sujeto de afecto es, o es representado, por un objeto o una parte del cuerpo de una persona.
También son llamados así los objetos usados en la práctica del sadomasoquismo.
El fetichismo sexual es una parafilia que consiste en la excitación erótica o la facilitación y el logro del orgasmo a través de un talismán u objeto fetiche, sustancia o parte del cuerpo en particular.
El fetichismo sexual se considera una práctica inofensiva, salvo en el caso de que provoque malestar clínicamente significativo o problemas a la persona que lo padece o a terceros, pudiendo en este caso llegar a considerarse un trastorno patológico propiamente dicho.
Los aparatos fabricados con el objetivo de la estimulación o para el juego sexual no se consideran fetiches.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM), de la Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos, lo clasifica como enfermedad siempre y cuando sea una conducta recurrente durante al menos seis meses, necesaria para la excitación sexual y que afecte la vida social o laboral del sujeto. En el caso de que ésta no afecte la vida social o laboral del paciente, se considera simplemente como una manifestación de su sexualidad.
Foto: Hombre besando los pies / Shutterstock
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